María Magdalena, Apóstola de los Apóstoles
“Ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad, y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres” (Santa Teresa de Jesús, en Camino de perfección, Códice de El Escorial, cap.3º).
Rechazo de Jesús y valoración de la mujer.-Los fariseos y saduceos rechazan y critican a Jesús por su comportamiento hacia los más débiles, y en especial hacia las mujeres. En una ocasión Simón el fariseo invitó a Jesús a comer a su casa junto con otros “notables” fariseos. Lo que pretendían todos era sondear a Jesús. Incluso Simón fue muy descortés con Jesús: Era costumbre besar al visitante al entrar, y ofrecerle agua para lavar los pies, toalla para secarlos, perfume para refrescarlos y aceite para ungir la cabeza. En Palestina con veranos largos, calurosos, muy secos, los pies sufrían especialmente al pisar la tierra caliente. Pero Simón nada de esto ofreció a Jesús. En cambio una mujer conocida en todo el pueblo como pecadora entró a donde estaba Jesús: con sus lágrimas (no tenía otra cosa) le lavaba los pies, con sus cabellos (no tenía otra cosa) se los secaba, y con el perfume que llevaba se los iba refrescando. Aceite no tenía: solo lo tenían los que tenían tierras y olivos. Jesús, en presencia de todos, para que se enteren bien, le dice a Simón: “Tu no me diste ni beso, ni agua, ni toalla, ni perfume, ni aceite. Pero ella, desde que entré no ha dejado de besar mis pies, de lavarlos con sus lágrimas, de secarlos con sus cabellos y de refrescarlos con perfume. Por eso te digo que quedan personados sus muchos pecados porque muestra mucho amor”. Ahora Simón y ellos puestos en evidencia se preguntan: ¿quién es este que hasta perdona los pecados?. Pero Jesús le dice a ella: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz”. Jesús no tuvo para ella ni un mal gesto, ni una palabra de reprensión, ni el más mínimo reproche. Al contrario, la ensalza a ella ante todos ellos y los deja en mal lugar, sobre todo a Simón porque lo había invitado con bastante mala intención y lo trató con mucha descortesía.
Hay más hechos de Jesús, significativos de su especial consideración hacia las mujeres indefensas, como la viuda de Naín, que se ve sola, sin marido y con su hijo muerto, que ya lo llevan a enterrar. Ella va detrás llorando. Nada más verla, Jesús le dice: “No llores más”. Inmediatamente le devuelve a su hijo vivo. Otro tanto hace con las dos hermanas de Lázaro, Marta y María, que vivían en Betania y a quienes Jesús quería mucho. Con frecuencia se hospedaba en su casa, camino de Jerusalén. Pero Lázaro muere. Jesús está lejos. Lo avisan. Inmediatamente se pone en Camino. Al llegar las encuentra llorando y El también llora, pero va al sepulcro, manda destaparlo y devuelve la vida a Lázaro. Está también el caso de la hija pequeña de un magistrado que busca a Jesús para que vaya a curarla porque se está muriendo. Cuando Jesús llega ya está muerta, pero con gran cariño la coge de la mano y le dice: “niñita, a ti te lo digo, levántate”. La devuelve viva a sus padres. Las niñas y los niños también eran predilectas y predilectos de Jesús: “quien las/os recibe a mí me recibe”. Para Jesús vale más atarse una rueda de molino al cuello y tirarse al mar que hacer daño a un niño/a. ¡Qué terrible la pederastia! ¡Qué terrible todo maltrato a los/as niños/as!¡Que horroroso que se nos mueran de hambre al día 25.000 niños/as! ¡Y sobran alimentos!
