NO ESTÁ LA PERFECCIÓN EN LOS GUSTOS, SINO EN QUIEN AMA MÁS

La persona se cura por la apertura total al otro, podemos decir a Dios y a los demás; el caso es romper el cerco del ego con el amor,y la entrega, la persona se abre a la mediación del otro. Es caer en la cuenta que no soy el centro del mundo, que en la vida no solo cuenta mi voluntad, lo que quiero, lo que digo, lo que pienso, lo que hago; el “yo, mi, me, conmigo” pasa al tú y para ti. Antes de pensar en mí, pienso en lo que el otro necesita, lo que quiere, lo que le gusta, e intento estar ahí para complacerle, para tenderle una mano o simplemente para escucharle y acompañarle. Salgo de mí hacia el otro/Otro.

Porque entre Dios y los demás no hay distinción, cuando estoy con uno, estoy con los otros. Si está en mí, si yo no estoy hueca sino que tengo una compañía, lo mismo sucede con los demás.

Teresa nos hablaba de “rendir la voluntad”, dejar nuestros proyectos, esquemas, planes, intenciones y aceptar los imprevistos de Dios que se manifiestan en cada pequeño detalle de las personas que nos rodean. Puede que en nuestro lenguaje actual eso de rendir la voluntad suene a sumisión, pero no se trata de eso, ya que no es el otro el que me impone algo, sino que soy yo quien quiero poner mi vida al servicio suyo. No es por masoquismo, esta ascesis recordemos que no es a base de “brazos”, es decir, con esfuerzo y a la fuerza. El masoquismo se deja a un lado, para caminar con suavidad. Yo lo hago porque quiero, libremente, nadie me obliga, solo he descubierto que puedo liberarme de la tiranía del capricho de mi egoísmo y cuando estoy pendiente de lo que quieren los demás mi felicidad crece porque me voy realizando como persona. Mi pequeño mundo egoísta se abre a los mundos de los demás y se abren nuevos horizontes.

Si esos imprevistos que la convivencia nos presenta, son capaces de sacarnos de nuestras casillas, podremos ver que somos una más de esas almas concertadas, incapaces de liberarse del propio ego y que tienen miedo a perder su cuadriculado mundo planificado. Si aceptamos con humildad esos imprevistos de cada día, la paz nos descubrirá un equilibrio en nuestra vida que habla de obediencia, es decir, amor que siempre está dispuesto a complacer al otro. Eso es la obediencia, no se trata de renunciar a mi voluntad para hacer la de otro porque sí, rindo mi voluntad porque no soy la única que piensa, quiere y hace en este mundo, mi yo cuenta con los demás. Obedecer es liberarse del propio egoísmo para escuchar las necesidades de los demás y eso lo podemos hacer por la humildad que nos baja de la peana del propio egoísmo para abrir al amor que sirve. Humildad no es humillarse, el humilde solo reconoce su propia fragilidad e indigencia, porque se conoce sabe realmente cómo es y hasta dónde puede llegar, no alardea de ser lo que no es.

Ya nos hemos reconciliado con estas dos palabras que no están de modas, ahora “entendemos” su verdadero significado y son más cotidianas de lo que creíamos, ahora forman parte de este proceso de autoconocimiento y cimientan la propia personalidad. Teresa definía la humildad como “andar en verdad”, simplemente, no pretender más de lo que somos.

Textos para la lectura

TERCERAS MORADAS CAPÍTULO SEGUNDO (continuación)

8. Como vamos con tanto seso, todo nos ofende, porque todo lo tememos; y así no osamos pasar adelante, como si pudiésemos nosotras llegar a estas moradas y que otros anduviesen el camino. Pues no es esto posible, esforcémonos, hermanas mías, por amor del Señor; dejemos nuestra razón y temores en sus manos; olvidemos esta flaqueza natural, que nos puede ocupar mucho […] que el caminar que digo es con una grande humildad; que si habéis entendido, aquí creo está el daño de los que no van adelante; sino que nos parezca que hemos andado pocos pasos y lo creamos así, y los que andan nuestras hermanas nos parezcan muy presurosos, y no sólo deseemos sino que procuremos nos tengan por la más ruin de todas.

