Domingo 4º del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Marcos 1,21-28:

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor

“Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea”

Marcos es el primero que escribe un evangelio. Tanto Mateo como Lucas siguen el esquema biográfico creado por Marcos. Estos tres se conocen como “los sinópticos”. De los dieciséis capítulos que escribe Marcos, once, los primeros, Jesús está en Galilea. En los siguientes, Jesús sube a Jerusalén para dar la batalla en el Templo y dirigentes. Allí encontró su fracaso final. En Galilea sembró mucha semilla del reino. Pero sus triunfos fueron muy aparentes y reducidos. En Israel, todo dependía del Templo. Por eso subió a Jerusalén. Allí fracasaba o triunfaba. Y fracasó.

“Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios. Jesús lo increpó: Cállate y sal de él”

¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?

Pues sí. Con esa misión había venido. Todas las religiones conocidas estaban dominadas (Y siguen dominadas) por dos creencias básicas: la sangre y los demonios. Sin sacrificios sangrientos y demonios no hay Dios. Dios necesita sangre y victorias sobre los demonios. El ser humano siempre fue (y con frecuencia sigue siendo) un esclavo de una religión.

Los israelitas, ya con Abrahán, comenzaron a comprender la terrible crueldad de ofrecer en los altares sagrados, sangre infantil. Pero además de un dios cruel, aún en la época de Jesús, se seguía identificando cualquier tipo de epilepsias, anemias o enfermedad rara a la presencia de demonios. El reino de los cielos que anunciaba Jesús era un reino liberador de esa telaraña de fuerzas que esclavizaban a hombres y mujeres.

¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.

A esta conclusión llegaron los sencillos galileos. Jesús no repetía leyes como los fariseos. Hablaba con autoridad propia. Pero nosotros no oímos a Jesús. Oímos a nuestros párrocos, a nuestros confesores. Ellos son los que dicen repartir paz y seguridad. Los católicos tenemos miedo a pensar. Puede que nos falte oír a Jesús.

Luis Alemán Mur