Una de las más grandes dificultades para empezar a tener fe o para continuar teniendo fe, es sin duda, superar el asco producido al identificar la Institución católica con una historia de grandes escándalos, o grandes brutalidades. Brutalidades a dimensión social y a dimensión del desarrollo de las personas.

Estábamos acostumbrados al leer los libros de historia. Pero ahora, diariamente saltan a la prensa la poca vergüenza de importantes monseñores, príncipes de la Iglesia, que aprovecharon sus cargos de Secretarios de Estado para meter sus manos en esa cueva de ladrones llamada Banco del Vaticano, o se hicieron íntimos de grandes pederastas para utilizar sus donaciones en preparar sus magníficas estancias de jubilación. Mientras, sus patronos los Pontífices subieron “súbito” a los altares calentados con velas encendidas.

Hoy mismo, las agencias de prensa difunden una estremecedora página. Un investigador asegura que Georg Ratzinger (hermano del Papa emérito) debía haberlo sabido. Más de doscientos niños podrían haber sido abusados en el coro de Ratisbona El abuso sexual oscilaba desde toqueteos hasta violación. La diócesis acaba de publicar el informe provisional en su página de internet, junto con un sermón de hace un año del obispo Rudolf Voderholzer, en el cual expresó su pesar por el presunto abuso a los niños

En la misma revista Religión Digital se trae a colación que S. Urbano II (1088-1099) para hacer cumplir no sé qué ley, en 1095 propuso vender a las esposas de los sacerdotes como esclavas y justifica el abandono de sus hijos.

Esto no es más que un brochecito de corbata para mostrar la una, sancta, católica, romana Institución. Por cierto en tiempos de San Urbano II se utilizó por primera vez el solemne nombre de Curia Romana.

Bellísima corriente, la que proclama este año como el de la misericordia. Pero que no se nos olvide la fe. Fe para seguir creyendo por encima de la basura personal e Institucional. Fe para exigir un lavado con lejía de la Curia Del Vaticano y adyacentes.

Parece que abunda en la Institución la hipocresía, el dinero desde la Capilla Sixtina hasta en pequeñas diócesis, edulcorado todo con una devoción barata.

Luis Alemán Mur