¿Qué cara pondría el papa Juan Pablo II, el día de la beatificación del arzobispo mártir Oscar Arnulfo Romero y Galdámez?

15 de agosto de 1917 / 24 de marzo de 1980

Héctor Alfonso Torres Rojas, Licenciado en Teología y Sociología

Juan Pablo II beatificó a 1.339 y canonizó a 482 cristian@s. Algunos de esos eventos han sido considerados de muy dudosa ortografía. La inmensa mayoría, hombres. Pero no quería abrir la causa de beatificación del obispo mártir Oscar Arnulfo Romero, a pesar del plebiscito latinoamericano a favor de San Romero de América. No lo consideraba mártir.

La burocracia vaticana no le permitió al Arzobispo acceder a Juan Pablo II, tres meses antes de su martirio, con la disculpa según la cual, como el correo italiano era tan malo, no habían recibido la correspondencia que había enviado el arzobispo Romero, solicitando audiencia. Pero el hoy beato se las ingenió para presentarse durante la audiencia pública dominical en la Plaza de san Pedro. Se acercó hasta que pudo hablar al Papa. “Soy el arzobispo de San Salvador y necesito hablar con usted”. Sin otra salida, el Papa le concedió la audiencia para el día siguiente…”

 


El día en que Juan Pablo II humilló a Monseñor Romero en el Vaticano, titula
un artículo. “El obispo salvadoreño que acaba de ser elevado a Beato, viajó a Roma con las pruebas de la persecución de la dictadura a los sacerdotes. El Papa lo maltrató. A los tres meses Monseñor Romero fue asesinado”, escribió en la revista virtual “Las Dos Orillas”, Iván Gallo, el mayo 24, 2015.

Y prosigue Iván Gallo: El encuentro privado con el papa Woytila

“… Sorprendido, con las lágrimas en los ojos, el obispo de San Salvador abrió el sobre que guardaba la foto del rostro del sacerdote Octavio Ortiz destruido.  Le contó la historia del origen campesino del cura, la tarde en que lo ordenó, el día en el que fue apresado por el gobierno sólo porque le estaba enseñando a los muchachos de un barrio humilde de San Salvador el evangelio. “Lo mataron con crueldad y hasta dijeron que era guerrillero…” Viendo la foto de refilón, Karol Wojtila le preguntó “¿Y acaso no lo era?”.

Monseñor Romero soportó todo. El consejo del Papa no podía ser más sorprendente: establecer puentes con la dictadura y le recuerda que el General es católico, y por tanto algo bueno habrá de tener.

Monseñor Romero colocó sobre la mesa del despacho una caja con los documentos e informes que revelaban los abusos, las calumnias, la campaña de difamación que el gobierno del general Romero Mera había emprendido contra la iglesia salvadoreña.

Impaciente, casi despreciativo el Papa le responde: – ¡Ya les he dicho que no vengan cargados con tantos papeles! Aquí no tenemos tiempo para estar leyendo tanta cosa”…

Desde el 2005, año de la muerte de Juan Pablo II, –quien fue beatificado demasiado rápido–, están pues, Juan Pablo II y Oscar Arnulfo, “cara a cara”, si es cierto aquello de la Comunión de los Santos. En “ese cara a cara”, ¿”qué cara” le habrá puesto Juan Pablo II al arzobispo Romero, el 24 de mayo? ¿Lo saludaría? ¿Lo felicitó? ¿Le habrá hecho mala cara? ¿Habrá intervenido para impedirle el milagro exigido para ser declarado beato?

¡Como si lo necesitara! En la tradición más auténtica de la Iglesia de los tres primeros siglos, los mártires no necesitaban hacer milagros. Derramar su sangre era más que suficiente para asegurar la cercanía definitiva al Señor Jesús. Jamás se pensó en exigir pagar ritos y rituales para pedir “milagros”. No era preciso pagarle a ninguna burocracia vaticana. Declarar que un mártir sí había llegado a la “Casa del Padre”, no era un negocio. Ni se exigían kilos de papeles escritos, para ser examinados por expertos vaticanos, que “no huelen a ovejas”, que no saben de pastoral en las “periferias” de las iglesias, que viven en pisos alfombrados y no saben del barro que pisó Oscar Arnulfo Romero, ni del barro que pisaron varios sacerdotes salvadoreños asesinados y muchos ciudadanos creyentes, también mártires de la causa popular. Y mucho menos del barro que pisan todos los días los creyentes de a pié. Saben mucho del frío Derecho Canónico pero muy poco o casi nada de ese barro en las “periferias”.

Juan Pablo II ordenó beatificar y canonizar rápidamente al fundador del Opus Dei. Pero le negó ese beneficio al Arzobispo-mártir. No escuchó las críticas contra Escrivá de Balaguer. No las quiso escuchar porque el Opus Dei llevó mucho dinero para remediar las crisis financieras del Vaticano, producidas, entre otras cosas, por la pésima administración del Banco-IOR, a manos de un banquero director, el italiano Roberto Calvi, quien apareció ahorcado, colgado de un puente de Londres (Inglaterra) y del obispo Paul Marcinkus, quien fuera presidente por un muy largo periodo: 1971 hasta 1989. Marcinkus huyó de la Justicia italiana. Juan Pablo II no le exigió entregarse a la Justicia. “A mediados de la década de 1980, las autoridades italianas trataron de arrestar a Marcinkus por su conexión con varios crímenes financieros, pero el Vaticano reclamó inmunidad diplomática para el arzobispo estadounidense y lo protegió de las investigaciones” (GOOGLE). A pesar de esta terrible crisis, muchos monseñores y clérigos siguieron guardando sus jugosas fortunas en el IOR. Fue necesaria la llegada de Francisco-Papa para colocarle el “tatequieto” al IOR.

