Una foto que vale más que mil palabras

“Cambio de régimen, cambio de época, cambio de actitudes”

Osoro, con Martín Velasco y Marciano VidalOsoro les abraza, les acoge, les trata como se merecen, les muestra su afecto y su cercanía y, de paso, les rehabilita, les vuelve a colocar en el lugar eclesial del que nunca debieron ser expulsados ro y Juan d

José Manuel Vidal.-

La foto lo dice todo. Se explica por sí misma. El cardenal Osoro que abraza y sonríe complacido con dos de los más importantes y prestigiosos teólogos españoles: Juan de Dios Martín Velasco y Marciano Vidal.

La tomé el pasado jueves, en la inauguración de las II Conversaciones de PPC y del Instituto Superior de Pastoral. A mi lado, un sacerdote curtido en mil batallas comentaba: “Si publicas la foto y la ve Rouco, le da un patatús”.

En principio, la foto es lo de lo más normal. Es lógico, justo y necesario que un arzobispo mantenga buena sintonía con dos sacerdotes (uno diocesano y el otro, religioso) que, además, son dos de los mejores pensadores de la Iglesia española. A nivel mundial. Martín Velasco, en fenomenología de la religión y Marciano Vidal, en moral fundamental. Dos maestros, dos excelentes personas, dos clérigos profundamente espirituales y que entregaron su vida a la institución. Prestándole enormes servicios tanto en España como en todo el mundo. Porque el reconocimiento de ambos es mundial.

Pero lo normal con el cardenal Osoro no era (ni nunca fue) lo normal con el cardenal Rouco. Osoro les abraza, les acoge, les trata como se merecen, les muestra su afecto y su cercanía y, de paso, les rehabilita, les vuelve a colocar en el lugar eclesial del que nunca debieron ser expulsados.

El cardenal Rouco (de triste memoria, también en esto) les marginó, les ninguneó, no contó con ellos para nada y permitió que las iras inquisitoriales de los integristas llevasen al bueno de Marciano Vidal hasta el tribunal de la Doctrina de la Fe. Y su libro ‘Moral de actitudes’ desapareció de las aulas del seminario de Madrid.

Más aún, Rouco persiguió la casa de ambos, el Instituto Superior de Pastoral, al que quiso asfixiar económica y académicamente por todos los medios a su alcance. No lo consiguió de milagro. Y hoy, el centro renace y de la mano del cardenal Osoro (el hombre de Francisco en España) recobra bríos y quiere constituirse en la institución que vuelva a contribuir al aggiornamento de la Iglesia española. Un motor para incentivar la primavera de Francisco en España, como ya hiciera con la otra primavera, la conciliar.

Cambio de régimen, cambio de época, cambio de actitudes. Y la nieve de la reformas de Francisco que, poco a poco, va bajando al valle. Para que cuaje su primavera. Porque nadie puede parar la primavera en primavera. Y menos, si viene en alas del Espíritu.