Salmo VIII,

R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Cuando contemplo el cielo,
obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.
Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.

 

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado

Contemplar el cielo origina humildad y puede que fe.

Le diste el mando sobre las obras de tus manos.

Podemos dudar hasta del origen del mundo. Pero no podemos dudar de la obra del hombre. ¡Tremenda responsabilidad la del hombre en los adelantos y en las desgracias!

Casi da miedo pertenecer a la raza humana.

Luis Alemán Mur