Qué diferencia entre los dos beatos, ambos en la “Casa del Padre”. ¡Para uno bastaron muy pocos años, seis, en 2011. Para el otro, 35 años! Para el primero, todo el Vaticano se puso de rodillas. Para el otro, casi todo el Vaticano puso zancadillas. Al primero ya se le honra como “santo” (2014). Al segundo, ¿cuándo?

Vale la pena citar algunas frases de la entrevista al Postulador de la Causa de Beatificación de Romero, el arzobispo Vincenzo Paglia, quien habla de los diferentes argumentos invocados para impedir la beatificación de Romero.

Entrevista de Héctor Silva Ávalos, Roma, 22 de febrero de 2015. 

Publicada en FACTUM, el 22 mayo, 2015

Vincenzo Paglia: “Quienes lo mataron despreciaban lo sagrado”

“La frase la dijo monseñor Vincenzo Paglia, el presidente del Pontificio Consejo para la Familia y postulador de la causa de beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero. Paglia, que viajó a El Salvador a mediados de marzo pasado para oficializar la beatificación del arzobispo asesinado el 24 de marzo de 1980, habla en esta entrevista de las dificultadas –dentro y fuera de la iglesia– que tuvo para llevar adelante el proceso de beatificación…”

“… sin embargo, pudimos superar algunas pequeñas dificultades para que la causa fuera aceptada por la Congregación para la Causa de los Santos y yo estaba muy feliz. Pasaron pocos meses (suenan campanas en el fondo) y algunos cardenales bloquearon la causa enviándola a la Congregación de la Doctrina de la Fe con la acusación de que Romero tenía errores teológicos y que por eso era indispensable retomar el examen de toda la documentación, lo cual provocó el primer retraso largo. Se le solicitó al Nuncio que recogiera todas las homilías, los escritos… Y el examen de todo el material fue confiado a tres personalidades. Pasaron muchos años…”

” … A Roma llegaban kilos de cartas contra Romero. Era evidente una división en el interior de la Iglesia. Algunos consideraban que Romero seguía dividiendo. Y obviamente, personalidades de América Latina o responsables aquí en Roma eran muy sensibles a estas acusaciones. Es por eso que me encontré con dificultades inesperadas, con objeciones muy ásperas, hasta con exhortaciones a dejar el tema. Todo parecía decirme: es imposible…”

“Después de algunos años terminaron los exámenes y no se encontró ningún error teológico…”

“.. 5 o 6 años. Los opositores, entonces, dijeron que había errores sociales. De nuevo, se confío el examen de los escritos y después de dos o tres años, resultó que no había ningún error…” “…El proceso de beatificación es un proceso a todos los efectos. El postulador defiende su causa. Y de acuerdo a la arquidiócesis, Romero es mártir, es decir, fue asesinado por odio a la fe…”

¿Esa fue siempre su perspectiva?

Nunca me moví de esta perspectiva. No obstante que los detractores de la causa de Romero hubieran querido cambiarlo a que fuese la beatificación por virtudes heroicas, y no por martirio. Quienes sostenían la tesis de las virtudes heroicas pensaban que era imposible defender una causa por martirio por odio a la fe, porque esto supone probar que había un clima de persecución contra la Iglesia. La cuestión de fondo era si en un país católico era posible una persecución contra la Iglesia.

Personalmente, realizamos investigaciones históricas para demostrar ante la Congregación para la Causa de los Santos, con documentación real, que había habido un asesinato por odio a la fe.

Mientras tanto, se disolvió la objeción de errores sociales, demostrando que Romero quería aplicar la doctrina social de la Iglesia y que no había en él nada que tuviera ninguna relación con el marxismo. Quiero subrayar que de este tema hablé muchas veces con el Cardenal Ratzinger, Prefecto para la Defensa de la Fe, quien quedó favorablemente impresionado…”

Bajo Benedicto XVI

“… Sin embargo, todavía los opositores, siempre muy determinados, convencieron a los responsables en Roma para que suspendieran la causa por motivo de oportunidad, porque Romero aún podía ser instrumentalizado por la izquierda y podía dividir al país. Yo no me detuve y apoyé la viabilidad del proceso y seguí pidiendo que el proceso continuara su camino. Al Papa le correspondía decidir. Esa fue mi posición…”

Afortunadamente llegó Francisco-Papa y exigió agilizar la causa de beatificación del arzobispo-mártir Oscar Arnulfo Romero Galdámez.

Bogotá, Mayo 25 de 2015.

Nota. Las frases en color rojo han sido así resaltadas por el autor del artículo.