Búsqueda de Dios y sentido de la vida

Diálogo entre un teólogo Pinchas Lapide Autor y un psicólogo

Viktor E. Frankl Autor

RESUMEN DEL LIBRO

En esta conversación, hasta ahora inédita, Viktor Frankl y el teólogo Pinchas Lapide se interrogan acerca de los motivos por los que ambas ciencias (teología y psicología) se han enfrentado e ignorado durante tanto tiempo. “Ya va siendo hora -afirman en el prólogo- de abrir un sincero diálogo entre quienes dedican todo su esfuerzo a conseguir, bien la salvación, bien su curación”. Este libro recoge su contribución a este diálogo, que arranca de su común convencimiento de que la fe y la ciencia “son dos caminos de una misma búsqueda de la verdad que nos impulsa poco a poco hacia adelante, aunque probablemente nunca hallemos aquí abajo su meta”

En otoño de 1942, Viktor Frankl junto a su esposa y a sus padres, fue deportado al campo de concentración de Theresienstadt. En 1944 fue trasladado a Auschwitz, en donde colaboró con la rabina Regina Jonás reconfortando a los prisioneros para prevenir suicidios, y posteriormente a Kaufering y Türkheim, dos campos de concentración dependientes del de Dachau. Fue liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército norteamericano. Viktor Frankl sobrevivió al Holocausto, pero tanto su esposa como sus padres fallecieron en los campos de concentración. Tras su liberación, regresó a Viena. En 1945 escribió El hombre en busca de sentido, donde describe la vida del prisionero de un campo de concentración desde la perspectiva de un psiquiatra

“Paz a los hombres de mala voluntad”

    “Paz a los hombres de mala voluntad, y que se ponga fin a toda venganza y a toda exigencia de castigo y sanción. Las crueldades cometidas superan toda medida, están más allá de los límites de toda capacidad humana de comprensión, y los mártires son innumerables. Por eso, oh Dios, no pongas en la balanza de la justicia sus sufrimientos, para cargarlos a la cuenta de sus verdugos, sino retribúyelo de otra forma. Cuenta más bien a favor de los verdugos y los delatores y los traidores todo el valor y la fuerza anímica de los otros, su anonadamiento, su elevada dignidad, su callado empeño en todo, la esperanza que no se dio por vencida, y la valerosa sonrisa que hizo olvidar las lágrimas y todos los sacrificios, todo el ardiente amor, todos los lacerados y atormentados corazones que, no obstante, permanecieron siempre fuertes y confiados frente a la muerte y en la muerte. Que todo eso, Dios mío, cuente ante ti como rescate para redención de la culpa, para una resurrección de la justicia –que lo que cuente sea lo bueno y no lo malo. Y, en la memoria de nuestros enemigos, que no sigamos siendo sus víctimas que no seamos ya su pesadilla, su terror nocturno, sino más bien su ayuda para que abandonen su locura…

    Sólo esto se espera de ellos –y que nosotros, cuando todo haya pasado, podamos volver a vivir como hombres entre los hombres, y que en esta pobre tierra venga de nuevo la paz a los hombres de buena voluntad, y que venga también la paz a todos los otros. Amén“.

Oración atribuida al rabino Leo Baeck. Compuesta a finales de 1946. Citada por Pinchas Lapide al final del libro