Francisco anuncia la urgencia de “una sana descentralización” de la Iglesia y una “conversión del Papado”

“El camino sinodal empieza escuchando al Pueblo, que participa de la función profética de Cristo”

“La única autoridad, también la del Obispo de Roma, es la del servicio, el único poder es el poder de la cruz”

El Papa no está por sí mismo, por encima de la Iglesia, pero sí dentro de ella como bautizado entre bautizados; dentro del colegio episcopal como obispo de obispos, y llamado a la vez, como sucesor de Pedro, a guiar la Iglesia de Roma

Jesús Bastante

Y, de pronto, sopló el Espíritu en mitad del Aula Pablo VI. Con todos los padres sinodales, y durante la celebración del 50 aniversario del Sínodo de Obispos, el Papa Francisco anunció la urgencia de “una sana descentralización” de la Iglesia, que lleve a “una conversión del Papado” y de la autoridad en la Iglesia, donde se escuche, primero y ante todo, al pueblo de Dios, “que participa de la función profética de Cristo”.

Francisco entró al aula mientras el coro entonaba “Heal the World”, el himno que Michael Jackson compuso para luchar por un mundo más unido en contra de las injusticias. Se hacía raro escuchar al “rey del pop” en la Pablo VI, pero apenas resultó una anécdota cuando, tras una suerte de interminables intervenciones (desde Baldisseri a Schonborn, pasando por representantes de las iglesias de los cinco continentes), Bergoglio tomó la palabra para señalar que “la única autoridad, también la del Obispo de Roma, es la del servicio; el único poder es el poder de la cruz“.

“Desde el comienzo de mi ministerio como Obispo de Roma, he querido valorar el Sínodo, una de las herencias más bonitas del Concilio Vaticano II”, arrancó el Papa, destacando la belleza de la “colegial responsabilidad pastoral”

“El mundo en el que vivimos, y donde estamos llamados a servir, aun con sus contradicciones, exige de la Iglesia potenciar las sinergias, en todos los ámbitos de su misión“, subrayó, indicando que “el camino de la sinodalidad es el que Dios espera para la Iglesia en el tercer milenio“.

Un camino cuyo significado “está contenido en la palabra ‘Sínodo’. Caminar juntos: laicos, pastores, obispo de Roma. Es un concepto fácil de llevar a palabras, pero difícil de llevar a la práctica”, constató Bergoglio, quien dejó claro, frente a los profetas de desventuras y los expertos en descartes, que “el Pueblo de Dios está constituido por todos los bautizados, llamados a un sacerdocio santo“. Se trata de la “infalibilidad de los creyentes”, del pueblo santo, al que ya se refirió Bergoglio en Evangelii Gaudium.

“El pueblo de Dios es santo en razón de esta unción, que lo hace infalible. Cualquier bautizado, sea cual sea su función en la Iglesia, o su grado de instrucción, es un sujeto activo de evangelización. Es inadecuado un esquema de evangelización con “actores cualificados”; en los que el resto del pueblo de Dios sea mero receptor de sus acciones“, criticó el Papa, que recordó que el “sensus fidei” impide “separar rígidamente los maestros y los discípulos”. Es por ello que “quise consultar al Pueblo de Dios” en sendas encuestas, antes del Sínodo de la Familia.

“Una consulta, en ningún modo, podría bastar para escuchar el sensus fidei. Pero no es posible hablar de familia sin interpelar a las familias, ver sus dolores, esperanzas y angustias”, justificó Francisco, quien añadió que a través de las respuestas a los dos cuestionarios, “hemos tenido la posibilidad de escuchar al menos algunas de esas cuestiones, que le tocan cerca y sobre la que tienen tanto que decir”.

Y es que “una Iglesia sinodal, es una Iglesia de la escucha. Escuchar y sentir. Es una escucha recíproca: pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma. Los unos escuchando a los otros, y todos a la escucha del Espíritu Santo, el espíritu de verdad, para saber qué dice Él a la Iglesia”.

