Carta abierta del teólogo José I. González Faus a Dolors Miquel, la autora del ‘Pare nostre’

“Le sería mejor reconocer que no es tonta, que sabía bien que quería ofender”

“Convertimos la sagrada ‘libertad de expresión’ en una innoble libertad de insulto”

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 Su presunto poema en los premios Ciutat de Barcelona me deja la pregunta de si Ud. entonces no se daba cuenta de lo que hacía, o si miente ahora al decir que no quiso ofender a nadie. Es la misma pregunta que me deja siempre el señor Rajoy: ¿miente o es que no se entera? Porque mentir es malo en un político. Pero ser un inútil que no se entera me parece todavía peor.

Si Ud., como ha dicho, quería hacer un homenaje a la mujer, tenía a mano posibilidades mucho mejores: podría haber hablado, por ejemplo, de “Junts pel cony”, o de “Conys Democràtics de Catalunya” o incluso de “Esquerra de Reconys Catalans”… Y esto sin duda habría cosechado grandes aplausos en vez de irritaciones.

Que no recurriera a esas otras formas es lo que hace sospechar que había en Ud. una voluntad de ofender, y de ofender al mundo religioso. Pero, aun aquí, le habría sido más fácil ensalzar a Mahoma que, según los historiadores, manejó varios coños durante su vida y el último de una chavalina de pocos años.

Sin duda era más apto que una figura cristiana. Pero Ud. debió temer que algún islamista descerebrado le armara un zipizape a lo Charlie-Hebdo. En cambio quizá sabía que entre los textos fundacionales cristianos hay uno que dice “si te hieren en una mejilla presenta la otra”. Yo quisiera escribirle hoy presentando esa otra mejilla como le diré después. También invitándola a un sencillo diálogo, centrado en dos puntos.

El primero se refiere a su declaración de que quiso hacer un homenaje a la mujer. Eso no creo que lo compartan muchas feministas, que llevan años luchando porque no se reduzca la mujer a su función reproductora: la maternidad es una gran misión pero la mujer, antes que madre, es persona humana. Reducirla a su función genital, por mucho que se exalte esa función, es precisamente lo que hacen todos esos machistas que acaban matando a sus llamadas “parejas sentimentales”.

Si Ud. ha leído a Henry Miller, habrá podido ver cuántas veces designa a sus amantes como “el coño X”, “el coño Y”, o el coño Z”, sugiriendo que sólo su sexo da nombre a la mujer. Eso me parece un ejemplo perfecto de aquello que escribió Paulo Freire “el oprimido lleva introyectado al opresor como su ideal humano”. Me limito a sugerírselo y, en todo caso, trátelo Ud. si quiere con grupos feministas que han insistido mucho en este tema.

El segundo punto es que Ud. se pregunte si, por su dignidad humana, por su calidad personal, y por coherencia ética, no le sería mejor reconocer que no es tonta, que sabía bien que quería ofender, pero que contaba con que no pasaría nada, porque algo sabe de que los cristianos no estamos llamados a la venganza sino al perdón y al amor a los enemigos.

Mi perdón lo tiene Ud. ya desde ahora; pero creo que le llegaría mucho mejor si tuviera el valor para ese reconocimiento. Y daría demás una lección de ética pública en estos momentos en que todos estamos intentando convertir la sagrada “libertad de expresión” en una innoble libertad de insulto. Dar pasos de ese tipo cuesta; pero después se siente uno muy contento de haberlos dado. Se lo digo por experiencia.

Y para terminar, yo también creo que debo pedirle perdón por muchas conductas en que los cristianos hayamos ofendido a quienes no lo son, por falta de diálogo previo. Este vicio nuestro no es de ahora (ni sólo de los cristianos). Su declaración me hizo recordar una frase de Tertuliano (un escritor del siglo III que supo crear todo un lenguaje nuevo que la Iglesia necesitaba entonces, pero que fue un gran polemista).

Pues bien: a Tertuliano le gustaba decir cuando discutía con los paganos: “nosotros lo tenemos todo en común, menos las mujeres; vosotros no tenéis nada en común salvo las mujeres”. Ojalá fuera verdad, sobre todo por lo que hace a los cristianos; pero, seguramente, “ni tanto ni tan calvo”. De hecho, Tertuliano acabó apartándose de la Iglesia porque, su rigorismo personal, encontraba a la Iglesia de su época demasiado relajada.

En esta línea, quiero decirle que yo no comparto esas acusaciones de “Blasfemia”. La blasfemia puramente verbal, me parece una ridiculez que hace reír a Dios (si es que existe, dirá Ud.): si uno escupe hacia el cielo, su saliva, por amarga que sea, se queda lejísimos del cielo. A los cristianos debería preocuparnos mucho más la blasfemia de hecho, como predicaban los Padres de la Iglesia infinidad de veces: os preocupáis por traer cortinas con que vestir las paredes de la Iglesia, pero luego encontráis a Cristo desnudo al salir del templo, y no os preocupáis de vestirlo.

No le doy más la lata. Pero quizás, a partir de aquí, podríamos seguir dialogando siempre que Ud. lo quiera.

José I. González Faus sj