11 de octubre de 2015

Marcos 10,17-30

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego síguerne.»
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!»
Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.» Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?» Jesús se les quedó mirando. y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»
Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.»

Palabra del Señor.

«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús recorre Galilea como mensajero que anuncia la llegada del Reino de Dios. Un rico se acerca preguntando qué tiene que hacer para entrar en ese Reino. “Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.” Los mandamientos eran claros desde hacía tiempo: exigencias de la antigua alianza (Ex 20; Dt 5) “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.”

«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego síguerne.» A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús quiere descubrir la verdad de un rico, (que lo tiene todo resuelto) ante la realidad del Reino que él proclama. El rico se va. Prefiere su moral y sus riquezas. Su tranquilidad y sus riquezas hacen que Dios y sus pobres sólo le estorben.

¡Qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Si Dios es imprescindible para la plenitud de cualquier hombre sea rico, pobre, laico o clérigo tendrán que tener en cuenta que Dios va unido al pobre. No hay moral antigua o moderna que sea suficiente para llegar al reino que proclama Jesús. A ese Reino de Dios sólo se entra de la mano de un pobre. No hay progreso para la sociedad si se consigue marginando u olvidándose del pobre. La riqueza del hombre o de las naciones puede ser una condenación humana si se deja en la cuneta a miles de refugiados o naciones empobrecidas.

«Entonces, ¿quién puede salvarse?». Lo que es imposible para el hombre, Dios puede arreglarlo de otras formas.

Luis Alemán Mur.