En este punto, “el Sínodo de Obispos es el punto de convergencia de este dinamismo”. “El camino sinodal se inicia escuchando al pueblo, que puede participar en la función profética de Cristo, siguiendo el principio de la Iglesia del primer milenio. El camino continúa escuchando a los pastores, a través de los padres sinodales, auténticos custodios e intérpretes de la fe de toda la Iglesia, que debemos saber distinguir de lo espeso de la opinión pública”.

“En la vigilia del Sínodo del pasado año -recordó el Papa-, afirmaba que el Espíritu Santo, tengamos el don de la escucha. Escucha de Dios, para sentir el grito del pueblo. Escucha del pueblo, para respirar la voluntad a la que Dios nos llama”.

Finalmente, el camino sinodal “culmina en la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como pastor y doctor de todos los cristianos, no a partir de su personal convicción, pero sí como supremo garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la tradición de la Iglesia”, explicó el Papa.

“El hecho de que el Sínodo actúe siempre cum Petro et sub Petro -no sólo cum Petro, también sub Petro- no es una limitación de la libertad, sino una garantía de la unidad”, observó Francisco, quien advirtió que la sinodalidad, “como dimensión constitutiva de la Iglesia” es necesaria para entender el ministerio jerárquico. “Si sostenemos que Iglesia y Sínodo son sinónimos, ninguno puede ser elevado por encima del otro. En la Iglesia es necesario que cualquiera se abaje para entrar al servicio de llos hermanos durante el camino”. Desde el Papa hasta los fieles.

“Jesús ha constituido a la Iglesia, poniendo en su vértice al colegio apostólico, en la que Pedro es la roca, que tiene que confirmar a sus hermanos en la fe. Pero en esta Iglesia, como en una pirámide dada la vuelta, el vértice se coloca en el lugar de la base, por eso los que ejercen la autoridad se llaman “ministros”, porque son los más pequeños de todos. Sirviendo al pueblo de Dios”, recordó el Papa a los obispos. Y se puso a sí mismo de ejemplo, como vicario de Cristo, “vicario del mismo Jesús que en la Última Cena se inclinó a lavar los pies de los apóstoles”.

Los sucesores de Pedro no son sino los siervos de los siervos de Dios“, recordó el Papa. Y fue más allá: “la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz”. Las palabras de Jesús, Quien quiera ser el primero, que sea el servidor, resultan fundamentales. “Aquí radica el ministerio de la Iglesia”, subrayó.

“En una Iglesia sinodal, el Sínodo de Obispos es solo la manifestación más evidente de un dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales (…). Así, el Sínodo, que representa al episcopado católico, se convierte en expresión de la colegialidad episcopal, dentro de una Iglesia toda sinodal”, reclamó Francisco, quien puso como ejemplo las iglesias particulares, las provincias y regiones episcopales, las conferencias episcopales… y el Papado.

“En una Iglesia sinodal no es oportuno que el Papa sustituya al episcopado local en el discernimiento de cada problemática. En este sentido, veo la necesidad de proceder a una saludable descentralización“, proclamó Francisco, arrancando la única ovación que interrumpió su discurso.

Por ello, el Papa mostró su empeñó en “edificar una Iglesia sinodal en misión, a la que todos seamos llamados, según el rol que el Señor nos diga”. Laicos, obispos, Papa de Roma. Con unas implicaciones ecuménicas, que implican el propio “ejercicio del primado petrino”.

“Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado petrino recibirá una mayor luz. El Papa no está por sí mismo, por encima de la Iglesia, pero sí dentro de ella como bautizado entre bautizados; dentro del colegio episcopal como obispo de obispos, y llamado a la vez, como sucesor de Pedro, a guiar la Iglesia de Roma, que preside en el amor a toda la Iglesia”.

Por ello, reclamó “la necesidad, la urgencia, de pensar en una conversión del Papado”, para llegar a “una Iglesia sinodal en un mundo que invoca la participación, la solidaridad y la transparencia”. “Como Iglesia que camina junto a los hombres, partícipe de los trabajos de la Historia, custodiamos el sueño de la dignidad inviolable del pueblo y del servicio de la autoridad, podrán ayudarnos a que la sociedad civil se edifique en la justicia y la fraternidad, generando un mundo más bello para las generaciones posteriores”, concluyó, en un discurso histórico.