V CENTENARIO DE SANTA TERESA

¿Qué es tener el mundo bajo los pies? Con palabras de Teresa “no acobardar el alma”. Sabemos lo que es el miedo, lo experimentamos y sabemos que acobarda, paraliza y, sobre todo, hace que nos encojamos, se pierde seguridad, se vacila y todo ello conduce a torpes movimientos y metemos la pata. La seguridad en sí mismo es fundamental, pero no desde la presunción del ego, sino desde el conocer mi propia verdad y vivir desde ella con transparencia. Soy lo que soy y no puedo aparentar otra cosa. Esta es la seguridad de enfrentarse a cada persona y circunstancia sabiendo que somos iguales, tenemos la misma dignidad, nadie es más que nadie. Al final el poder lo ejercen aquellos que avasallan porque no tienen seguridad en sí mismos. La prepotencia no es seguridad, es una máscara para ocultar las inseguridades.

La fe nos da esperanza y confianza, hace vivir con paz y serenidad, esa es la persona en armonía que transmite la paz que vive, porque está segura en Dios y contagia lo que vive.

El mayor peligro no es el que viene de fuera y se ve venir, sino que está escondido en el interior de nuestro ego y se asoma con apariencia sutil, algo bueno pero que utilizado con una intención doble, egoísta y errónea no produce fruto, no da vida y crea confusión. Es con lo que nos autoengañamos, somos fieles cumplidores de toda norma pero el corazón está seco por el egoísmo, la envidia o el rencor. Aparentamos ser piadosos, pero solo buscamos la propia satisfacción, no el bien de los demás. Y cuando damos, no damos de lo que soy, sino solo cosas, las que yo quiero entregar, no las que me están pidiendo.

Desenmascarar estas motivaciones que nos llevan a vivir en la gran mentira, es un trabajo difícil, muy costoso y a muy largo tiempo. Se requiera mucha oración, mucho tiempo de estar a solas con el que sabemos nos ama como somos, el que realmente nos conoce y aguanta nuestras debilidades, hasta que al fin tenemos luz para desenmascarar este gran engaño.

Entonces es hora de ponerse a vivir de otro modo, con autenticidad, sabiendo lo que hago en cada momento y porqué lo hago, teniendo como única motivación el bien común, no mi propio interés. Y trabajar solo en mi parcela, en mi tiempo y mi familia, mi trabajo, etc no pretender alcanzar aquello que está en el otro meridiano con grandes sueños de hazañas que de tan grandes, nunca pondré en práctica.

Textos para la lectura

C 38,
2
Eso no temen, hay otro peligro del que sí hay que estar en guardia: Los que temen, y es razón teman y siempre pidan los libre el Señor de ellos, son unos enemigos que hay traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de luz; vienen disfrazados. Hasta que han hecho mucho daño en el alma, no se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las virtudes, y andamos en la misma tentación y no lo entendemos. De éstos pidamos, hijas, y supliquemos muchas veces en el Paternóster que nos libre el Señor y que no consienta andemos en tentación; que no nos traigan engañadas, que se descubra la ponzoña, que no os escondan la luz y la verdad. ¡Oh, con cuánta razón nos enseña nuestro buen Maestro a pedir esto y lo pide por nosotros!

C 38, 3. Mirad, hijas, que de muchas maneras dañan, no penséis que es sólo en hacernos entender que los gustos que pueden fingir en nosotros y regalos son de Dios, que éste me parece el menos daño, en parte, que ellos pueden hacer; antes podrá ser que con esto hagan caminar más aprisa, porque, cebados de aquel gusto, están más horas en la oración.

C 38 4.
Procurad siempre humildad y ver que no sois dignas de estas mercedes, y no las procuréis… Porque mira Su Majestad nuestra intención, que es contentarle y servirle estándonos con El en la oración, y fiel es el Señor. Bien es andar con aviso no haga quiebra en la humildad o engendrar alguna vanagloria. Suplicando al Señor os libre en esto, no hayáis miedo, hijas, que os deje su Majestad regalar mucho de nadie, sino de Sí.

C 38 5. Adonde el demonio puede hacer gran daño sin entenderle, es haciéndonos creer que tenemos virtudes no las teniendo, que esto es pestilencia. Porque en los gustos y regalos parece sólo que recibimos y que quedamos más obligados a servir; acá parece que damos y servimos y que está el Señor obligado a pagar, y así poco a poco hace mucho daño. Que por una parte enflaquece la humildad, por otra descuidémonos de adquirir aquella virtud, que nos parece la tenemos ya ganada. Pues ¿qué remedio, hermanas? El que a mí me parece mejor es lo que nos enseña nuestro Maestro: oración y suplicar al Padre Eterno que no permita que andemos en tentación.

