*El teólogo brasileño, Oscar Beozzo, “la gran desgracia de la Iglesia es el clericalismo”

*Monseñor Ramazzini: “Francisco es el portavoz de quienes trabajamos en este continente”

*Virginia Azcuy, partidaria de “una Iglesia inclusiva que acoja la voz de las mujeres”

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Descubrir la acción del Espíritu en la historia y, a partir de ésta, elaborar el análisis teológico supone un reto que debe ser enfrentado en el contexto eclesial actual, pues a partir de ahí puede ser llevada a cabo una Reforma Eclesial que entronque con la Tradición y responda a los desafíos que la sociedad presenta.

El  II Congreso Continental de Teología de Amerindia, que tiene como tema “Iglesia que camina con Espíritu y desde los pobres” ha pretendido hacer un análisis histórico-teológico en su cuarta jornada. Para ello ha contado con voces autorizadas que, desde el estudio y el conocimiento de la realidad, pretenden ofrecer pistas que ayuden en el actuar futuro.

El teólogo brasileño José Oscar Beozzo, ha analizado los “Diversos modelos de Iglesia en el hoy de América Latina”. Partía del presupuesto de que la diversidad de sensibilidades eclesiales es un elemento que ya está presente en las primeras comunidades cristianas, como aparece reflejado en los libros del Nuevo Testamento. A partir de ahí, ha hecho un análisis histórico del cristianismo y, centrándose en la realidad latinoamericana, mostraba las causas de las estructuras eclesiales del continente.

Citaba al antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, quien dice que “fuimos parte de imperios salvacionistas y mercantilistas”, constatando cómo la unión entre la fe y los imperios han influido en la vivencia cristiana en Latinoamérica, pues la fe cristiana se impuso a partir de la sujeción económica y política.

Partiendo del Vaticano II, Beozzo señala que cada Iglesia tiene derecho a su tradición y que es necesaria una reforma de algunos elementos eclesiales, por ejemplo, en la elección de obispos. Destaca la importancia del Pacto de las Catacumbas y de Medellín, al que denomina el Vaticano II de América Latina, y que insiste en el tema de la justicia y la paz que de ella se deriva, en el concepto de Pueblo de los Pobres y en la importancia de las Comunidades Eclesiales de Base como primera estructura eclesial. Frente a esto, el poder se ha convertido en causa de muchos de los problemas eclesiales actuales, señalando que la gran desgracia de la Iglesia es el clericalismo, muy en la línea de aquello que constantemente critica el Papa Francisco.


Tras esta visión histórica, Carlos Schickendantz ha querido realizar propuestas que conduzcan “hacia una Reforma Eclesial a partir de la acción del Espíritu en el corazón de todos los pueblos”. Como preámbulo, parte de que toda Reforma debe llevar a una renovación del Espíritu y una vuelta al Evangelio que transforma las formas de vida. Para llevar a cabo esta tarea se basa en una idea de que Carlos Mesters, quien define el Espíritu como energía en movimiento con dirección, que nos lleve a sentir el rumbo, discernir y sumarse y que Schickendantz propone aplicar en la reforma de la Iglesia y sus estructuras.

El teólogo argentino aborda sus planteamientos desde tres puntos: una “revolución pacífica decisiva” que provoca saltos cualitativos en la segunda mitad del siglo XX, los desarrollos negativos del post-concilio y una mirada hacia el futuro que lleve a descubrir una forma de proceder ante lo desconocido.

Denuncia la histórica europeización de la Iglesia, que llevó a una política eclesial colonialista, y por eso es contrario a que con el Papa Francisco algunos quieran llevar a cabo una latinoamericanización. Muestra como la elección de Francisco supuso un cambio significativo en la dinámica eclesial, pues éste será elegido para reformar la Iglesia y la curia, recuperando categorías teológicas del Vaticano II que habían pasado a un segundo plano, como Pueblo de Dios. Francisco incentiva la idea de sinodalidad y trae de vuelta el método inductivo en la construcción teológica, combatido durante décadas.


Desde esta nueva realidad de vida eclesial y que ha conseguido encontrar los instrumentos para construir una Iglesia diferente, Schickendantz invitaba a los presentes en el congreso a mirar al futuro recordando que el Vaticano II propone “una nueva forma de aprendizaje frente a lo desconocido, nueva forma de proceder“, como sostiene el teólogo francés Theobald.

No es fácil encontrar un obispo que no tenga miedo de tomar postura y dejar claro de lado de quien está. Por eso, la intervención de Monseñor Alvaro Ramazzini, obispo de Huehuetenango (Guatemala), en la que proponía “luces para la reforma de la Iglesia en un mundo conflictivo, pluralista y desigual”, ha resultado sorprendente por su pasión y fuerza profética.

Algunos pueden preguntarse lo que dijo, pero la verdad es que no fue nada nuevo, simplemente asume lo que Aparecida, donde participó en las discusiones y elaboración del documento, y el Papa Francisco proponen. Monseñor Ramazzini no esconde que cree en una Iglesia en salida, en estado permanente de misión, que se hace presente en las periferias, con protagonismo laical, sinodal, presente en las luchas sociales, profética, que asume la opción preferencial por los pobres y reconoce que “Francisco es el portavoz de quienes trabajamos en este continente”.

En la última intervención del día, Virginia Azcuy ha hecho una reflexión desde su condición de teóloga feminista, partiendo de la necesidad de construir una Iglesia inclusiva que acoja la voz de las mujeres, aspecto que aparece en el Vaticano II en LG 32b y GS 29. A partir de una realidad social en la que el feminicio se ha convertido en el pan nuestro de cada día en muchos lugares de América Latina, muestra un anhelo de igualdad en diferentes ámbitos, inclusive en el eclesial, donde siente falta de un diálogo más fluido entre el feminismo y el cristianismo, con mayores espacios de escucha y reconocimiento para con las mujeres, verdaderas protagonistas de la vida eclesial, pues ellas, entre otras muchas cosas, son quienes llevan la Iglesia, acompañan espiritualmente la vida de la gente, siendo madres del dolor para con tantos que sufren en el día a día. Nos convenzamos, sin mujeres no hay Iglesia.

Luis M. Modino, enviado especial a Belo Horizonte