Ante nuevos pobres y nuevas pobrezas

Se echaba de menos la voz de su jerarquía


Antonio Aradillas

Felizmente a una notable mayoría de cristianos les ha parecido correcta y oportuna la publicación del documento de la “CV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal” celebrada recientemente en Ávila.

Tal complacencia se manifiesta en los medios de comunicación, con satisfacción generalizada, con raras discrepancias, centradas estas sobre todo en el excesivo tiempo que ha tenido que transcurrir para que la Iglesia española en sus más altas instancias jerárquicas, muestre su alineamiento oficial en el proceso de renovación- refundación en sintonía con cuanto es, y significa, el Papa Francisco, cuyo testimonio – vida y doctrina- es permanente, flamante y, en ocasiones, hasta audaz noticia, que coloca su figura en los puestos más relevantes de la consideración y aprecio universales.

Pero, al dictado de valores tan evangélicos como el de la reparación penitencial, y aún sin rechazar ser tildado de “rara avis”, creo que serán de provecho, sugerencias como estas:

Limitándome a seguir las pautas establecidas por el Diccionario de la RAE, y por los modos de expresión y exegesis populares al uso, el término “instrucción” que califica el documento de referencia -“enseñar y adoctrinar sistemáticamente ideas, conocimientos y doctrinas”-, podría prestarse a interpretaciones igualmente académicas, como “conjunto de reglas o advertencias”, “ejercicio práctico de manejo de armas que ejecutan las tropas” y “órdenes trasmitidas a los representantes diplomáticos o a los jefes de fuerzas navales”. En los tiempos, teresianamente “recios”, de susceptibilidades semánticas en los que vivimos, el propio adjetivo “pastoral” no se priva de interpretaciones aviesas “pecuniarias”, sin descartar la procedencia dineraria de esta palabra. Términos y conceptos tales como “evangelización”, “educación integral, humana y divina a la vez”, “testimonio cristiano”, “proyecto y ordenamiento de vida como respuesta verazmente religiosa a la idea de Iglesia al servicio de los pobres, por vocación, definición y naturaleza, por parte de su jerarquía y fieles,” es posible que contribuyeran aún más a desclasificar de “instrucción”, tan sagrada catequesis, inédita para no pocos católicos, identificados de por vida, en exclusiva o fundamentalmente, con actividades de culto, como exponentes máximos de testimonios de fe y religiosidad. Religión- culto, rito, ceremonia y aspiraciones fervorosas a participar masivamente en los procesos de beatificaciones y canonizaciones, entre otros, son los que suelen ser considerados como signos más preclaros, y hasta dogmáticos, en la autenticidad de la Iglesia…

. Haber dado ocasión a que los títulos de “instrucción pastoral” e “Iglesia, servidora de los pobres”, fueran novedad y noticia, a muchos les ha resultado un tremendo fracaso en la valoración de la educación de la fe recibida respecto a la idea tan sagrada, o un inalcanzable proyecto de la vida cristiana alentada por el Papa Francisco, seguidor y continuador de los sueños del “loco” de Asís.

Es elemental reconocer que las 109 citas a pié de página, que argumentan y avalan los 59 apartados de la “instrucción pastoral”, fueron meritoriamente seleccionadas, hasta configurar un “vademecum” adoctrinador sobre la verdadera fe religiosa, que santifica y testifica el servicio -“diakonía”- a los pobres. Los medios técnicos hoy en uso facilitan tarea tan útil y reconfortante, solo con que los responsables de la operación decidan enhebrar acepciones y conceptos en el nombre de Dios y en función de la idea seleccionada para su estudio, divulgación y difusión evangelizadora. A algunos les sorprende que, además de las citas evangélicas, la mayoría sean otros tantos textos de Papas recientes, con excepcionales referencias a seglares y, por supuesto, a ninguna mujer, ni siquiera de la homenajeada santa de Ávila, por cierto declarada con todos los merecimientos y apoteosis “Doctora de la Iglesia”.

