Un santo político

Algunos creen y dicen que Juan Pablo II quiso actuar y actuó como político mundial. Como cruzado medieval ayudó a derribar el comunismo con su amigo Reagan. Todo para defender el cristianismo. Los que le alaban y promovieron en su día el “santo súbito” se dejaron encandilar por su papel de dirigente mundial.

Pero con tanto trajín político descuidó la barca. Y al morir la dejó desvencijada con boquetes a babor y estribor, en proa y en popa por donde se colaron pederastas de pro como Marcial Maciel y hasta comerciantes de pro como Marcinkus con un Banco de salidas y entradas infames, misteriosamente ocultas. Pero todo valía si servían a la gloria de su Iglesia.

Algunos creen y dicen que actuó como dueño de la Iglesia. En Nicaragua levantó amenazante el dedo de jefe a un sacerdote poeta Ernesto, arrodillado ante su poderío. En Madrid abroncó con palabras y descortesías a un Cardenal más listo que él.

En Roma, al General de los jesuitas que promovía la opción por los pobres lo humilló hasta destrozarlo espiritual y físicamente. Era notorio que Wojtyla actuó por venganza por haber sido rechazado por la Gregoriana. Hoy conocemos las broncas que le echó en privado a Monseñor Romero, hoy santo del pueblo.

Wojtyla dominaba las cámaras. Y como buen aficionado al teatro tenía algo de farsante. En La Verdad controvertida de Hans Küng, se narra la pequeña historieta de una fotografía. La revista “Quick”, famosa por sus fotos de desnudos, a toda página a color apareció el rostro y las manos del papa profundamente sumido en oración, como más tarde podrá vérsele de continuo en los medios de comunicación social. Pero el propio fotógrafo cuenta en detalle cómo se hizo la foto. Tras haber tomado diversas instantáneas, el mismo fotógrafo le insiste al papa para que rece delante de la cámara. El papa se resiste diciendo que no puede hacer eso: sería teatro. Pero al final, “por el pueblo”, accede a arrodillarse y a fingir que está rezando. Un disparo y se acabó. La bella foto da la vuelta al mundo y se multiplica en postales sin cuento.

Ya tenemos al papa mediático por excelencia, que no desaprovecha ocasión alguna de presentarse a sí mismo como persona piadosa, semejante en muchos aspectos a quien poco más tarde será elegido presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, asimismo un actor cualificado y apasionado y, por ende, un “gran comunicador”, cuyo carisma personal hace olvidar su política reaccionaria y a sus víctimas: “¿Qué necesita Estados Unidos?”. El destacado historiador germano-estadounidense de origen judío Fritz Stern, profesor de la Columbia University, responde: “Estados Unidos necesita un actor”. Un actor que, al igual que Wojtyla, gracias al carisma de gran comunicador, sepa vender a su público una doctrina y una política reaccionarias: “Si hubieras seguido en el teatro, habrías llegado a ser un gran actor”, le dijo alguien a Juan Pablo II según cuenta él mismo en sus Recuerdos y pensamientos. No fue actor profesional. Pero sí ha llegado a santo profesional.

Luis Alemán Mur