9. Y con esto este estado es excelentísimo; y si no, toda nuestra vida nos estaremos en él y con mil penas y miserias. Porque, como no hemos dejado a nosotras mismas, es muy trabajoso y pesado; porque vamos muy cargadas de esta tierra de nuestra miseria, lo que no van los que suben a los aposentos que faltan. En éstos no deja el Señor de pagar como justo, y aun como misericordioso, que siempre da mucho más que merecemos, con darnos «contentos» harto mayores que los podemos tener en los que dan los regalos y distraimientos de la vida; mas no pienso que da muchos «gustos» si no es alguna vez, para convidarlos con ver lo que pasa en las demás moradas, porque se dispongan para entrar en ellas.

10. Pareceros ha que contentos y gustos todo es uno, que para qué hago esta diferencia en los nombres. – A mí paréceme que la hay muy grande; ya me puedo engañar. Diré lo que en esto entendiere en las moradas cuartas que vienen tras éstas; porque como se habrá de declarar algo de los gustos que allí da el Señor, viene mejor, y aunque parece sin provecho, podrá ser de alguno, para que, entendiendo lo que es cada cosa, podáis esforzaros a seguir lo mejor; y es mucho consuelo para las almas que Dios llega allí y confusión para las que les parece que lo tienen todo, y si son humildes moverse han a hacimiento de gracias; si hay alguna falta de esto, darles ha un desabrimiento interior y sin propósito; pues no está la perfección en los gustos, sino en quien ama más, y el premio lo mismo, y en quien mejor obrare con justicia y verdad.

11. Pareceros ha que de qué sirve tratar de estas mercedes interiores y dar a entender cómo son, si es esto verdad, como lo es. – Yo no lo sé […] Cuánto más que si son de Dios, vienen cargados de amor y fortaleza, con que se puede caminar más sin trabajo e ir creciendo en las obras y virtudes. No penséis que importa poco que no quede por nosotros, que cuando no es nuestra la falta, justo es el Señor, y Su Majestad os dará por otros caminos lo que os quita por éste por lo que Su Majestad sabe, que son muy ocultos sus secretos; al menos será lo que más nos conviene, sin duda ninguna.

12. Lo que me parece nos haría mucho provecho a las que por la bondad del Señor están en este estado (que, como he dicho, no les hace poca misericordia, porque están muy cerca de subir a más), es estudiar mucho en la prontitud de la obediencia; y aunque no sean religiosos, seria gran cosa -como lo hacen muchas personas- tener a quien acudir para no hacer en nada su voluntad, que es lo ordinario en que nos dañamos; y no buscar otro de su humor,mcomo dicen, que vaya con tanto tiento en todo, sino procurar quien esté con mucho desengaño de las cosas del mundo, que en gran manera aprovecha tratar con quien ya le conoce para conocernos, y porque algunas cosas que nos parecen imposibles, viéndolas en otros tan posibles y con la suavidad que las llevan, anima mucho y parece que con su vuelo nos atrevemos a volar, como hacen los hijos de las aves cuando se enseñan, que aunque no es de presto dar un gran vuelo, poco a poco imitan a sus padres. En gran manera aprovecha esto, yo lo sé. Acertarán, por determinadas que estén en no ofender al Señor personas semejantes, no se meter en ocasiones de ofenderle; porque como están cerca de las primeras moradas, con facilidad se podrán tornar a ellas; porque su fortaleza no está fundada en tierra firme, como los que están ya ejercitados en padecer, que conocen las tempestades del mundo, cuán poco hay que temerlas ni que desear sus contentos y sería posible con una persecución grande volverse.

13. Miremos nuestras faltas y dejemos las ajenas, que es mucho de personas tan concertadas espantarse de todo; y por ventura de quien nos espantamos, podríamos bien deprender en lo principal; y en la compostura exterior y en su manera de trato le hacemos ventajas; y no es esto lo de más importancia, aunque es bueno, ni hay para qué querer luego que todos vayan por nuestro camino, ni ponerse a enseñar el del espíritu quien por ventura no sabe qué cosa es; que con estos deseos que nos da Dios, hermanas, del bien de las almas podemos hacer muchos yerros; que el Señor tendrá cuidado de sus almas. Como no nos descuidemos nosotras en suplicarlo a Su Majestad, haremos harto provecho con su favor. ¡Sea por siempre bendito!

Mª Rosa Bonilla