31 mayo Mt 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

Se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. El cristiano acostumbrado a usar los evangelios y el libro de los Hechos comprobará las diferentes localizaciones de esta despedida de Jesús. Mateo y Marco 16, 8 en Galilea. Pero no hablan de ningún monte con nombre concreto. Lucas 24 Jerusalén (Betania). En Hechos, el mismo Lucas concreta Jerusalén y monte llamado de los Olivos. Detrás de esta diversidad se descubren las diferentes tradiciones que sustentan las redacciones de cada evangelio. En este caso, Galilea como lugar de despedida coincide con la tradición antigua presente también en Marcos Mc 16,7

Id y haced discípulos de todos los pueblos. Discípulo es el que imita a Jesús: el que defiende al marginado; el que ayuda al enfermo; el que defiende al pobre frente al rico; el que arrebata al infeliz de las manos del poderoso; el que defiende a la adultera de manos de los santones; el que lucha contra los opresores; el nos defiende frente al poder de la Ley.

Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El misterio de la Santísima Trinidad ha tenido como la Eucaristía, la mala suerte, de haberse convertido en tratados de teología. Eso de Un solo Dios y Tres personas ha ocasionado demasiados problemas. El mismo S. Agustín recordaba que en esto de la Trinidad, quien comienza enumerando acaba errando. Tiene el hombre mucho campo de investigación solo con estudiarse a sí mismo y a la raza humana, un mundo lleno de misterios como para hacer un tratado científico sobre la intimidad de Dios.

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» Si hablamos de fe, si nos movemos en la fe éste es nuestro campo: creer, vivir con tanta certeza de la que nos sea posible que Jesús está con nosotros todos los días de nuestra vida. Es decir, Jesús nació hombre, vivió entre los hombres, murió como un hombre obedeciendo a Dios. Por eso, ese Dios lo levantó de la tumba, lo escogió como Hijo y lo sentó a su vera. Y así con la plenitud humana conseguida en su vida, y con la plenitud divina comunicada por Padre Dios, se queda entre nosotros hasta el fin del mundo. Esta es nuestra fe, nuestra fuerza y nuestra esperanza de cristianos.

Luis Alemán Mur