Hemos de darnos cuenta que Teresa trata de ayudar a recorrer este camino exponiendo lo que es su propia experiencia; no impone, ni obliga, solo sugiere y propone, la decisión es personal. No usa el término “hay que…” o “se debe…” sino “procure“. Porque este camino se recorre con suavidad y no a fuerza de brazos. Hemos visto en la primeras moradas que se trata de querer entrar en el conocimiento propio, la importancia de entender y el amor concreto en que se traduce. Comenzamos las segundas moradas. Procuremos no detenernos y avanzar, sin prisa, al paso de cada uno y entendiendo bien cuanto sucede. 

La primera indicación: perseverancia, no basta con los buenos deseos que acaban en nada. Hay que ser constantes, intentarlo, seguir en el empeño, Teresa conoce las muchas dificultades que quitan las ganas de continuar hacia el propio conocimiento. Por eso hace falta un empeño decidido, una voluntad firme, fuerte que se traduce en perseverancia. Es importante que los comienzos sean por el buen camino, no errar en los fundamentos, importante entender lo que es fundamental y descartar lo accesorio; y propone un medio que ella ya ha experimentado. Lo explicará en estas moradas.

Dos cosas a destacar en estas segundas moradas: En primer lugar Teresa las describe como un combate, para ella siempre están presentes las batallas de la vida, las muchas contradicciones, dificultades y conflictos, por eso se necesita perseverancia para no desanimarse ni echarse atrás. Y en segundo lugar, es en estas moradas se puede escuchar la llamada de Dios y entenderla. Ahora tendrá un rostro propio, el de Jesús de Nazaret, el Maestro, el Esposo, el Señor, el Cristo, el Resucitado. Es nuestro “Dechado”, de quien “deprendemos” todo en este camino que nos lleva al propio conocimiento. Porque su Humanidad nos descubre la plenitud de nuestro ser. Jesús nos revela la verdadera imagen de Dios, el rostro del Padre y al mismo tiempo nos descubre nuestra verdadera identidad. Se nos habla de la centralidad de Jesús, él sale a nuestro encuentro, nos llama por nuestro nombre y nos invita a seguirle, a compartir con él, a ir a vivir con él y como él. De su mano recorreremos el camino, pero es necesario perseverar, también lo dice el evangelio de Juan.

Ahora es necesario meditar la palabra de Jesús, la lectura de los evangelios es fundamento para conocerle, para poder seguir tras de él. La puerta de esta castillo es la oración, en estas segundas moradas la oración es meditación que es reflexionar, rumiar y hacer propias las palabras del evangelio, no lo que nos han dicho sobre Jesús de Nazaret, sino lo que dicen los evangelios de él. cuidado con las interpretaciones sobre el evangelio, vayamos a la verdadera fuente, no inventemos una figura de Jesús, aprendamos la verdad de su vida: pasó haciendo el bien a todos. Para ello es necesario “entender” lo que nos dicen las palabras del evangelio, dejando a un lado prejuicios y abriéndonos de par en par y escuchar.

Textos para la lectura

MORADAS SEGUNDAS CAPÍTULO ÚNICO

Que trata de lo mucho que importa la perseverancia para llegar a las postreras moradas, y la gran guerra que da el demonio, y cuánto conviene no errar el camino en el principio. Para acertar, da un medio que ha probado ser muy eficaz.

1. Ahora vengamos a hablar cuáles serán las almas que entran a las segundas moradas y qué hacen en ellas. Querría deciros poco, porque lo he dicho en otras partes bien largo […]

2. Es de los que han ya comenzado a tener oración y entendido lo que les importa no se quedar en las primeras moradas, mas no tienen aún determinación para dejar muchas veces de estar en ella, porque no dejan las ocasiones, que es harto peligro. Mas harta misericordia es que algún rato procuren huir de las culebras y cosas emponzoñosas, y entender que es bien dejarlas. Estos, en parte, tienen harto más trabajo que los primeros, aunque no tanto peligro, porque ya parece los entienden, y hay gran esperanza de que entrarán más adentro. Digo que tienen más trabajo, porque los primeros son como mudos que no oyen, y así pasan mejor su trabajo de no hablar, lo que no pasarían, sino muy mayor, los que oyesen y no pudiesen hablar. Mas no por eso se desea más lo de los que no oyen, que en fin es gran cosa entender lo que nos dicen. Así éstos entienden los llamamientos que les hace el Señor; porque, como van entrando más cerca de donde está Su Majestad, es muy buen vecino, y tanta su misericordia y bondad, que aun estándonos en nuestros pasatiempos y negocios y contentos y baraterías del mundo, y aun cayendo y levantando en pecados (porque estas bestias son tan ponzoñosas y peligrosa su compañía y bulliciosas que por maravilla dejarán de tropezar en ellas para caer), con todo esto, tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una vez u otra no nos deja de llamar para que nos acerquemos a El; y es esta voz tan dulce que se deshace la pobre alma en no hacer luego lo que le manda; y así -como digo- es más trabajo que no lo oír.

