… el Espíritu Santo se encargó de todo.
Los evangelistas lo repiten con terquedad. Desde antes de morir y en sus apariciones, Jesús les insiste que no los dejará solos.
Lucas escribe la segunda parte de su evangelio llamado los Hechos de los apóstoles, cuyo protagonista es el Espíritu. No se puede olvidar de que el responsable de la permanencia de Jesús en el tiempo, de su enorme influencia en la historia y de su quehacer en cada creyente es el Espíritu Santo. Él es el responsable de que Jesús exista en el tiempo.
La misión que cayó sobre aquel grupo de amigos de Jesús no sólo era inmensa, además era muy difícil de comprender. “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”. “Id y haced discípulos de todos los pueblos” “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
Ellos eran judíos hasta los tuétanos. Eran palestinos. Creían en el Yahvé del Templo. Cambiar su religión, su país y al Iahvé de su Torá por el Padre de Jesús, con el Maestro crucificado, y resucitado difícilmente demostrable ¡era mucho pedir al grupo de galileos! Aquello no solo era difícil, era una locura. “Id por el mundo” ¿Haciendo judíos para seguir a Jesús?
Sin el Espíritu, Jesús se hubiera quedado en un sabio santón de los que ya había habido muchos o a lo más en un profeta como Jeremías o Isaías.
Sobre los discípulos pesaba como una losa el abandono de su religión judía y el abandono de su patria. Aquello era más que “abandonar padre, madre y hermanos”. Comer carne de sacrificios sagrados seguía siendo repugnante; abandonar el Templo era pasarse al paganismo; no celebrar sus fiestas religiosas era una deserción insoportable; abandonar Jerusalén era como arrancar su piel judía.
Es decir, los discípulos o apóstoles eran judíos, no cristianos. Años, muchos años, le costó al Espíritu ir remodelar la mente y el corazón de aquellos que amaban a Jesús y que poco a poco recordaban las palabras y reacciones del Maestro y comprendían lo que había pasado. Pero el Padre no actuaba como un mago ilusionista y el nacer de nuevo o el transformar a un hombre era trabajo lento. Al morir Jesús, los suyos eran tan judíos como cuando empezaron junto al Lago.
En el libro de los Hechos, Lucas describe con imágenes (no lo olvidemos, con imágenes) la actuación del Espíritu, desde Pentecostés sobre Felipe, Pedro y Pablo. Liberarlos del judaísmo y de cualquier sistema religioso que se presente como intermediario entre Dios y el hombre. Aquello fue cuestión de años.
Creo que esto es lo que hace el Espíritu con cada uno de nosotros hasta aceptar el evangelio.
Luis Alemán Mur