Los discípulos no habían superado los prejuicios.-Está también el precioso relato de la mujer de Samaría: Jesús, fatigado, se sienta en el brocal del pozo de Jacob mientras los discípulos marchan en busca de comida. Una mujer llega a buscar agua. Jesús como buen pedagogo le dice: “mujer, dame de beber”. Ella se disculpa porque nota que Jesús es judío y ella Samaritana. Jesús le ofrece otra clase de agua que brota hasta la vida eterna, que calma la sed para siempre. Ella se interesa por este agua para no tener que buscarla más. Jesús le dice: “llama a tu marido y vuelve”. Ella contesta que no tiene marido. Jesús le dice que ya tuvo cinco y que la verdadera adoración a Dios no tiene lugar en Jerusalén, ni en los montes, sino en espíritu y en verdad. Por tanto ella puede adorar a Dios donde quiera. Entre tanto llegan los discípulos y se sorprenden de que esté hablando con toda naturalidad con una mujer. Ellos aun no habían superado los prejuicios judíos sobre la mujer. Ella, admirada de Jesús, deja el cántaro y marcha a anunciar a sus vecinos lo que le acaba de suceder. Ellos creen en sus palabras, llegan y le piden a Jesús que se quede con ellos. Jesús accede y se queda allí dos días, gracias al testimonio de este mujer.
Carta de “madres Religiosas”.-En 1994 catorce “madres religiosas”, representando a miles de monjas indias, le escribieron una carta al Papa en la que decían: “las monjas somos la mano de obra barata que carga con el 80 % de los servicios que se hacen en la Iglesia, pero no ocupamos lugares de responsabilidad ni en la dirección ni en el culto, ni tenemos derecho al voto, ni tampoco tenemos ninguna remuneración económica…” Esta forma de tratar a la mujer en la Iglesia no concuerda en nada con el comportamiento de Jesús.
Compromiso global de Jesús.-Jesús asume la difícil tarea de iniciar un mundo nuevo, superador de muchos males, como la injusticia, el odio, la violencia, la guerra, la desigualdad, la intolerancia, el abuso del grande contra el pobre, la discriminación tanto para mujeres como para hombres (los leprosos/as, esclavos/as, y niñas eran los grandes marginados/as de aquella sociedad). Jesús asume este compromiso con los hechos y las palabras de su vida. Jesús nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. El hizo su camino. ¿Cómo hacemos nosotros hoy nuestro camino?
¿Qué es hacer hoy camino?–Hacer camino es hacer justicia (“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”, nos dice Jesús); hacer camino es hacer fraternidad (“todos vosotros sois hermanos); hacer camino es hacer solidaridad (el buen samaritano); hacer camino es hacer amistad (“vosotros sois mis amigos si cumplís lo que os enseño”); hacer camino es hacer unión (“Padre que todos sean uno”). ¡Qué pintamos los cristianos divididos y a veces enfrentados en vez de luchar juntos unidos por la finalidad de construir un mundo mejor!; hacer camino es hacer igualdad (a nadie llaméis señor: todos vosotros sois hermanos”); hacer camino es hacer vida (“yo he venido para que tengáis vida y la tengáis en abundancia”); hacer camino es hacer esperanza (“nos gozamos en la esperanza de los hijos de Dios”: S.Pablo); hacer camino es hacer alegría (“estad siempre alegres, os lo repito estad alegres,”: S.Pablo); hacer camino es dar de comer al hambriento (“tuve hambre y me disteis de comer”); hacer camino es dar de beber al sediento (“tuve sed y me disteis de beber”, nos dice Jesús); hacer camino es atender al enfermo (“estuve enfermo y me atendisteis”); hacer camino es visitar a los encarcelados (“estuve en la cárcel y fuisteis a verme”). En la Iglesia hay muchas más mujeres que hombres comprometidas en estas tareas. Todo esto El lo hizo y lo enseñó, defendiendo a los oprimidos y denunciando a los opresores. Por eso los poderosos (religiosos y políticos) de su tiempo lo persiguieron hasta sentenciarlo a muerte, torturarlo y asesinarlo. Su muerte fue un evidente asesinato. Pero de aquí brotará lo más importante de la vida de Jesús: el acontecimiento de la resurrección, que no es homologable con ningún otro hecho histórico susceptible de verificación, pero lleno de la mayor riqueza y significación teológica, desde el compromiso de Jesús con la liberación integral del hombre, que El mismo sabe que le conduce a la muerte, nada menos que crucificado, pero no a ciegas, sino teniendo como destino una nueva vida, definitivamente realizada y plenificada como resultado del amor inmanente y trascendente de Dios, que en definitiva enjugará las lágrimas de todos los ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni fatigas, ni tristezas, porque el viejo mundo ha pasado, puesto que Dios hace un universo nuevo (Apocalipsis).
