Lectura del santo evangelio según san Juan 12,20-33 

Entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.» Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre”. Entonces vino una voz del cielo: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.»

*Jerusalén. Capital del reino de David. Última esperanza para instalar el Reino de Dios. Jesús comprueba estos días que su misión por palestina ha fracasado: el pueblo no se ha levantado en pro de su anunciado reino. En su programa vislumbra la muerte. Pero no dará un paso atrás. Sólo le queda la fe en su Padre.

*Las fiestas. No sólo de la ciudad sino de Palestina y “de todas las naciones, desde Partia y Babilonia hasta Creta y Libia”. Flavio Josefo, el historiador judío, se atreve a calcular (exagerando) dos millones y medio el número de visitantes instalados en los pueblos de alrededor o acampados junto a las murallas. Los romanos cuidaban el orden. Un espectáculo solo comparable con la Meca durante el haj. “Entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos”. Habían oído hablar de un extraño judío llamado Jesús.

*Jesús. “Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Jesús no quiere convertirse en un número más de la fiesta. “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre”. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; “Ahora mi alma está agitada”. Se sacrificaban 255.600 corderos. El olor a carne chamuscada, el intenso perfume del incienso, y las gentes que iban y venían de los lavatorios. Jesús lleva otra Pascua por dentro. Los corderos, y los sacrificios le hacen vivir otra realidad: “ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.

Luis Alemán Mur