Esto que escribo hoy, además de tremendo, seguro que es tremendista. Dirán que panfletario. Pero lo pienso y así lo escribo.

Pienso que muchos curas, muchas monjas -¿la mayoría? – deberían abandonarlo todo para comenzar un camino distinto que les lleve al Jesús en el que creen.

Abandonarlo todo es duro, pero se soporta si al final está Jesús. Lo malo es abandonarlo todo y encontrarse también sin Dios y su enviado el Cristo.

¿Alguien cree que un Cardenal estaría dispuesto a “dejarlo todo” para empezar a ser de Dios?

¿Es Cardenal porque eligió a Dios? o ¿ no elige a Dios porque es Cardenal?.

A mí me sigue pareciendo muy difícil haber elegido a Dios y seguir de Cardenal.

Todo quedaría más claro si empezáramos a separar lo que es Comunidad de hermanos en la fe del Señor-Jesús e Iglesia S.A.

La Institución eclesiástica casi no ha hecho otra cosa que “pecar”.

Su historia es cruel, infame, miserable, sacrílega. Utilizó el nombre de Dios en vano. Se aprovechó de Jesús. Le ha sacado jugo a Jesús de Nazaret. Ha vivido a costa del mensaje.

Pero, toda esa historia es un calco de mi biografía. Yo he sido exactamente igual, en versión miniatura.

La conversión de la Iglesia Institución depende de mi conversión.

Esa ralea de Cardenales y Nuncios y Administradores de Dios no han hecho más de lo que yo he hecho en mi vida. Esa “camada de víboras” (Mt.3, 7) es mi camada.

Yo no soy Juan el Bautista. Ni mucho menos Jesús.

A lo único que puedo aspirar es a sentirme cojo, leproso, publicano y pedirle a Jesús que me toque.

Luis Alemán Mur