Comentario de Luis Alemán Mur

LA FUENTE Q

Nag Hammadl. 1.945. Territorio Egipcio. Se descubren 13 códices del siglo IV d.C. Escritos en copto, traducciones del griego. Aparece el evangelio de Tomás

Mar Muerto. 1947. En una cueva un beduino descubre cántaros con manuscritos judíos siglo I a. C. En diez cuevas van apareciendo más manuscritos llamados los manuscritos de Qumrán. Aportan gran conocimiento del judaísmo en tiempos de Jesús.

Documento Q. Desde mediados del siglo XIX hasta mediados s. XX. Se encuentra esta “fuente” (“quelle” en alemán) de los evangelios llamado documento Q. No se encontró en ninguna cueva ni en ninguna vasija. Diríamos que se hallaba oculto, como enterrado, en los evangelios de Mateo y Lucas. Salió a la luz a mediados del siglo XIX como consecuencia no de excavaciones sino de estudios muy laboriosos realizados con técnica de forenses especialistas en Nuevo Testamento, desmenuzando versículo a versículo, los evangelios. Todo documento de la antigüedad y por tanto la sagrada escritura es imposible comprenderla sin un previo estudio.

En primer lugar se llegó a la conclusión cierta de que el primer evangelio que se escribió no fue el de Mateo ni Lucas sino el de Marcos. A Marcos lo utilizan Mateo y Lucas como matriz y guía. De ahí que se les llamen los tres evangelios sinópticos. Mateo y Lucas cogen como guía y fuente fundamental para su escrito a Marcos. Aunque cada uno de ellos añadan sus propias fuentes.

Además de descubrir que el evangelio más antiguo fue el de Marcos, se descubrió que Mateo y Lucas tenían en común más de doscientos versículos que no se encuentran en Marcos. Si ellos conocían el evangelio de Marcos que era el más antiguo ¿De qué fuente común sacaron estos versículos? ¿Dónde estaba esa otra fuente (quelle) a la que acudieron para extraer esos doscientos y pico versículos que solo ellos aportan?

Tanto Mateo como Lucas, además de utilizar a Marcos, e incorporar esos versículos, recurren por separado a otras fuentes o tradiciones distintas.

Introducción al “proto-evangelio de dichos Q”

Bibliografía:

  • “El documento Q en griego y en español”. J.M. Robinson. Sígueme
  • “Dichos primitivos de Jesús. Introducción al proto-evangelio de dichos Q”. Santiago
  • Guijarro. Sígueme
  • “El documento Q. los primeros dichos de Jesús”. Senén Vidal. Sal Terre.
  • “Nuevo Testamento. Edición preparada por Senén Vidal (introducción). Sal Terre

El movimiento de Jesús en Galilea.

(Un movimiento desconocido y olvidado)

El “Documento Q” contiene, en primer lugar, una información histórica de gran interés, ya que gracias a él es posible identificar un a grupo de discípulos de Jesús del que hablan muy poco otras fuentes. Este conocimiento permite ampliar el mapa de los grupos de discípulos de Jesús durante la generación apostólica (30-70 d.C.), la menos conocida.

Las fuentes sobre los primeros años del cristianismo son muy escasas. Se reducen prácticamente a las cartas auténticas de Pablo y al libro de los Hechos de los apóstoles. Las cartas auténticas de Pablo (1Tes, 1-2 Cor, Gal, Flp, Flm y Rom) fueron escritas en la década de los cincuenta en diversos lugares de Grecia y Asia Menor. Reflejan la vida e inquietudes de un grupo concreto de misioneros y de las comunidades fundadas por ellos, pero dicen muy poco acerca de otros grupos contemporáneos de discípulos de Jesús. El libro de los Hechos, escrito durante la segunda generación, cuenta la historia de este mismo grupo de misioneros y comunidades (Hch 13-28), aunque también recoge informaciones sobre la etapa precedente (Hch 1-12).

La concentración de estas fuentes en el cristianismo paulino ha hecho que otros grupos y trayectorias de la primera generación hayan quedado en la penumbra a los ojos del historiador. Tanto Pablo como el autor del libro de los Hechos escriben desde dentro de este grupo y ello condiciona su visión de la historia del cristianismo naciente.

Según Hechos, la difusión del mensaje cristiano siguió una trayectoria que comenzó en Jerusalén, pasó por Samaria, se detuvo en Antioquía, llegó hasta las ciudades de Asia Menor y Grecia y finalmente alcanzó Roma, la capital del impero. Hechos no habla de la difusión del cristianismo en Galilea o en Siria Oriental, aunque conoce la existencia de grupos de discípulos en ambas regiones (Hch 9, 1-25,31). Su relato está condicionado por el interés de describir el camino que ha seguido el Evangelio desde Jerusalén hasta las comunidades fundadas por Pablo.

Los demás grupos de discípulos de la primera generación se mencionan en la medida en que son necesarios para entender el proceso que ha llevado el Evangelio hasta dichas comunidades. Se habla con cierto detalle de la actividad de los Doce en Jerusalén (Hch 2-5), pero se dice muy poco acerca de los años en que esta comunidad estuvo gobernada por Santiago y los presbíteros. Se habla también del grupo de los helenistas, pero sólo como portadores del mensaje desde Jerusalén hasta Antioquía (Hch 6-12), que sería el punto de partida de la misión paulina.

Sobre estos y otros grupos de la primera generación tenemos informaciones muy fragmentarias y no conocemos con certeza ningún escrito procedente de ellos. “El documento Q” reviste un especial interés desde el punto de vista histórico, porque podría proporcionarnos informaciones muy valiosas acerca de uno de estos grupos de discípulos de Jesús durante la primera generación cristiana.

