En el inicio de la lectura de este libro de las Moradas lo primero que descubrimos es el alto concepto que Teresa tiene de la persona, su gran dignidad. Es una visión positiva que lleva a lo esencial: lo que somos en nuestro interior. No todas las mascaras o capas externas que nos han ido disfrazando, sino la grandeza del ser humano en si mismo. Y eso sólo se puede descubrir entrando. Hay que meterse dentro de sí, es decir, entrar en el castillo para conocernos a nosotros mismos.

La psicología nos ayuda, los métodos y distintas técnicas nos enseñan la introspección por la que entramos en el intrincado mundo interior que hemos construido y que poco a poco podemos limpiar y simplificar. Este es el camino que Teresa propone en este libro de las Moradas, ella lo ha hecho de la mano de Jesucristo, no se puede desligar de su fe cristiana, es lo que conoce, es lo que se vive en esa España de la Castilla del siglo XVI. Dios está siempre presente e invade todos los terrenos de la vida. Dios es algo y alguien connatural, como la muerte. Sin embargo hoy puede que sea un extraño.

Las palabras de Teresa sirven para todas las personas, para el que cree y para el que no, es un camino hacia el interior de si mismo, descubrir quienes y como somos. Yo creo, como ella, que ahí encontramos a Dios, pero se necesita fe y no todos la tienen, pero si pueden conocerse a sí mismo y a eso nos invita Teresa para transformarnos y ser mejores personas. Es evidente la connaturalidad de la presencia de Dios en la palabra de Teresa, nuestro lenguaje se ha alejado de Dios, pero sigue estando ahí, tanto si lo conocemos como si lo hemos rechazado. Lo sepamos o no, hay una tendencia en el ser humano a la trascendencia, lo bauticemos con el nombre que queramos, por eso todos tenemos la posibilidad de hacer este camino.

El primer paso para el propio conocimiento, según este itinerario propuesto por Teresa, es conocer que imagen de Dios tengo. Ella nos ha dicho, siguiendo las palabras de la Biblia, que estamos hechos a imagen de Dios. Si somos imagen suya hemos de buscar la verdadera imagen de Dios, pues hemos hecho muchas falsas imágenes. Esto implica un proceso basado en la verdad, y la verdad se cimenta en la humildad. Ya tenemos dos pilares, el tercero será la libertad, estrechamente vinculada.

Con ello podemos empezar a dedicar cada día un tiempo de silencio, Teresa habla de la oración como la puerta hacia el interior de sí misma, porque su experiencia es cristiana, su fe es su experiencia fundamental y se apoya en la persona de Jesucristo, en su humanidad, como ella dice. Porque no se trata de divagaciones filosóficas, ni psicológicas, ni experiencias supracorpóreas. Se trata de una experiencia real que transforma la propia persona, un conocimiento tan verdadero que echa por tierra todos los esquemas preconcebidos y abre la puerta a una nueva visión de la vida.

Ese es el itinerario que vamos a ir haciendo con la lectura de las Moradas. Primer paso: querer entrar en mi interior para ver quién soy y qué imagen de Dios tengo. Y necesito: determinación para querer hacerlo y un espacio y tiempo diario para el silencio, sin miedos ni cobardías, teniendo grandes deseos.

Textos para la lectura

PRIMERAS MORADAS CAPÍTULO SEGUNDO. Trata también algo sobre el propio conocimiento. – Dice cómo se han de entender estas moradas.

1. […] Con ser tan capaz para gozar de Su Majestad como el cristal para resplandecer en él el sol. Ninguna cosa le aprovecha; y de aquí viene que todas las buenas obras que hiciere, estando así en pecado mortal, son de ningún fruto para alcanzar gloria; porque no procediendo de aquel principio, que es Dios, de donde nuestra virtud es virtud, y apartándonos de El, no puede ser agradable a sus ojos; pues, en fin, el intento de quien hace un pecado mortal no es contentarle, sino hacer placer al demonio, que como es las mismas tinieblas, así la pobre alma queda hecha una misma tiniebla.

3. Es de considerar aquí que la fuente y aquel sol resplandeciente que está en el centro del alma no pierde su resplandor y hermosura que siempre está dentro de ella, y cosa no puede quitar su hermosura. Mas si sobre un cristal que está al sol se pusiese un paño muy negro, claro está que, aunque el sol dé en él, no hará su claridad operación en el cristal.

5. […] Un espejo para la humildad, mirando cómo cosa buena que hagamos no viene su principio de nosotros, sino de esta fuente adonde está plantado este árbol de nuestras almas, y de este sol que da calor a nuestras obras. Dice que se le representó esto tan claro, que en haciendo alguna cosa buena o viéndola hacer, acudía a su principio y entendía cómo sin esta ayuda no podíamos nada; y de aquí le procedía ir luego a alabar a Dios y, lo más ordinario, no se acordar de sí en cosa buena que hiciese.

