Domingo XII del Tiempo Ordinario – Ciclo C.

LO IMPORTANTE ES LO QUE DIGAN EN JERUSALÉN

Evangelio según Lucas 9,18-24:

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»

Jesús estaba orando

Tanto Lucas como Mateos siguen a Marcos que es quien marca el índice general. Según Marcos y Mateos, Jesús sale de camino. Lucas sitúa a Jesús, al terminar un rato de oración. No siempre lo más devoto tiene porqué ser lo más histórico. Aunque lo importante sí parece ser que Jesús va a abandonar Galilea y ha determinado ir a Jerusalén a proclamar allí la venida del reino.

«¿Quién dice la gente que soy yo?»

Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. El modo de comportarse en los pueblos y aldeas de Galilea creó una gran confusión en Galilea y levantó sospechas en Jerusalén. Lo cual era muy comprensible. Los mismos discípulos se hacían un lio. Muerto el Bautista, el mismo Jesús fue perfilando y concretando su misión, como mensajero del Padre. En Galilea, los pueblos no acabaron por de levantarse, para seguir a Jesús como cabía esperar. A pesar de los signos y las palabras, las gentes no se aclaraban. Además, se sabía que desde Jerusalén enviaban emisarios para vigilar lo que decía y hacía. Jesús comprendió que su mensaje tendría que anunciarse en Jerusalén. Y que con este viaje a la Capital se jugaba la vida. Cuando se escriben los evangelios, ya se conoce lo sucedido.

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Pedro tomó la palabra y dijo: “El Mesías de Dios” (Cristós). La palabra Mesías era muy delicada. Podía tener muchas consecuencias. Con transcendencia no solo religiosa sino política.

“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado”

Es el fin de cualquier profeta. Eso lo sabe él y lo saben en Jerusalén.

«El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»

En la sociedad que Jesús vive, él es el único camino, él es la única verdad y en él esta la única vida. Ya está convencido plenamente de su misión. Es el mensajero de Dios. Dios lo ha enviado. Su palabra es la Palabra de Iahvé. Es el Verbum Dei

Luis Alemán Mur