Domingo 23º del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Marcos 7,31-37

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Palabra del Señor

“Dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Decápolis se llamaba a una federación de diez ciudades helenísticas con una fuerte minoría judía. Eran dependientes de la provincia romana de Siria. Como eran limítrofes a Palestina, es lógico que la actividad de Jesús aparezca en los evangelios. (Mateo 4, 25. Mc 5,20.)”

“Le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Marcos Tiene una apariencia de sencillez o simpleza. Sin embargo es un escritor que enriquece lo que escribe con un simbolismo que hay que descubrir para entender el significado de su evangelio. La figura de Jesús frente a un sordo mudo, no solo resumen la historia de aquel galileo frente a su pueblo judío. Llega uno a pensar si no seguirá Jesús frente a una sociedad charlatana y sorda, o puede que su iglesia también haya permanecido sorda a su mensaje y solemne lenguaraz durante tantos siglos.”

“Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»”. “Mirando al cielo, suspiró y dijo: Ábrete” En los momentos graves, mira al cielo. Una muestra exterior de su gran fe. Podemos entender al Jesús histórico de formas distintas, pero lo que es evidente es que fue un hombre pegado a Dios. Cuando un día dijo “pedid y se os dará” expresaba su experiencia interior.

“Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos”. No era humildad. Era prudencia ante Jerusalén. Sabía que le seguían. A Jesús lo único que le interesaba es abrir una boca cerrada y unos oídos sordos. Aquello no era campaña publicitaria.

“Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»” Es curioso que en cuanto un hombre, o una religión, o un grupo político llega al poder lo primero que pretenda sea dejar mudos al pueblo. Hacer el bien, para Jesús era, para empezar, dejar hablar al mudo y oír al sordo. Nuestra iglesia católica pretendió casi siempre enmudecer a los fieles. Y nos gusta o nos duele que entre nosotros se mantenga el dicho latino de “Roma locuta, causa finita”. ¡Bonito dicho, pero no evangélico!

Luis Alemán Mur