Domingo Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Juan 6,51-58:
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: « ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»

Palabra del Señor

 

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

“Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.”

Nos resulta muy difícil entender este evangelio porque no somos judíos. Jesús y los suyo eran judíos. Su espiritualidad se basaba toda en el Antiguo Testamento. Todo judío recordaba el desierto y el hambre que pasó el pueblo y cómo protestaron ante Moisés: “para esto nos sacaste de Egipto”. Ahora es Jesús el judío quien responde: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.”

Todo es una evocación a la historia central del pueblo: el éxodo. Ante la desesperación del pueblo, Iahvé hace caer del cielo un pan que sacia el hambre del desesperado pueblo israelita. Aquel caminar por el desierto en busca de una patria ha quedado como un símbolo no solo para los israelitas sino para los pueblos que conciben la vida en la tierra como un peregrinar hacia un patria del Padre.

 

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

La realidad de Jesús (carne) está orientada a la vida de la sociedad de los hombres (el mundo)

 

Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

Comer su carne significa que es imprescindible aceptar a Jesús para vivir cerca de Dios.

 

Luis Alemán Mur