7. Son tan oscuras de entender estas cosas interiores, que a quien tan poco sabe como yo, forzado habrá de decir muchas cosas superfluas y aun desatinadas para decir alguna que acierte. Es menester tenga paciencia quien lo leyere, pues yo la tengo para escribir lo que no sé; que, cierto algunas veces tomo el papel como una cosa boba, que ni sé qué decir ni cómo comenzar. Bien entiendo que es cosa importante para vosotras declarar algunas interiores, como pudiere; porque siempre oímos cuán buena es la oración, y tenemos de constitución tenerla tantas horas, y no se nos declara más de lo que podemos nosotras; y de cosas que obra el Señor en un alma declárase poco, digo sobrenatural. Diciéndose y dándose a entender de muchas maneras, sernos ha mucho consuelo considerar este artificio celestial interior tan poco entendido de los mortales aunque vayan muchos por él. Y aunque en otras cosas que he escrito ha dado el Señor algo a entender, entiendo que algunas no las había entendido como después acá, en especial de las más dificultosas. El trabajo es que para llegar a ellas -como he dicho- se habrán de decir muchas muy sabidas porque no puede ser menos para mi rudo ingenio.

8. Pues tornemos ahora a nuestro castillo de muchas moradas. No habéis de entender estas moradas una en pos de otra, como cosa en hilada, sino poned los ojos en el centro, que es la pieza o palacio adonde está el rey, y considerar como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan. Así acá, enrededor de esta pieza están muchas, y encima lo mismo. Porque las cosas del alma siempre se han de considerar con lenitud y anchura y grandeza, pues no le levantan nada, que capaz es de mucho más que podremos considerar, y a todas partes de ella se comunica este sol que está en este palacio. Esto importa mucho a cualquier alma que tenga oración, poca o mucha, que no la arrincone ni apriete. Déjela andar por estas moradas, arriba y abajo y a los lados, pues Dios la dio tan gran dignidad; no se estruje en estar mucho tiempo en una pieza sola. ¡Oh que si es en el propio conocimiento! Que con cuán necesario es esto (miren que meentiendan), aun a las que las tiene el Señor en la misma morada que El está, que jamás -por encumbrada que esté– le cumple otra cosa ni podrá aunque quiera; que la humildad siempre labra como la abeja en la colmena la miel, que sin esto todo va perdido. Mas consideremos que la abeja no deja de salir a volar para traer flores; así el alma en el propio conocimiento, créame y vuele algunas veces a considerar la grandeza y majestad de su Dios. Aquí hallará su bajeza mejor que en sí misma, y más libre de las sabandijas adonde entran en las primeras piezas, que es el propio conocimiento; que aunque, como digo, es harta misericordia de Dios que se ejercite en esto, tanto es lo de más como lo de menos – suelen decir-. Y créanme, que con la virtud de Dios obraremos muy mejor virtud que muy atadas a nuestra tierra.

9. No sé si queda dado bien a entender, porque es cosa tan importante este conocernos que no querría en ello hubiese jamás relajación, por subidas que estéis en los cielos; pues mientras
estamos en esta tierra no hay cosa que más nos importe que la humildad. Y así torno a decir que es muy bueno y muy rebueno tratar de entrar primero en el aposento adonde se trata de esto, que
volar a los demás; porque éste es el camino, y si podemos ir por lo seguro y llano, ¿para qué hemos de querer alas para volar?; mas que busque cómo aprovechar más en esto; y a mi parecer jamás nos acabamos de conocer si no procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza; y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando su humildad,
veremos cuán lejos estamos de ser humildes.

10. […] Metidos siempre en la miseria de nuestra tierra, nunca la corriente saldrá de cieno de temores, de pusilanimidad y cobardía: de mirar si me miran, no me miran; si, yendo por este camino, me sucederá mal; si osaré comenzar aquella obra, si será soberbia; si es bien que una persona tan miserable trate de cosa tan alta como la oración; si me tendrán por mejor si no voy por el camino de todos; que no sonbuenos los extremos, aunque sea en virtud; que, como soy tan pecadora, será caer de más alto; quizá no iré adelante y haré daño a los buenos; que una como yo no ha menester particularidades.

11. ¡Oh válgame Dios, hijas, qué de almas debe el demonio de haber hecho perder mucho por aquí! Que todo esto les parece humildad, y otras muchas cosas que pudiera decir, y viene de no acabar de entendernos; tuerce el propio conocimiento y, si nunca salimos de nosotros mismos, no me espanto, que esto y más se puede temer. Por eso digo, hijas, que pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí deprenderemos la verdadera humildad, y en sus santos, y ennoblecerse ha el entendimiento -como he dicho- y no hará el propio conocimiento ratero y cobarde; que, aunque ésta es la primera morada, es muy rica y de tan gran precio, que si se descabulle de las sabandijas de ella, no se quedará sin pasar adelante. Terribles son los ardides y mañas del demonio para que las almas no se conozcan ni entiendan sus caminos.

Mª Rosa Bonilla