LO QUE IMPORTA: QUERER Y ENTENDER

Ahora que ya estamos conociendo cual es la propuesta de Teresa sobre la oración y el conocimiento propio, es hora de poner en práctica todo lo dicho en el capítulo 29 sobre acostumbrarse a entrar dentro de sí con tan buena compañía. Ya sabemos que no estamos huecas, somos algo más que lo que vemos, tenemos todo un mundo interior lleno de sorpresas por descubrir. Y ahí hay una presencia que nos acompaña continuamente, reconocerla y “querer” estar con él es lo fundamental. Querer implica poner la voluntad para amar y para amar hay que conocer.

¿Conozco quién soy?

¿Vivo cada momento teniendo en cuenta los verbos más importantes: estar, tratar, mirar, reconocer, conocer, entender, saber, acoger, acostumbrarse, amar?

Teresa describe su experiencia, lo que sucede en la oración no el cómo lo hace, sino lo que acontece. Porque no hay un método infalible para llegar a la oración. Cada persona necesita descubrir el suyo, porque se trata de una relación entre dos, la persona que ora y Dios, es un diálogo entre amigos y depende de esa relación se hará o no se harán determinadas cosas. Por eso no se pueden dar “fórmulas mágicas”, diez minutos de relajación, más cinco de meditación es igual a unión perfecta con Dios y como premio escuchará tu petición. Esa precisión matemática en las relaciones no existe, la persona es siempre un mundo sorprendente, por eso es una aventura desconocida pero llena de pasión, riesgo junto con descubrimientos sorprendentes.

Vuelvo a decir lo mismo con lo que empecé: sobran las palabras, manos a la obra. Es decir, empecemos a entrar dentro de nosotras mismas. Esto es la oración y es lo que describe Teresa en este capítulo, esta forma nueva de ser y estar no solo es algo que suceda en lo interior, sino que afecta a toda la persona, también se siente en el cuerpo, porque no somos ángeles y aunque lo que sucede no lo ven los ojos, ni lo escuchan los oídos participa también el cuerpo que empieza a encontrar su sosiego y armonía, porque la persona comienza a conocerse.

Textos para la lectura.

CAPÍTULO 30 Dice lo que importa entender lo que se pide en la oración. -Trata de estas palabras del paternóster: «´santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino». -Aplícalas a oración de quietud y comiénzala a declarar.

1. ¿Quién hay, por disparatado que sea, que cuando pide a una persona grave no lleva pensado cómo la pedir, para contentarle y no serle desabrido, y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar. ¿No pudierais, Señor mío, concluir con una palabra y decir: «dadnos, Padre, lo que nos conviene», pues a quien tan bien lo entiende todo, no parece era menester más?

C 30. 6.
Parece que voy a decir que hemos de ser ángeles para pedir esta petición y rezar bien vocalmente. Bien lo quisiera nuestro divino Maestro, pues tan alta petición nos manda pedir, y a buen seguro que no nos dice pidamos cosas imposibles… Los pone el Señor en un sosiego de las potencias y quietud del alma, que como por señas les da claro a entender a qué sabe lo que se da a los que el Señor lleva a su reino.

C 30,7:
Porque sé que muchas personas, rezando vocalmente -como ya queda dicho- las levanta Dios, sin entender ellas cómo, a subida contemplación. Conozco una persona que nunca pudo tener sino oración vocal, y asida a ésta lo tenía todo. Y si no rezaba, íbasele el entendimiento tan perdido que no lo podía sufrir. Mas ¡tal tengamos todas la mental! En ciertos Paternostres que rezaba a las veces que el Señor derramó sangre, se estaba -y en poco más rezado algunas horas. Vino una vez a mí muy congojada, que no sabía tener oración mental ni podía contemplar, sino rezar vocalmente. Preguntéle qué rezaba; y vi que, asida al Paternóster, tenía pura contemplación y la levantaba el Señor a juntarla consigo en unión; y bien se parecía en sus obras recibir tan grandes mercedes, porque gastaba muy bien su vida. Así, alabé al Señor y hube envidia a su oración vocal. Si esto es verdad -como lo es-, no penséis los que sois enemigos de contemplativos que estáis libres de serlo, si las oraciones vocales rezáis como se han de rezar, teniendo limpia conciencia.
 

CAPÍTULO 31: Que prosigue en la misma materia. -Declara qué es oración de  quietud. -Pone algunos avisos para los que la tienen. -Es mucho de
notar.

1. Pues todavía quiero, hijas, declarar -como lo he oído platicar, o el Señor ha querido dármelo a entender, por ventura para que os lo diga- esta oración de quietud, adonde a mí me parece comienza el Señor, como he dicho, a dar a entender que oye nuestra petición y comienza ya a darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y santifiquemos su nombre y procuremos lo hagan todos.

C 31,2: Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos. Porque es un ponerse el alma en paz, o ponerla el Señor con su presencia. Entiende el alma, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que está ya junto cabe su Dios, que con poquito más llegará a estar hecha una misma cosa con El por unión. Esto no es porque lo ve con los ojos del cuerpo ni del alma. Y así lo entiende acá el alma, aunque no con esa claridad; porque aun ella no entiende cómo lo entiende, más de que se ve en el reino, al menos cabe el Rey que se le ha de dar, y parece que la misma alma está con acatamiento aun para no osar pedir. Es como un amortecimiento interior y exteriormente, que no querría el hombre exterior (digo) el cuerpo, porque mejor me entendáis), que no se querría bullir, sino como quien ha llegado casi al fin del camino descansa para poder mejor tornar a caminar, que allí se le doblan las fuerzas para ello.

C31, 3. Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción en el alma. Está tan contenta de sólo verse cabe la fuente, que aun sin beber está ya harta. No le parece hay más que desear. Las potencias sosegadas, que no querrían bullirse, todo parece le estorba a amar, aunque no tan perdidas, porque pueden pensar en cabe quién están, que las dos están libres. La voluntad es aquí la cautiva, y si alguna pena puede tener estando así es de ver que ha de tornar a tener libertad. El entendimiento no querría entender más de una cosa, ni la memoria ocuparse en más. Aquí ven que ésta sola es necesaria y todas las demás la turban. El cuerpo no querrían se menease, porque les parece han de perder aquella paz, y así no se osan bullir. Dales pena el hablar; en decir «Padre nuestro» una vez, se les pasará una hora. Están tan cerca, que ven que se entienden por señas. Están en el palacio cabe su Rey y ven que las comienza ya a dar aquí su reino.

C 31, 4. Algunas veces en esta oración de quietud hace Dios otra merced bien dificultosa de entender si no hay gran experiencia; mas si hay alguna, luego lo entenderéis la que la tuviere, y daros ha mucha consolación saber qué es, y creo muchas veces hace Dios esta merced junto con estotra. Cuando es grande y por mucho tiempo esta quietud, paréceme a mí que si la voluntad no estuviese asida a algo, que no podría durar tanto en aquella paz…

C31, 5.
Es gran merced ésta a quien el Señor la hace, porque vida activa y contemplativa es junta. De todo sirven entonces al Señor juntamente; porque la voluntad estáse en su obra sin saber cómo obra y en su contemplación; las otras dos potencias sirven en lo que Marta; así que ella y María andan juntas.