Domingo 17º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Mateo 13,44-52:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»

Palabra del Señor

Las parábolas del tesoro escondido y la de la piedra preciosa se deben a las fuentes propias de Mateo. Además son parábolas muy semejantes. No describen el reino de Dios, sino el descubrimiento del reino y sus reacciones en el afortunado. Ese acontecimiento cambia la vida para el que tiene ese descubrimiento. Un “mensajero” del reino, un evangelio busca precisamente que los que le oyen vivan ese momento de encuentro.

El que descubre el tesoro durante el trabajo en el campo es un trabajador contratado (como era la mayoría en Galilea) ya que el campo no era suyo. El comerciante de piedras preciosas, tiene la suerte de dar con una de gran valor. Quizá pasó por muchas manos, pero solo él supo encontrar su valor. Hay que recordar el convencimiento de Jesús de que el Padre revela su luz a los pequeños y humildes. No se trata de un misterio sino de una realidad que acompaña a la vida de los hombres: descubrir a Dios en la historia.

“la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces”

Termina con una coletilla moralista propia de los predicadores del evangelio semejante a la parábola de la cizaña. Hay que estudiar en serio los evangelios y tener en cuenta que nos llegan a nosotros después de algunos años muerto Jesús y que llegan utilizados por predicadores de la segunda generación que anuncian la buena noticia de su mensaje con la finalidad de que se conviertan a Jesús, el señor.

Luis Alemán Mur