Los voluntarios de zaporeak denuncian las malas condiciones en las que viven los inmigrantes llegados a grecia y alertan de la desnutrición que sufren los bebés

Un reportaje de Aitor Anuncibay – Jueves, 24 de Marzo de 2016 –

 

NOTICIAS DE GIPUZKOA


la misión de voluntarios que partieron de Gipuzkoa a la isla griega de Chios para repartir comida entre los refugiados está en continua transformación y adaptación. Tras el acuerdo entre la UE y Turquía para que este país árabe se hiciese cargo de los inmigrantes, Grecia ha convertido los campamentos de registro en las islas del Egeo en centros de detención.

Ahora, la asociación Zaporeak, que tiene como sede la villa Yeyette del barrio donostiarra de Intxaurrondo, continúa alimentando a las más de 1.000 personas confinadas desde el domingo tras las cercas vigiladas por la policía. Zaporeak ha podido hasta ahora entrar en el campamento y distribuir la comida, pero ayer les impidieron el paso y tuvieron que hacer llegar los alimentos a través del vallado. “Es un trato inhumano. Les hemos dado la comida como si fuesen animales, a través de una verja. La situación dentro es muy jodida. Los voluntarios no tienen ordenadores y no tienen Internet”, describe Dani Rivas, integrante de la expedición vasca.

Ante esta situación, señala este mismo voluntario, “el frente que se abre es cubrir lo que la policía no está haciendo porque los alimentos que les dan son insuficientes y malos”. Además, la coyuntura humanitaria se agrava porque “no hay comida para los bebés”. “Es una cosa que nos han dicho como un grito de alarma. Hay niños pequeños desnutriéndose porque las ONG no tienen suficiente comida para los recién nacidos”, advierte Rivas.

Por eso, el voluntariado de Zaporeak ha adquirido cientos de litros de leche para recién nacidos, que harán llegar a Médicos del Mundo para su distribución en el interior del espacio vallado.

Mala calidad

El agua es también otro motivo de preocupación para el grupo de Intxaurrondo, porque, según expone Rivas, es de “mala calidad”. “Dependen de la que les traiga el catering cada mañana. En este caso, nosotros no podemos porque es muy caro llevar 1.000 botellas de agua al día”, apostilla este joven.

A las dificultades que ahora encuentran para repartir la nutrición se une la imposibilidad de organizar las colas, puesto que los beneficiarios se encuentran al otro lado de la valla. Zaporeak teme que se produzcan aglomeraciones en el momento de dar la comida. “Estamos muertos de miedo por la situación que se puede dar. Si se ponen nerviosos y empiezan a empujar la verja, se aplastan entre ellos y, aunque nosotros estemos fuera, tampoco es seguro para nosotros porque puede ocurrir cualquier cosa”, pormenoriza este joven.

Afortunadamente, en el reparto de ayer no ocurrió ninguna desgracia, si bien Zaporeak había preparado un plan de emergencia en caso de empeorar la situación. “Hemos seguido una estrategia casi militar, en la que cada uno ocupaba su puesto y estaba preparado para lo que pudiese ocurrir”, señala.

El negro panorama para las personas privadas de libertad y cuyo destino puede estar en Turquía les ha creado inquietud y frustración. Los brotes de desaprobación comienzan a ver la luz dentro de los campamentos. Los últimos días se han organizado manifestaciones en el interior de los campamentos. “Las ONG salen del campo a las 17 horas porque es cuando empiezan los problemas. Sobre todo, protestan los afganos. Los sirios están más tranquilos porque creen tener la situación asegurada respecto a su asilo y los afganos, no. Saben que a partir del 4 de abril, cuando empiecen las deportaciones, se van a volver a Turquía”, detalla el joven voluntario de Zaporeak.

En cualquier caso, el voluntariado guipuzcoano presente en Chios continuará en la isla mientras haya alguna persona necesitada de atención humanitaria. “Nosotros no nos vamos a ir porque todavía hay refugiados a los que dar de comer”, asevera Rivas.