Teresa nos decía, al hablar de lo que se siente en la oración, que la paz es tan grande que ni quieren hablar ni moverse. Ella va describiendo algo de lo que se siente en esos momentos de oración intensa, algo muy complicado y que puede mal interpretarse si no se ha experimentado y si dichas frases se sacan de contexto. En cierto modo ya le pasó a Teresa cuando la princesa de Eboli (si, esa tuerta tan famosa en la corte de Felipe II) leyó este libro y se burló. Pero Teresa era mucha mujer para que unas bromas de alta alcurnia en cortes ajenas a la de Dios pudieran hacerle temblar, supo enfrentarse a dicha princesa y seguir por su camino. Debió pensar que la ignorancia era muy atrevida y dejó que aquella distinguida señora siguiera en su ignorancia.

Pero para quienes estamos interesados en avanzar con paso decidido, sin acobardar el alma, con determinación de perseverar, con entusiasmo ante las sorprendentes novedades de esta aventura hacia el interior de nosotras mismas, Teresa tiene una palabra de consejo, de aliento y de advertencia. Ella no nos da la receta de fórmulas mágicas para conseguirlo, sólo pide querer, empeño, determinación y constancia. Luego se sienta a nuestro lado y nos va contando lo que a ella y a otras personas que conoce le ha sucedido. Su experiencia en su enseñanza.

Y porque ha visto clara y patentemente lo que Dios a través de la oración ha hecho en ella, lo cuenta, para que nadie se vea privado de este don que en potencia llevamos todos en nuestro interior. Toca descubrirlo y dejarle crecer y dar fruto. Pero cuidado, hay muchos peligros y engaños que pueden hacer retroceder incluso abortar toda la obra antes de que comience a florecer.

Todas estas advertencias para que pueda llegar al fin que con esta “comparación”, según dice Teresa, se da bien a entender: “está el alma como un niño que aún mama cuando está a los pechos de su madre, y ella, sin que él paladee, échale la leche en la boca por regalarle”. Eso es lo importante, “sin pensarlo, entiende que está con El”. Porque no hay que pelear con el entendimiento, hay que estar y gozar. No hay que darle vueltas al cómo ni al porqué. Sino solo estar y gozar. Todo con suavidad, gozando de lo que tiene. La experiencia con la que Teresa nos enseña se resume en ser un niño en brazos de Dios. Confianza total que nos hace descansar, sentirnos seguros en sus manos y deseaar que él mismo nos regale

Textos para la lectura

Camino 31, 9. Y advertid mucho a esta comparación, que me parece cuadra mucho: está el alma como un niño que aún mama cuando está a los pechos de su madre, y ella, sin que él paladee, échale la leche en la boca por regalarle. Así es acá, que sin trabajo del entendimiento está amando la voluntad, y quiere el Señor que, sin pensarlo, entienda que está con El y que sólo trague la leche que Su Majestad le pone en la boca y goce de aquella suavidad; que conozca le está el Señor haciendo aquella merced y se goce de gozarla; mas no que quiera entender cómo la goza y qué es lo que goza, sino descuídese entonces de sí, que quien está cabe ella no se descuidará de ver lo que le conviene. Porque si va a pelear con el entendimiento para darle parte trayéndole consigo, no puede a todo; forzado dejará caer la leche de la boca y pierde aquel mantenimiento divino.

C 31, 10: Así que, como digo, en sintiendo en sí esta oración, que es uncontento quieto y grande de la voluntad, sin saberse determinar de qué es señaladamente, aunque bien se determina que es diferentísimo de los contentos de acá y que no bastaría señorear el mundo con todos los contentos de él para sentir en sí el alma aquella satisfacción, que es en lo interior de la voluntad… Y si quiere a fuerza de brazos traerle, pierde la fortaleza que tiene para contra él… La experiencia dará esto a entender, que quien no la tuviere no me espanto le parezca muy oscuro esto y cosa no necesaria; mas ya he dicho, que con poca que haya, lo entenderá y se podrá aprovechar de ello y alabará al Señor, porque fue servido se acertase a decir aquí.

C 31, 11. Ahora, pues, concluyamos con que puesta el alma en esta oración, ya parece le ha concedido el Padre Eterno su petición de darle acá su reino. ¡Oh dichosa demanda, que tanto bien en ella pedimos sin entenderlo! ¡Dichosa manera de pedir! Por eso quiero yo, hermanas, que miremos cómo rezamos esta oración del Paternóster y todas las demás vocales. Porque hecha Dios esta merced, descuidarnos hemos de las cosas del mundo; porque llegando el Señor de él, todo lo echa fuera… procuren irse desasiendo del todo, porque si no, quedarse ha aquí. Y alma a quien Dios le da tales prendas es señal que la quiere para mucho: si no es por su culpa, irá muy adelante.

