“NO NOS IMAGINEMOS HUECAS EN LO INTERIOR.”

V CENTENARIO SANTA TERESA DE JESÚS

En el denso capítulo 28 de Camino de Perfección que vimos la pasada semana, Teresa nos dice que el cielo es donde está Dios, y ella nos insiste en que Dios está siempre presente, está en nuestro interior, somos su morada, él es el huésped. Es algo que ya tenemos, somos morada de Dios y esa grandeza, totalmente gratuita es lo que constituye nuestra dignidad. Si es algo que ya somos ¿por qué no lo sabemos? Vivimos ajenos a nuestra propia realidad, ignoramos quienes somos, cuál es nuestra grandeza de ser persona, por ignorancia se nos pasa la vida, se nos escapa vivir la plenitud de la felicidad y perdemos el tiempo y malgastamos fuerzas persiguiendo falsos espejismos.

No hay que buscar más allá de lo que somos, sino reconocer nuestra propia dignidad, saber ver nuestra grandeza y para ello hay que buscar en el interior, hay que dejar el exterior y entrar, bajar, descender, llegar al fondo y allí no espantarnos de encontrar una verdad que puede no gustar. El interior es un palacio todo de diamante y muy claro cristal (como volverá a decir Teresa en el libro de las Moradas) pero a veces hay demasiada suciedad acumulada y tanto polvo que llega a ser fango. No hay que asustarse ni “dejar acobardar el alma”, es grande y hermosa desde su origen. La vida es el gran regalo que Dios nos da, yo soy mi gran regalo y si Dios me ama tanto no tengo porqué despreciarme o minusvalorarme. Sino ponerme manos a la obra para limpiar y ver ese tesoro escondido.

Cuando aparezca ante mí tal como es, podré tener mi vida en mis manos y un gran “señorío” que me hará vivir en libertad para amar y gozar de lo que tengo y de lo que soy. Esta es la propuesta de Teresa sobre el conocimiento propio.

Textos para la lectura

Camino 28,11.
Mas ¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil mundos y muy mucho más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida.

C 28, 12. Cuando un alma comienza, por no la alborotar de verse tan pequeña para tener en sí cosa tan grande, no se da a conocer hasta que va ensanchándola poco a poco, conforme a lo que es menester para lo que ha de poner en ella. Por esto digo que trae consigo la libertad, pues tiene el poder de hacer grande este palacio. Todo el punto está en que se le demos por suyo con toda determinación, y le desembaracemos para que pueda poner y quitar como en cosa propia. Y tiene razón
Su Majestad, no se lo neguemos. Y como El no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos, mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo. Esto es cosa cierta y, porque importa tanto, os lo acuerdo tantas veces: ni obra en el alma como cuando del todo sin embarazo es suya, ni sé cómo ha de obrar; es amigo de todo concierto. Pues si el palacio henchimos de gente baja y de baratijas, ¿cómo ha de caber el Señor con su corte? Harto hace de estar un poquito entre tanto embarazo.

CAPÍTULO 29: Prosigue en dar medios para procurar esta oración de recogimiento.
3. ¡Oh Señor mío, que si de veras os conociésemos, no se nos daría nada de nada, porque dais mucho a los que de veras se quieren fiar de Vos! Creed, amigas, que es gran cosa entender es verdad esto, para ver que los favores de acá todos son mentira cuando desvían algo el alma de andar dentro de sí.

C. 4.
Pues tornando a lo que decía, quisiera yo saber declarar cómo está esta compañía santa con nuestro acompañador, Santo de los Santos, sin impedir a la soledad que ella y su Esposo tienen, cuando esta alma dentro de sí quiere entrarse en este paraíso con su Dios, y cierra la puerta tras sí a todo lo del mundo. Digo «quiere», porque entended que esto no es cosa sobrenatural, sino que está en nuestro querer y que podemos nosotros hacerlo con el favor de Dios, que sin éste no se puede nada, ni podemos de nosotros tener un buen pensamiento. Porque esto no es silencio de las potencias; es encerramiento de ellas en sí misma el alma.

C 5.
Vase ganando esto de muchas maneras, como está escrito en algunos libros, que nos hemos de desocupar de todo para llegarnos interiormente a Dios, y aun en las mismas ocupaciones retirarnos a nosotros mismos. Aunque sea por un momento solo, aquel acuerdo de que tengo compañía dentro de mí es gran provecho. En fin, irnos acostumbrando a gustar de que no es menester dar voces para hablarle, porque Su Majestad se dará a sentir cómo está allí.

C. 6. De esta suerte rezaremos con mucho sosiego vocalmente, y es quitarnos de trabajo. Porque a poco tiempo que forcemos a nosotros mismos para estarnos cerca de este Señor, nos entenderá por señas, de manera que si habíamos de decir muchas veces el Paternóster, nos entenderá de una. Es muy amigo de quitarnos de trabajo. Aunque en una hora no le digamos más de una vez, como entendamos estamos con El y lo que le pedimos y la gana que tiene de darnos y cuán de buena gana se está con nosotros, no es amigo de que nos quebremos las cabezas hablándole mucho.

7. El Señor lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mí os confieso que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta que el Señor me enseñó este modo. Y siempre he hallado tantos provechos de esta costumbre de recogimiento dentro de mí, que eso me ha hecho alargar tanto. Concluyo con que quien lo quisiere adquirir -pues, como digo, está en nuestra mano-, no se canse de acostumbrarse a lo que queda dicho, que es señorearse poco a poco de sí mismo, no se perdiendo en balde; sino ganarse a sí para sí, que es aprovecharse de sus sentidos para lo interior. Si hablare, procurar acordarse de que hay con quien hable dentro de sí mismo. Si oyere, acordarse que ha de oír a quien más cerca le habla. En fin, traer cuenta que puede, si quiere, nunca se apartar de tan buena compañía, y pesarle cuando mucho tiempo ha dejado solo a su Padre, que está necesitada de él. Si pudiere, muchas veces en el día; si no, sea pocas. Como lo acostumbrare, saldrá con ganancia, o presto o más tarde. Después que se lo dé el Señor, no lo trocaría por ningún tesoro.

C. 8.
Pues nada se deprende sin un poco de trabajo, por amor de Dios, hermanas, que deis por bien empleado el cuidado que en esto gastareis. Y yo sé que, si le tenéis, en un año y quizá en medio, saldréis con ello, con el favor de Dios. Mirad qué poco tiempo para tan gran ganancia como es hacer buen fundamento para si quisiere el Señor levantaros a grandes cosas, que halle en vos aparejo, hallándoos cerca de sí. Plega a Su Majestad no consienta nos apartemos de su presencia, amén.