Al tema de los pobres- pobres “en” y “de” la Iglesia, pero en femenino, -las mujeres-, el documento le consagra el párrafo siete, en el que literalmente refieren los obispos que “asimismo nos aflige el incremento del número de mujeres afectadas por la penuria económica, pues no sin razón se habla de la “feminización” de la pobreza. Algunas de ellas incluso son víctimas de las tratas de personas con fines de explotación sexual, particularmente las extranjeras, engañadas en sus países de origen, con falsas ofertas de trabajo y explotadas aquí en condiciones similares a la esclavitud. Igualmente nos duele sobremanera la violencia doméstica que tiene a las mujeres como sus principales víctimas. Resulta necesario incrementar medidas de prevención y protección legal, pero sobre todo fomentar una mejor educación y cultura de la vida, que lleve a reconocer y respetar la igual dignidad de la mujer”. Una leve alusión a las mujeres del campo y del mar, a la familia, y concreta y explícitamente al aborto, -108,690, según el informe del Ministerio de Sanidad correspondiente al año 20l3-, completan la atención pastoral de la Conferencia Episcopal acerca de la mujer, sin la mas leve, remota y penitencial referencia a la marginación de la que ella es objeto y sujeto dentro de la propia Iglesia. Es injusto un silencio de tales características respecto al colectivo religioso más numeroso, influyente, pobre y martirizado por incorrectos y antievangélicos adoctrinamientos impartidos con criterios y “autoridad” soberanamente machistas.

Aunque algunos esperábamos, por fin, otra cosa, el planteamiento, estilo y redacción de la “instrucción pastoral” son netamente clericales, con palabras, giros, terminología y consideraciones, en las que no ha lugar a la revisión tanto personal como colectiva, y cuya antología y presentación resultarían poco -nada- edificantes, por etéreas, vaporosas, pusilánimes, sublimes e “inmaculadas” para la institución y sus responsables superiores.

Desde la aprobación y vigencia, al menos teórica, de la pluralidad de leyes civiles, satisface la constatación de los logros sociales al servicio de los pobres que rigen ya la convivencia ciudadana y las promesas electorales de los partidos políticos, con lo que la exclusividad benéfico- social que le fuera adscrita a la Iglesia en este territorio, es compartida ya por el Estado, sus organismos e instituciones, con relevante mención para un buen número de ONG. “Cáritas” es gloriosa y ejemplar referencia de Iglesia, que redime a la institución de noticias e informaciones en las que su prestigio recorre y padece tantas estaciones y misterios de dolor. En el primero de los párrafos de la “instrucción” se hace explícita y laudable alusión a cómo “Cáritas el año 2013 atendió en sus programas a casi dos millones de personas, y cuenta en la actualidad con más de 71,000 voluntarios”. La consagración y declaración del “Año Jubilar de la Misericordia” contribuirán a la actualización de la Iglesia -jerarquía y laicos- como servidora de los pobres, con todas sus consecuencias y sin interpretaciones benévolas e indulgentes.

Esto no obstante, no es ociosa, sino edificante, la lectura y relectura de la “instrucción pastoral” de la “CV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española”, en los tiempos de los “nuevos pobres y nuevas pobrezas” en los que vivimos en España, y en los que tanto se echaba de menos la voz de su jerarquía, que algunos achacaban a que se encontraba encadenada por ínfulas cardenalicias de unos, por su vasallaje a los dicasterios romanos, por tratados teológico- canónicos ya decrépitos, por “sensibilidades políticas”, o por miedo a perder sinecuras y privilegios ancestrales

Por fin, los conceptos “pobre y de los pobres” e “Iglesia”, se reconcilian jerárquicamente en España, como reluciente milagro teresiano, a la espera de que los 24 folios del texto oficial de la “instrucción pastoral” se encarnen en la ejemplaridad de comportamientos personales e institucionales. Las prédicas, cartas pastorales, encíclicas, “régula pastoralis”, exhortaciones, homilías, panegíricos, sermones, discursos y piezas de la oratoria “sagrada”, cedieron sus protagonismos, lugares, autoridad, ascendencia y magistratura a los ejemplos de vida, sobre las bases sensatas y evangélicas como la de “haced lo que ellos digan, pero no lo que hagan…”