Jesús cuenta con las mujeres.-En esta tarea también lo acompañaron y le ayudaron las mujeres. Contar con ellas en aquella sociedad era muy difícil. De todas ellas sobresalen especialmente tres: María Magdalena, María de Santiago y Salomé, igual que entre los apóstoles destacan Pedro, Santiago y Juan. De las tres sobresale María Magdalena, como pasó entre ellos con Pedro. De las tres, es sin duda ella la amiga más entrañable y querida por Jesús. Antes de conocer a Jesús vivía desquiciada por completo (“poseída por siete espíritus malignos”). No sabía lo que era vivir de manera sana y un poco digna, pero Jesús la rehabilita. Encontrarse con Jesús fue para ella comenzar a vivir, conocer a un hombre que la ama por si misma con verdadero amor y ternura. Nadie la había mirado de esta manera. Con Jesús siente en ella la presencia viva de Dios.
Jesús resucitado reserva su primera aparición a María Magdalena, Apóstola de los Apóstoles.-María es la primera en encontrarse con Jesús resucitado. Ella, muy temprano, al tercer día de la muerte de Jesús, va al sepulcro llorando. Para ella la muerte de Jesús había sido un trauma terrible. Habían matado a quien lo era todo para ella, que tanto amor le mostró a Jesús y Jesús a ella. Se encuentra con el sepulcro vacío, pero más vacía se sentía ella sin Jesús. Envuelta en sollozos se le presenta Jesús (para ella es su primera aparición), pero ella estaba tan aturdida que no lo reconoce. Jesús le dice: “María”. Al oír su nombre pronunciado por Jesús ya lo reconoce y se arrodilla a sus pies. Jesús le dice: “vete a decir a mis hermanos que estoy vivo y que iré delante de ellos a Galilea”. Marcha a decírselo a los Apóstoles, pero ellos no le creen. Seguidamente vuelve al sepulcro con las otras dos amigas (y otras compañeras más, según Lucas) y es cuando el ángel les dice: “No busquéis aquí al que está vivo, ha resucitado”. Ellas vuelven corriendo a decírselo a los Apóstoles, pero tampoco les creen y dicen: “eso es cosa de mujeres”. No obstante Pedro y Juan marchan al sepulcro y ya ven que no está allí el cuerpo de Jesús. Pedro entra dentro (era un sepulcro abierto en la roca), pero solo están las ropas con que lo amortajaron. El Evangelio añade: “Juan vio y creyó”. Con razón Rabano Mauro y Tomás de Aquino, la llamaron Apóstola de los Apóstoles. En virtud de lo cual, por expreso deseo del Papa Francisco, a partir de junio de 2016 la celebración litúrgica de María Magdalena, tiene el mismo grado de festividad que se da a la celebración de los Apóstoles en el calendario romano general.
Se reunieron todos y todas para comentar lo que estaba pasando, y en ese momento se presentó Jesús en medio de ellas y ellos y “se llenaron de gran alegría al ver al Señor”. (Los libros del Nuevo Testamento empiezan a llamarle a Jesús “Señor”, a partir de su Resurrección).