Al hablar del contexto vital de Q se llega a la conclusión de que este documento fue compuesto en Galilea antes de la guerra judeo-romana. Si esta conclusión es acertada, Q podría ser el “eslabón perdido” que explicaría la continuidad del movimiento de Jesús en Galilea. Galilea fue, en efecto, el escenario de la actividad de Jesús y sus primeros discípulos. Algunos evangelios mencionan incluso apariciones suyas en Galilea (Mt 28, 16-20; Jn 21, 1-14). Nada se dice, sin embargo, de la actividad de estos discípulos en Galilea durante la primera generación. Mar tarde, sin embargo, las fuentes literarias y arqueológicas revelan la existencia de grupos cristianos en esta región. ¿Qué sucedió durante la primera generación? ¿Cómo se explica la continuidad entre la actividad de Jesús y los grupos de la segunda generación? La respuesta a estas preguntas podría encontrarse en el “Documento Q”.

Un “kerigma” diferente.

(Un mensaje diferente)

La segunda aportación del “Documento Q” al estudio de los orígenes cristianos es de carácter teológico. El grupo de Q tenía lo que hoy llamaríamos “una teología propia”, que revela la riqueza teológica del cristianismo naciente.

También en este aspecto las fuentes que han llegado hasta nosotros transmiten la impresión de una gran uniformidad. Las cartas de Pablo contienen una elaborada reflexión teológica que se asienta sobre el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús. Esta convicción de Pablo y sus comunidades está bien reflejada en un pasaje de la primera Carta a los Corintios, en el que Pablo se hace eco de una antigua formulación del kerigma cristiano (1 Cor 15, 1-8):

1. Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, 2. por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué… Si no, ¡habríais creído en vano! 3. Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; 4. que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; 5. que se apareció a Cefas y luego a los Doce; 6. después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. 7. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. 8. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo.

En el cristianismo paulino, que ejerció un gran influjo sobre las comunidades de la segunda generación, el fundamento de la existencia cristiana era la fe en la muerte y resurrección de Jesús, entendidos como acontecimientos salvíficos (“por nuestros pecados”). Este kerigma de la muerte y resurrección tiene probablemente su origen en los primeros grupos cristianos de Jerusalén y Antioquía. Fue tal la importancia que tuvo en la vivencia de estas comunidades y del cristianismo paulino que sustituyó al kerigma de la llegada del Reino anunciado por Jesús.

En el “Documento Q”, como hemos visto en el capítulo precedente, este kerigma pascual tiene muy poca relevancia. La muerte de Jesús era un acontecimiento conocido por los redactores y destinatarios de Q. parece incluso que trataron de explicar su sentido con ayuda de un esquema teológico que explicaba el sentido de la muerte de los enviados de Dios. y parece también que Jesús era para ellos un personaje vivo, cuya muerte había sido de algún modo vindicada por Dios. Sin embargo estos acontecimientos no tenían para ellos la misma importancia que tenían para los grupos que asentaban su fe sobre el kerigma paulino.

Durante algún tiempo se pensó que los destinatarios de Q conocían este kerigma y que esta colección de dichos sería una especie de complemento catequético de carácter ético, pero parece que la escasa importancia de la muerte y resurrección en el “Documento Q” es más bien un indicio de su peculiaridad teológica. Q no presupone el kerigma paulino, sino que tiene su propio kerigma y representa un tipo de reflexión teológica diferente. El kerigma de Q no está centrado en la muerte y resurrección de Jesús, sino en su venida como Hijo del hombre. Esta venida está estrechamente vinculada al anuncio del juicio inminente y tiene su raíz en la proclamación de Jesús, el cual anunció la inminente llegada del reinado de Dios. El grupo de Q no veía en la muerte y resurrección de Jesús el cumplimiento de su anuncio sobre la llegada del Reino, sino que esperaba que dicho anuncio se cumpliera con su segunda venida, momento en que tendría lugar el juicio de Dios sobre esta generación. Esto significa que el anuncio de la llegada del Reino, tema central de la predicación de Jesús (Q 6, 20; 7, 28; 10, 9; 11, 20; 12, 31, 18.20.28…), fue interpretado por Q en clave apocalíptica.

El tema dominante de la cristología de Q es la actualización del anuncio de Jesús. La tarea de los misioneros consiste en seguir proclamando la inminente llegada del reinado de Dios (Q 11,2). Pero este mensaje posee para ellos un nuevo significado después de la muerte de Jesús, pues dicho Reino llegará cuando venga el Hijo del hombre y tenga lugar el juicio sobre esta generación. Existe continuidad entre Jesús y el grupo de Q, pero eta continuidad no se encuentra en el kerigma de su muerte y resurrección, sino en la proclamación de su mismo anuncio sobre la llegada del reinado de Dios, que para ellos tenía un nuevo significado.

El “Documento Q” refleja, por tanto, un kerigma diferente que se sustenta en una cristología diferente. No sólo es diferente la interpretación de la muerte de Jesús, sino la misma forma de entender su anuncio central y su persona. Para el grupo de Q, Jesús era ante todo el Hijo del hombre que había de venir y cuya venida había que preparar. Entre su primera venida y la segunda, Jesús seguía presente en la comunidad a través de su enseñanza. Era una forma de presencia diferente a la del resucitado, pero era también una presencia real, que alentaba y animaba a los discípulos para que viviesen en constante referencia a Dios.

(Santiago Guijarro p. 85-92)