¿Con qué autoridad moral critican los católicos a la sociedad civil?

Uno de los índices de madurez cívica que invade la sociedad es la exigencia de honradez. Unido al olfato adulto que detecta la poca vergüenza de las instituciones y de los funcionarios corrompidos.

Hoy ya no aguantamos que nos roben con ninguno de los múltiples métodos heredados o de nuevo cuño. Hoy España se hizo más honrada y exigente. Por eso está de moda la denuncia y persecución de corruptos. Y cuidado porque la primera sospecha recae sobre el mismo que denuncia. Subir al púlpito de la TV. para denunciar puede ser pista de cloaca. Junto a los corruptos, florecen inquisidores ávidos de santidad social, cargados de piedras para ser los primeros en apedrear al adultero.

En la España católica, se han lanzado al ruedo monjas de hábito venidas a evangelizar desde tierras lejanas, son como juanas de Arco al frente de teólogos de carrera o aprendices, obispos y cardenales. Resulta barato criticar, condenar aunque no se tengan muchos conocimientos de economía o historia.

El ciudadano español puede conocer cuánto dinero aporta, con su nómina, a la casa del Rey, al Tribunal Constitucional, y cuánto gana cada una de las personas que integran esos núcleos de poder y mando etc.

Sin embargo, el creyente católico ¿sabe de qué viven y cómo viven sus altos jerarcas; qué cobran y de dónde lo cobran? Por ejemplo esos que desde Roma nos guiaron tanto tiempo: Tarcisio Bertone con su extraordinario apartamento, y Sodano con su extraordinario chalet en las colinas romanas, antiguos primeros ministros de Estado. ¿De dónde sacaron tanto dinero? ¿Cuánto gana el gran mullidor de conspiraciones subterráneas cardenal Müller? ¿Y El cardenal Marc Ouellet, canadiense? ¿El australiano, cardenal George Pell, a cargo de toda el área económica y financiera? etc. etc.

¿Por qué no se abren comisiones de investigación como a tantos alcaldes y concejales? Pues mientras los católicos: monjas teólogos, obispos y cardenales españoles no abran comisiones, yo al menos los consideraré politizados.


Cardenal Burke. Uno de los más críticos, al menos viste bien.

Luis Alemán Mur