Importancia trascendental del hecho cumbre de la vida de Jesús.-El hecho cumbre de la vida de Jesús es su Resurrección. Si hubiera quedado muerto sería, o tal vez no (Galilea y un galileo como lo era Jesús, tenían muy poca relevancia entonces), un ilustre personaje de la Historia como otros muchos, sin duda digno como ellos de una gran consideración. Pero la mayor novedad de Jesús hasta entonces nunca conocida es que resucita. Este hecho es el que van a destacar sus seguidores/as como lo más importante de su vida, de tal manera que a partir de ese hecho empiezan a llamarle Señor, nombre reservado solo para Dios en el Antiguo Testamente, lo cual quiere decir que ningún cristiano debe doblar la rodilla ante ningún poder de este mundo. Denuncian su muerte a manos de las “autoridades” religiosas y políticas de Jerusalén para anunciar a continuación su resurrección. Pues bien, Jesús se aparece primero a una mujer (María Magdalena). Jesús la elige a ella para ser la primera en verlo resucitado, y la primera en anunciarlo a los discípulos. Por eso es ella la primera que anuncia a los/as demás que ha resucitado. Luego reciben la noticia, ella otra vez, junto con María de Santiago y Salomé y otras compañeras con el encargo de comunicarlo a los discípulos. Pues bien, el hecho cumbre de la vida de Jesús es manifestado, primero una mujer, María Magdalena, a continuación a otras mujeres, y además ella y ellas las encargadas de comunicarlo a los demás discípulos de Jesús, y en concreto a los Apóstoles. Ante esto, ¿qué pasa hoy con la mujer en la Iglesia? ¿Acaso Jesús no nació de una mujer? ¿Por qué, pues, discriminarla totalmente al interior de la línea jerárquica de la Iglesia?
Las mujeres en la primera Eucaristía.-Recuérdese lo que dijimos en la primera parte sobre el uso del masculino y femenino. Cuando Jesús en la última cena dice “tomad y comed todos”, o “tomad y bebed todos”, quiere decir todos y todas: “tomad y comed todos y todas, tomad y bebed todos y todas”. Lo lógico y además elemental es que en aquella Cena, lo acompañasen también aquellas mujeres que lo habían seguido y servido durante su actividad evangelizadora por Palestina, tratándose además de una Cena tan significativa e importante. ¿Cómo no iba a invitar Jesús a esta Cena tan especialísima a aquellas mujeres que no lo abandonaron nunca, ni siquiera lo iban a hacer en el momento tan difícil, dramático y arriesgado de su ejecución? Si con las palabras de Jesús “haced esto en conmemoración mía” dirigidas a todos y todas, ellos quedaban facultados para celebrar la Eucaristía, por la misma razón también quedaban facultadas ellas.
María de Nazaret.-¿Es posible discriminar tan radicalmente a la mujer en la Eucaristía de la Iglesia cuando una mujer pudo llevar en su cuerpo a la persona de Jesús, lo recogió en sus manos al darlo a luz, lo amamantó con sus pechos, lo lavó, lo vistió, lo alimentó, lo besó con sus labios, lo acarició con sus manos, lo cuidó, lo buscó angustiada, fue su maestra vida, cómo pudo Jesús querer que una mujer no pueda decir: “esto es mi cuerpo, esta es mi sangre”?
Los días contados.-Por tanto esta discriminación tan indigna e injusta de la mujer en la Iglesia, en un acto que debe ser fuente y cumbre de la vida cristiana animadora de la Comunidad de los discípulos de Jesús e impulsora de animarlos a vivir y transmitir el mensaje liberador y salvador de Jesús, tiene que tener los días contados, muy contados.
Declaración islámica.-La Declaración Islámica Universal de los Derechos Humanos proclamada el 19 de septiembre de 1981 en la sede la UNESCO por el Secretario general del Consejo Islámico para Europa, defiende “un orden islámico en el que todos los seres humanos sean iguales y nadie goce de ningún privilegio ni sufra una desventaja o una discriminación, por el mero hecho de su raza, de su color, de su sexo, de su origen o de su lengua”.
Esto, muy lamentablemente, aún no está en vigor en nuestra Iglesia. Pero tiene que llegar. Quizá sea con otra clase de Iglesia que asuma en su integridad todos los valores del Reino de Dios. Ojala sea pronto! Depende del compromiso de todos, de todos nosotros, los que formamos la base del Pueblo de Dios comprometido con la construcción del Reino de Dios para la plenitud inmanente y trascendente de todos los seres humanos y toda la creación.
Faustino Vilabrille Linares / A S T U R I A S.