3. No digo que son estas voces y llamamientos como otras que diré después sino con palabras que oyen a gente buena o sermones o con lo que leen en buenos libros y cosas muchas que habéis oído, por donde llama Dios, o enfermedades, trabajos, y también con una verdad que enseña en aquellos ratos que estamos en la oración; sea cuan flojamente quisiereis, tiénelos Dios en mucho. Y vosotras, hermanas, no tengáis en poco esta primera merced ni os desconsoléis aunque no respondáis luego al Señor, que bien sabe Su Majestad aguardar muchos días y años, en especial cuando ve perseverancia y buenos deseos. Esta es lo más necesario aquí, porque con ella jamás se deja de ganar mucho. Mas es terrible la batería que aquí dan los demonios de mil maneras y con más pena del alma que aun en la pasada; porque acullá estaba muda y sorda, al menos oía muy poco y resistía menos, como quien tiene en parte perdida la esperanza de vencer; aquí está el entendimiento más vivo y las potencias más hábiles: andan los golpes y la artillería de manera que no lo puede el alma dejar de oír. Porque aquí es el representar los demonios estas culebras de las cosas del mundo y el hacer los contentos de él casi eternos, la estima en que está tenido en él, los amigos y parientes, la salud en las cosas de penitencia (que siempre comienza el alma que entra en esta morada a desear hacer alguna), y otras mil maneras de impedimentos.

5. ¡oh Señor y Dios mío! que la costumbre en las cosas de vanidad y el ver que todo el mundo trata de esto lo estraga todo. Porque está tan muerta la fe, que queremos más lo que vemos que lo que ella nos dice; y a la verdad, no vemos sino harta malaventura en los que se van tras estas cosas visibles. […] Cierto, pasa el alma aquí grandes trabajos; en especial si entiende el demonio que tiene aparejo en su condición y costumbres para ir muy adelante, todo el infierno juntará para hacerle tornar a salir fuera.

6. ¡Oh Señor mío!, aquí es menester vuestra ayuda, que sin ella no se puede hacer nada. Por vuestra misericordia no consintáis que esta alma sea engañada para dejar lo comenzado. Dadle luz para que vea cómo está en esto todo su bien, y para que se aparte de malas compañías; que grandísima cosa es tratar con los que tratan de esto; allegarse no sólo a los que viere en estos aposentos que él está, sino a los que entendiere que han entrado a los de más cerca; porque le será gran ayuda, y tanto los puede conversar, que le metan consigo. Siempre esté con aviso de no se dejar vencer; porque si el demonio le ve con una gran determinación de que antes perderá la vida y el descanso y todo lo que le ofrece que tornar a la pieza primera, muy más presto le dejará.

7. Aunque otras veces he dicho esto, importa tanto que lo torno a decir aquí: es que no se acuerde que hay regalos en esto que
comienza, porque es muy baja manera de comenzar a labrar un tan precioso y grande edificio; y si comienzan sobre arena, darán con todo en el suelo; nunca acabarán de andar disgustados y tentados. Porque no son éstas las moradas adonde se llueve el maná; están más adelante, adonde todo sabe a lo que quiere un alma, porque no quiere sino lo que quiere Dios. Es cosa donosa que aún nos estamos con mil embarazos e perfecciones y las virtudes que aun no saben andar, sino que ha poco que comenzaron a nacer, y aun plega a Dios estén comenzadas, ¿y no habemos vergüenza de querer gustos en la oración y quejarnos de sequedades? Nunca os acaezca, hermanas; abrazaos con la cruz que vuestro Esposo llevó sobre sí y entended que ésta ha de ser vuestra empresa; la que más pudiere padecer, que padezca más por El, y será la mejor librada. Lo demás, como cosa accesoria, si os lo diere el Señor dadle muchas gracias.

8. Pareceros ha que para los trabajos exteriores bien determinadas estáis, con que os regale Dios en lo interior. – Su Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué le aconsejar lo que nos ha de dar, que nos puede con razón decir, que no sabemos lo que pedimos. Toda la pretensión de quien comienza oración (y no se os olvide esto, que importa mucho) ha de ser trabajar y determinarse y disponerse con cuantas diligencias pueda a hacer su voluntad conformar con la de Dios; y -como diré después- estad muy cierta que en esto consiste toda la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual: quien más perfectamente tuviere esto, más recibirá del Señor y más adelante está en este camino.
No penséis que hay aquí más algarabías ni cosas no sabidas y entendidas, que en esto consiste todo nuestro bien. Pues si erramos en el principio, queriendo luego que el Señor haga la nuestra y que nos lleve como imaginamos, ¿qué firmeza puede llevar este edificio? Procuremos hacer lo que es en nosotros y guardarnos de estas sabandijas ponzoñosas; que muchas veces quiere el Señor que nos persigan malos pensamientos y nos aflijan, sin poderlos echar de nosotros, y sequedades; y aun algunas veces permite que nos muerdan, para que nos sepamos mejor guardar después y para probar si nos pesa mucho de haberle ofendido.

Mª Rosa Bonilla