Evangelio según san Marcos 6,7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor

Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Por diferentes evidencias técnicas parece que este evangelio de hoy lo recoge Marcos de primeras tradiciones muy cercanas a Jesús. Lo anuncia en el Cp. 3, 13-15 “Jesús constituye a doce para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, con autoridad para expulsar a los demonios”. Hoy es la primera misión, o el primer ensayo: y les da autoridad sobre los espíritus inmundos. “¿los espíritus inmundos?”. ¿Qué significa esto? Al estudiar la historia de la humanidad, parece evidente. Los pueblos cuanto más pobres, más incultos, o más primitivos fueron en todas partes y épocas, carne propicia de religiones. Nada hubo que subyugara y despersonalizara más a los hombres que la religión. Un pueblo sin cultura, sin seguridad, sometido a leyes divinas y humanas es un pueblo fabricante de miedos. Un espíritu inmundo es un fanático, a veces semejante a un enloquecido. Galilea estaba llena de asentamientos judíos extremistas, cuna de zelotes a veces violentos. A liberar ese pueblo, extremadamente religioso, acosado y maniatado por su religión, los envía el Maestro “id a liberad a los hombres de los espíritus inmundos”. La religión como trituradora de lo humano, tendrá que ser suplida, salvada, por la Fe en Jesús y en el Padre anunciado por Jesús.

“Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto”. Más que de pobreza habría que hablar de libertad. La misión ha de estar en manos de hombres liberados de cualquier atadura o de cualquier compromiso que no sea su adhesión a su nueva buena.

“Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio”. No van de turismo ni de cotilleos. La actitud externa de un misionero influye en el mensaje. Y su estancia debe ser corta en cada lugar.

“Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa”. Siempre habrá quien no quiere liberarse. Contra la voluntad de uno mismo, no se puede. Una cosa es la enfermedad y otra la tozudez.

“Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.” La misión es ayudar al hombre. Sea un enfermo, sea esclavo de sí mismo o de una religión. Aún hoy en pleno desarrollo y adelanto de las ciencias, hay subdesarrollos a los que llamamos o llaman endemoniados.

Luis Alemán Mur