Salmo XXI

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.

 

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

Que lo libre, si tanto lo quiere. 

Me taladran las manos y los pies 

Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.

Los que escribieron la muerte de Jesús, ¿estuvieron en el Gólgota? o ¿copiaron a los profetas?

Luis Alemán Mur