C 31,12. Ya puede ser yo me engañe en esto, mas véolo y sé que pasa así, y tengo para mí que por eso no hay muchos más espirituales; porque, no responden en los servicios conforme a tan gran merced… no del todo quita lo dado cuando se vive con limpia conciencia. Mas hay personas, y yo he sido una de ellas, que está el Señor enterneciéndolas y dándolas inspiraciones santas y luz de lo que es todo, y, en fin, dándoles este reino y poniéndolos en esta oración de quietud, y ellos haciéndose sordos. Porque son tan amigas de hablar y de decir muchas oraciones vocales muy apriesa, como quien quiere acabar su tarea, como tienen ya por sí de decirlas cada día, que aunque, -como digo- les ponga el Señor su reino en las manos, no lo admiten; sino que ellos con su rezar piensan que hacen mejor, y se divierten. (La palabra divertir significa en este castellano antiguo distraerse)

C 31,13. Esto no hagáis, hermanas, sino estad sobre aviso cuando el Señor os hiciere esta merced. Mirad que perdéis un gran tesoro y que hacéis mucho más con una palabra de cuando en cuando del Paternóster, que con decirle muchas veces aprisa. Está muy junto a quien pedís, no os dejará de oír. Y creed que aquí es el verdadero alabar y santificar de su nombre, porque ya, como cosa de su casa, glorificáis al Señor y alabáisle con más afección y deseo, y parece no podéis dejarle de servir.

Camino 32. Que trata de estas palabras del Paternóster: «Fiat voluntas tua sicut
in coelo et in terra», y lo mucho que hace quien dice estas palabras
con toda determinación, y cuán bien se lo paga el Señor.

1. Ahora que nuestro buen Maestro nos ha pedido y enseñado a pedir cosa de tanto valor, que encierra en sí todas las cosas que acá podemos desear, y nos ha hecho tan gran merced como hacernos hermanos suyos, veamos qué quiere que demos a su Padre y qué le ofrece por nosotros y qué es lo que nos pide; que razón es le sirvamos con algo tan grandes mercedes. ¡Oh buen Jesús, que tampoco dais poco de nuestra parte como pedís para nosotros!

C 32,2. «Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra». Bien hicisteis, nuestro buen Maestro, de pedir la petición pasada para que podamos cumplir lo que dais por nosotros; porque, cierto, Señor, si así no fuera, imposible me parece.

C 32,3. Querría preguntar a los que dicen cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos, o es que lo dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo. Esto, hermanas, no sería bien. Mirad que parece aquí el buen Jesús nuestro embajador y que ha querido intervenir entre nosotros y su Padre, y no a poca costa suya; y no sería razón que lo que ofrece por nosotros dejásemos de hacerlo verdad, o no lo digamos.

C 32,4. Mirad: ello se ha de cumplir, que queramos o no, y se ha de hacer su voluntad en el cielo y en la tierra; creedme, tomad mi parecer, y haced de la necesidad virtud. ¡Oh Señor mío, qué gran regalo es éste para mí, que no dejaseis en querer tan ruin como el mío el cumplirse vuestra voluntad! Bendito seáis por siempre y alaben os todas las cosas. ¡Buena estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de interés; porque ya tengo probado, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto que le ofrecemos!

C 32,5. Antes que os diga lo que se gana, os quiero declarar lo mucho que ofrecéis, no os llaméis después a engaño y digáis que no lo entendisteis… porque decir que dejamos nuestra voluntad en otra parece muy fácil, hasta que, probándose, se entiende es la cosa más recia que se puede hacer, si se cumple como se ha de cumplir.

C 32,6. Pues quiéroos avisar y acordar qué es su voluntad. No hayáis miedo sea daros riquezas, ni deleites, ni honras, ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco, y tiene en mucho lo que le dais y quiéreoslo pagar bien, pues os da su reino aún viviendo. ¿Queréis ver cómo se ha con los que de veras le dicen esto? Preguntadlo a su Hijo glorioso, que se lo dijo cuando la oración del Huerto. Como fue dicho con determinación y de toda voluntad, mirad si la cumplió bien en El en lo que le dio de trabajos y dolores e injurias y persecuciones; en fin, hasta que se le acabó la vida con muerte de cruz.

C 32,7. Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba lo que dio; por donde se entiende cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este mundo. Da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a Su Majestad… Tengo yo para mí que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor. Así que procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que Su Majestad quisiere. Porque si de otra manera dais la voluntad, es mostrar la joya e irla a dar y rogar que la tomen, y cuando extienden la mano para tomarla, tornarla Vos a guardar muy bien… diciendo y haciendo, palabras y obras.

Mª Rosa Bonilla