26 ABRIL Evangelio según san Juan 10,11-18

En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

“Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas”. “El buen pastor” en contraposición al asalariado. Esta alegoría del pastor y las ovejas nos puede oler a vieja. Nuestra cultura y nuestro hábitat ya no es campesina, y la misma palabra rebaño no tiene entre nosotros buenas connotaciones sociales. En la Palestina de Jesús, las cosas eran muy distintas. En la Biblia, desde los tiempos de Abrahán y Jacob, los rebaños, los corderos y los pastores son actores de primer orden. Sin embargo el evangelio de hoy encierra un principio actualísimo: el asalariado ha podido ser un enemigo para la misión de Jesús. La iglesia de Jesús ni es un negocio ni vive de asalariados.

“Conozco a mis ovejas y ellas me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre”; Nuestra fe vivida nos conduce a sentirnos conocidos personalmente por aquel en quien creemos. La enorme soledad que nos persigue tiene necesariamente que ser poblada por la mirada y el calor de aquel en quien creemos y del que confiamos.

“Yo doy mi vida por las ovejas”. Nuestra debilidad es tan grande que no nos basta con que muera por nosotros. Necesitamos su compañía. La soledad es lo más cercano a la muerte. Aunque una sociedad podrida y soberbia le elimine, los que creemos en él necesitamos que siga con nosotros.

“Y habrá un solo rebaño, un solo Pastor”. Nos dividen las ideas. Y es verdad que hay ideas distintas, y que las ideas pueden separar. Pero la sonrisa, el apretón de manos, el abrazo, la mesa compartida une, une mucho. Pero las manos, el abrazo y la mesa compartida necesitan cercanía.

“Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre”. Dios su Padre le ha entregado las llaves de la vida. Quien cree en él vivirá. ¿Crees esto?

Luis Alemán Mur