Frase evangélica: «Toma al niño y a su madre y huye a Egipto»

1. El exilio equivale en la Biblia a la deportación del pueblo a un país extranjero, bien como castigo, bien como prueba. Egipto, símbolo del poder enemigo, era el país que había oprimido a los hebreos. La denominada «Sagrada Familia» es salvada por José yendo al exilio de la prueba (Egipto, tierra de servidumbre) y volviendo a la libertad (Galilea, tierra prometida). Todo empieza por un éxodo de la servidumbre al servicio y por la recreación de una nueva comunidad. José y María están unidos por Jesús.

2. Yahvé libera dos veces a su pueblo de la cautividad: en Egipto y en Babilonia. Estas liberaciones son signo, según los profetas, de una gran liberación futura. En los últimos siglos antes de Cristo hay una intensa expectación de la liberación definitiva. Jesús retorna del exilio al país de Israel, a la región de Galilea y al pueblo de Nazaret. Jesús no es Moisés, que muere en el desierto; Jesús regresa a su pueblo y se encarna entre los humildes.

3. A pesar de que los tiranos mueren, los decretos mortales se suceden. Los pobres y exiliados están de algún modo amenazados de muerte por falta de pan o por ausencia de hogar. El exterminio herodiano de los recién nacidos muestra la crueldad de los dictadores que se idolatran a sí mismos. La vida, en cambio, es sostenida por Dios, en familia, en comunidad.

4. Al vivir Jesús en un país extranjero como emigrante, con todas las penalidades de los que emigran o se exilian, conoce la injusticia y descubre la fe en un Dios solidario que es Padre de todos. Jesús se hace presente en los emigrantes actuales.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Sabemos cuándo tenemos que huir, de qué y de quién?

¿Estamos dispuestos a retornar?

¿Qué papel juega en nuestras idas y venidas la voz de Dios?