Conclusión del evangelio según san Marcos. 16,15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban
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“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.

Concluye el evangelio de Marcos. Se trata de Juan Marcos, primo de Bernabé, citados con frecuencia en cartas de Pablo y en el libro de los Hechos. Este evangelio es de la primera generación de cristianos. Según los especialistas, este evangelio de Marcos acababa en el versículo 6 y 8 del cap. 16 con el diálogo de María Magdalena, María la de Santiago y Salomé con un joven de vestidura blanca sentado en el sepulcro “No os desconcertéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado, no está aquí. Salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el espanto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían”. Los versículos del evangelio de este domingo (16-20) son un añadido muy posterior, entre otros motivos para no acabar un evangelio con aquello de “Salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el espanto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían”

“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. La primera reacción de los seguidores de Jesús fue la de huidos, agrupados como una secta israelita acudiendo al Templo a rezar como para ser perdonados por haber sido seguidores del fracasado. Sólo el amor a Jesús y la fuerza del Espíritu fue sacándolos con mucho trabajo del nuevo Egipto judío en el que permanecían como esclavos. El libro de los Hechos muestra los años y el trabajo que le costó al Espíritu el nuevo éxodo. Abandonar la religión de toda una vida para anunciar el evangelio del aquel maestro no fue el resultado de unos “ejercicios espirituales”. La pequeña iglesia tardó mucho en fraguarse. Incluso Pedro tardó mucho en comprender. La primera dificultad estaba en abandonar Jerusalén y su Templo. Es el mundo el que esperaba. Es el mundo el que quizá espera aún. Y es nuestro Templo y nuestra Jerusalén quien nos sigue reteniendo a los que decimos tener fe en Jesús. Incluso Roma tiene que ver la luz.

“A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Estos versículos son claramente un añadido de la segunda o tercera generación de cristianos. No son propios de una despedida, pero es lógico recordar al seguidor de Jesús que a través de su vida resplandecerá la fuerza de Jesús. Expresado todo con los signos utilizados a lo largo del evangelio. Para Marcos, los demonios y endemoniados son los fanáticos. Las serpientes rodearan a cualquiera que actúe con el infantilismo de la verdad. Que sí, que la fe termina dando vida. Que sí que cuando comunicas vida a otros, eres tú el primer beneficiado. No te conviertas en un santón, sino en un hermano.

En definitiva, id por el mundo anunciando la vida, la esperanza y la paz: el evangelio.

Luis Alemán Mur