En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.»
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
“El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas”. En la Tierra no vivimos de los magos. Si entre nosotros hay un mago, ese solo fabrica mentiras. De las manos de Dios nada sale hecho. Dios no es un fabricante de cosas ni de ilusionismo, es una fuente de vida. La Tierra y la tierra son como el vientre de una mujer en gestación. Y ese vientre solo dará a luz una esperanza que se tendrá que ir fabricando lentamente de sol a sol, de noche a noche. Quizá lo más duro de un labrador sea la esperanza. Cada cosecha es una historia de esperanza. Cuando Jesús se fue a la Casa del Padre, subió sin cosecha. Solo había sembrado. ¿Hay alguien entre nosotros que sepa el resultado de su siembra?
“Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.” Según Jesús, así actúa Dios. Lo que comienza es pequeño como un grano de mostaza, la más pequeña de las semillas. Pero crecerá poco a poco. Cuando se haga grande, muchos dependerán de él, y dará sombra a muchos. Nuestros modos de actuar tienden a ser muy diferentes a los de Dios. Nos atrae más la magia y la lotería.
Luis Alemán Mur