Salmo XXI

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí, hacen visajes,
menean la cabeza: «Acudió al Señor, 
que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.»

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

¿Rezaba un salmo? ¿Hacía suyo ese tremendo salmo?

Tenía conciencia de haberse dedicado a preparar el reino de su padre. Creía en su padre. Estaba convencido de que su padre era Dios. Siempre había asegurado que vendrían legiones de los ángeles de su Padre Dios. Pero ahora se encontraba solo y humillado. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere.»

Quizá medio mundo repita la oración de Jesús, todos los días.

¡Qué difícil es entender a Dios! Ese medio mundo necesita una mañana de resurrección!

Luis Alemán Mur