C 38 6. También os quiero decir otro alguno: que, si nos parece el Señor ya nos la ha dado, entendamos que es bien recibido y que nos le puede tornar a quitar, como, a la verdad, acaece muchas veces y no sin gran providencia de Dios. ¿Nunca lo habéis visto por vosotras, hermanas? Pues yo sí: unas veces me parece que estoy muy desasida, y en hecho de verdad, venido a la prueba, lo estoy; otra vez me hallo tan asida y de cosas que por ventura el día de antes burlara yo de ello, que casi no me conozco. Otras veces me parece tengo mucho ánimo y que a cosa que fuese servir a Dios no volvería el rostro; y probado, es así que le tengo para algunas; otro día viene que no me hallo con él para matar una hormiga por Dios si en ello hallase contradicción. Así, unas veces me parece que de ninguna cosa que me murmurasen ni dijesen de mí no se me da nada; y probado, algunas veces es así, que antes me da contento; vienen días que sola una palabra me aflige y querría irme del mundo, porque me parece me cansa en todo. Y en esto no soy sola yo, que lo he mirado en muchas personas mejores que yo y sé que pasa así.

C 38 7. Pues esto es, ¿quién podrá decir de sí que tiene virtud ni que está rica, pues al mejor tiempo que haya menester la virtud se halla de ella pobre? -Que no, hermanas, sino pensemos siempre lo estamos, y no nos adeudemos sin tener de qué pagar; porque de otra parte ha de venir el tesoro, y no sabemos cuándo nos querrá dejar en la cárcel de nuestra miseria sin darnos nada; y si teniéndonos por buenas nos hacen merced y honra -que es el emprestar que digo-, quedaránse burlados ellos y nosotras. Verdad es que, sirviendo con humildad, en fin nos socorre el Señor en las necesidades; mas si no hay muy de veras esta virtud, a cada paso – como dicen- os dejará el Señor. Y es grandísima merced suya, que es para que la tengáis y entendáis con verdad que no tenemos nada que no lo recibimos.

C 38 8. Ahora, pues, notad otro aviso: hácenos entender el demonio que tenemos una virtud, digamos de paciencia, porque nos determinamos y hacemos muy continuos actos de pasar mucho por Dios; y parécenos en hecho de verdad que lo sufriríamos, y así estamos muy contentas, porque ayuda el demonio a que lo creamos. Yo os aviso no hagáis caso de estas virtudes, ni pensemos las conocemos sino de nombre, ni que nos las ha dado el Señor, hasta que veamos la prueba; porque acaecerá que a una palabra que os digan a vuestro disgusto, vaya la paciencia por el suelo. Cuando muchas veces sufriereis, alabad a Dios que os comienza a enseñar esta virtud, y esforzaos a padecer, que es señal que en eso quiere se la paguéis, pues os la da, y no la tengáis sino como en depósito, como ya queda dicho.

C 38 9. Trae otra tentación, que nos parecemos muy pobres de espíritu, y traemos costumbre de decirlo, que ni queremos nada ni se nos da nada de nada. No se ha ofrecido la ocasión de darnos algo –aunque pase de lo necesario- cuando va toda perdida la pobreza de espíritu. Mucho ayuda el traer costumbre de decirlo, a parecer que se tiene. Mucho hace al caso andar siempre sobre aviso para entender esta tentación, así en las cosas que he dicho, como en otras muchas; porque cuando de veras da el Señor una sólida virtud de éstas, todas parece las trae tras sí; es muy conocida cosa. Mas tórnoos a avisar que, aunque os parezca la tenéis, temáis que os engañáis. Porque el verdadero humilde siempre anda dudoso en virtudes propias, y muy ordinariamente le parecen más ciertas y de más valor las que ve en sus prójimos.

C 39 2. La humildad no inquieta ni desasosiega ni alborota el alma, por grande que sea; sino viene con paz y regalo y sosiego… No alborota ni aprieta el alma, antes la dilata y hace hábil para servir más a Dios. Estotra pena todo lo turba, todo lo alborota, toda el alma revuelve, es muy penosa.

C 38 5. Procurad mucho tratar esas mercedes y regalos con quien os dé luz, sin tener cosa secreta. Y tened este cuidado: que en principio y fin de la oración, por subida contemplación que sea, siempre acabéis en propio conocimiento. Y si es de Dios, aunque no queráis ni tengáis este aviso, lo haréis aun más veces, porque trae consigo humildad y siempre deja con más luz para que entendamos lo poco que somos.

 

Mª Rosa Bonilla