La oración eucarística, y por tanto la mesa del Señor, no es asamblearia. Puede chocar la afirmación en tiempos de tanta y tan adulterada democracia. Sin embargo es comprensible. Aquí no se trata de revelación. Simplemente que el orden natural de la sociedad humana, conlleva de hecho, que una familia, un grupo organizado de personas se mueva alrededor de alguien que los representa y encabeza. Y suele ser costumbre que cuando nos reunimos a comer, seamos pocos o muchos, alguien de prestancia presida ese acto tan importante en la vida social.

Otra cosa muy distinta es que, el que “preside”, sea elegido por la Comunidad, escogido por el Espíritu o por una Central del poder a modo de hechicero o comisario político – religioso.

El hecho social es que una comida de familia, una comunidad de vecinos, una reunión de empresa, un grupo eficaz de individuos no puede ser una grada abarrotada de hinchas del fútbol. La eucaristía es la asamblea de seguidores de Jesús reunidos para recordar su palabra, compartir su vida a través del pan y sentir, con fe, su presencia en medio de ellos. Es una familia. No con una misma sangre, ni con una misma raza, sino con algo mucho más vinculante: con una misma fe.

Cuestión diferente es el papel que debe desempeñar el que preside la oración eucarística. El que preside se dirige a Dios Padre en nombre de los hermanos. No lo hace abstraído de la asamblea. Debe ser escuchado por todos. En ese momento no habla a los presentes. Habla con el Padre, en nombre de los presentes. “Si tu no bendices más que con el espíritu (sin ser oído por los demás) ¿responderá el Amén a tu acción de gracias, toda vez que él (el pueblo) no sabe lo que dices?”1 Cor 14, 16

Pienso que no es acorde con la solemnidad misma, que todos recen a la vez la anáfora.

En cambio, el que preside nunca debería olvidar su papel:

  1. No es dueño. No es dueño ni del local. El local, con sus sillas, sus candelabros y hasta el sagrario son de la Comunidad. Es muy urgente que los funcionarios de la Iglesia renuncien a sentirse “dueños”.
  2. No ocupa el lugar del señor. “Si uno quiere ser primero, ha de ser último de todos, y servidor de todos” Mc 9,35 “No seáis como los señores de este mundo…”. “Se levantó de la mesa…y se puso a lavarles los pies” Jn 13, 4
  3. No va de santón. Sólo Dios es bueno
  4. No de sabelotodo. “Un magistrado le preguntó: – Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar vida eterna? Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas insigne? Sólo Dios es insigne” Lc 18,, 18-19

    “Bendito seas, Padre, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las ha revelado a la gente sencilla” Mt 11, 25
  5. No de hombre orquesta. Hombre orquesta es el que sabe tocar, o cree que sabe, y toca todos los instrumentos. Lo canta él, lo lee él, lo explica él, lo consagra (¿¡?) él. Los demás no tienen más papel que el silencio y acatamiento. En el fondo, el hombre orquesta, piensa que no le hace falta nadie para “decir” misa.
  6. No de representante de Jesús. Es la comunidad la que representa a Jesús. Jesús está en la Comunidad. El que preside la mesa eucarística, habla y reza en nombre de la comunidad. No representa ni al Papa, ni al obispo.
  7. No debe suplantar a la comunidad. La Comunidad es todo. El que preside, sin la comunidad es nada.
  8. No debe suplantar al Espíritu. No debe hablar en nombre de Dios, ni interpretar a Dios. Ningún supuesto sacramento, ninguna autoridad puede nombrarle representante de Dios.
  9. No es un showman, ni un presentador de espectáculos.
  10. Puede ser un hombre, una mujer, un viejo, un joven, una joven. Sólo se le pide fe, el carisma de la prudencia y saber presidir con humildad. 

La causa de tanto desastre en tantas eucaristías (y cualquier liturgia) hay que buscarla, de ordinario, en la nula preparación de los dirigentes de las comunidades. Un piadoso, si es ignorante, no puede presidir una eucaristía. Tiene que conocer los fundamentos de su fe. Tiene que haber estudiado las Escrituras. Aunque, no es suficiente el conocimiento de las escrituras para presidir la Cena del Señor. Tiene que haber hecho prácticas con el micrófono. Saber leer claro, pausado, con sentido, sin teatritos. Tiene que saber el significado de lo que hace. Y si no sabe hacerlo, la comunidad debe crear escuela para que se formen otros hermanos capacitados. Son muchos siglos de abandono y de dominio clerical, los que hay que recuperar

Luis Alemán Mur