Domingo 4º de Adviento – Ciclo C

Lucas 1,39-45

En aquellos días, María se puso de camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

Palabra de Dios

María se puso de camino
y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.

Tendríamos que tener estudios suficientes para leer y entender los llamados libros sagrados y así descubrir la “historia de nuestra fe” tan pegada a la historia del hombre. No solo los evangelios de la infancia de Jesús sino cualquier evangelio o cualquier libro de la Biblia. No hay mayor simpleza o ignorancia que recurrir a una “inspiración divina” automática o mecánica que nos asegure que cualquier cosa que se diga en la Biblia procede de Dios y por tanto verdad divina y humana.

En la liturgia de hoy, podemos afirmar con paz que no es histórico que Miqueas pensara en Jesús al escribir aquello de “Pero tu, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel”
(5,1-1)

Nosotros creemos que todo procede de Dios. Pero esta fe no nos lleva a pensar que sean históricos los 11 primeros capítulos de Génesis.

Sabemos que Jesús nació un día desconocido y que Lucas y Mateo rellenaron con belleza literaria, como hacían todos los escritores los primeros años de sus personajes. No hay porqué creer como histórico lo que se entiende como género literario.

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? A juzgar por la historia conocida y vivida, no parece que esta tierra merezca el nacimiento de este pequeño niño nacido en la Palestina de entonces. Venía a enseñarnos a ser humanos. Desde pequeño descubrió que el Dios de los hombres era un Padre y que por tanto los hombres éramos hermanos. No traía lecciones aprendidas. Nació en el seno de una familia muy creyente en la que aprendió. Sabemos que su hermano mayor Santiago fue muy honesto y un fiel cumplidor de la Ley. Cuando ya una vez crucificado en Jerusalén, y Dios se hizo cargo de él, vino a ver a su hermano (1ª Co 15, 3-8) y a su madre(Mt 27,56). Sabemos que su madre María fue una mujer dada al silencio y a la memoria.

Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

Eso es lo que puso María: creer en el Señor. Si lo pensamos con humildad, los hombres intervenimos cuando creemos.

Ese niño nació. Un día o una noche. En Belén o en Nazaret. Pongamos humildad, fe en que esto servirá para algo y para muchos. Y pongamos mucha alegría. Pudiera ser que muchos estén esperando que seamos nosotros los que le llevemos la alegría y algo de esperanza

¡Feliz Navidad, a todos!

Luis Alemán Mur