“CABALLOS DESBOCADOS”

V CENTENARIO DE SANTA TERESA.

Antes de entrar en el comentario del Padrenuestro, sigamos viendo los preámbulos que Teresa va describiendo y que son tan importantes para este camino de oración. Su experiencia le hace tener una fina percepción psicológica y conoce como es el procedimiento de la mente. Una de las mayores dificultades para la unificación personal, para la paz y armonía interior es la dispersión. Nace de un no saber como parar tantos pensamientos que en nuestra mente se cruzan, lo que hice o dejé de hacer, lo que estuve hablando o lo que callé, lo que tengo que hacer después y lo que no tengo tiempo de hacer. Por muy poco que hayamos intentado hacer meditación, es decir, parar un rato en nuestra actividad y mirarnos a nuestro interior, fácilmente hemos comprobado la multitud de pensamientos que nos asaltan. Teresa lo sabe bien por propia experiencia y los llama “caballos desbocados”, imagen que lo expresa muy claramente y que a mí me hace pensar en Teresa en los momentos de oración por los caminos de Castilla mientras iba de una ciudad a otra para hacer una fundación ¿cuántas cosas llevaría en la cabeza? ¿Qué hizo ellas? Recogerse leyendo las palabras de su Maestro en los Evangelios. Siempre es Cristo el punto de referencia sobre el que gira la vida y la oración.

Conclusión: el remedio para la imaginación desbocada es centrarse en Cristo, en su Palabra y no en sí mismo, en los propios pensamientos. No hacerles casos, dejarlos correr.

Por eso lo importante es saber cuál es el fin pretendido en la oración: la centralidad de Dios, su amistad, por eso Teresa habla de menospreciar el mundo, no se trata de rechazo, sino saber que hay prioridad sobre todo: la relación de amistad. Por eso es bueno tener ánimo y no acongojarse, sino tener clara la meta y caminar con determinación y confianza, con perseverancia. Todo lo demás, poco a poco, día a día se irá transformando por la fuerza del amor de esta relación con Dios.

No tengamos miedo, nunca pensemos que esto no es para mí, es “para todos. A todos invita el Señor, él llama, sólo hay que querer abrirle”

Textos para la lectura.

Camino 19, 2. Hay unas almas y entendimientos tan desbaratados como unos caballos desbocados, que no hay quien las haga parar. Ya van aquí, ya van allí, siempre con desasosiego. Es su misma naturaleza, o Dios que lo permite. Heles mucha lástima, porque me parecen como unas personas que han mucha sed y ven el agua de muy lejos, y cuando quieren ir allá, hallan quien las defienda el paso al principio y medio y fin. Acaece que, cuando ya con su trabajo –y con harto trabajo- han vencido los primeros enemigos, a los segundos se dejan vencer y quieren más morir de sed que beber agua que tanto ha de costar. Acabóseles el esfuerzo, faltóles ánimo. Y ya que algunos le tienen para vencer también los segundos enemigos, a los terceros se les acaba la fuerza, y por ventura no estaban dos pasos de la fuente de agua viva que dijo el Señor a la Samaritana, que quien la bebiere no tendrá sed. Y con cuánta razón y verdad, como dicho de la boca de la misma Verdad, que no la tendrá de cosa de esta vida, aunque crece muy mayor de lo que acá podemos imaginar de las cosas de la otra por esta sed natural. Mas ¡con qué sed se desea tener esta sed!

7. Quiérome declarar más: estamos pensando qué es el mundo y cómo se acaba todo, para menospreciarlo. Casi sin entendernos, nos hallamos metidos en cosas que amamos de él. Y deseándolas huir, por lo menos nos estorba un poco pensar cómo fue y cómo será y qué hice y qué haré. Y para pensar lo que hace al caso para librarnos, a las veces nos metemos de nuevo en el peligro. No porque esto se ha de dejar, mas hase de temer. Es menester no ir descuidados. Acá lleva este cuidado el mismo Señor, que no quiere fiarnos de nosotros. Tiene en tanto nuestra alma, que no la deja meter en cosas que la puedan dañar por aquel tiempo que quiere favorecerla; sino pónela de presto junto cabe sí y muéstrale en un punto más verdades y dala más claro conocimiento de lo que es todo, que acá pudiéramos tener en muchos años. Porque no va libre la vista; ciéganos el polvo como vamos caminando. Acá llévanos el Señor al fin de la jornada sin entender cómo.

14. ¿Para qué pensáis, hijas, que he pretendido declarar el fin y mostrar el premio antes de la batalla, con deciros el bien que trae consigo llegar a beber de esta fuente celestial, de esta agua viva? Para que no os congojéis del trabajo y contradicción que hay en el camino, y vayáis con ánimo y no os canséis. Porque -como he dicho- podrá ser que después de llegadas, que no os falta sino bajaros a beber en la fuente, lo dejéis todo y perdáis este bien, pensando no tendréis fuerza para llegar a él y que no sois para ello.
15. Mirad que convida el Señor a todos. Pues es la misma verdad, no hay que dudar. Si no fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos, y aunque los llamara, no dijera: «Yo os daré de beber». Pudiera decir: «Venid todos, que, en fin, no perderéis nada; y los que a mí me pareciere, yo los daré de beber». Mas como dijo, sin esta condición, «a todos», tengo por cierto que todos los que no se quedaren en el camino, no les faltará esta agua viva.

Dénos el Señor, que la promete, gracia para buscarla como se ha de buscar, por quien Su Majestad es.

Camino 20, 1 dije que tenía el Señor diferentes caminos por donde iban a El, así como había muchas moradas. Así lo torno ahora a decir; porque, como entendió Su Majestad nuestra flaqueza, proveyó como quien es. Mas no dijo: «por este camino vengan unos y por éste otros»; antes fue tan grande su misericordia, que a nadie quitó procurase venir a esta fuente de vida a beber. ¡Bendito sea por siempre, y con cuánta razón me lo quitara a mí!

Así que, hermanas, no hayáis miedo muráis de sed en este camino. Nunca falta agua de consolación tan falto que no se pueda sufrir. Y pues esto es así, tomad mi consejo y no os quedéis en el camino, sino pelead como fuertes hasta morir en la demanda, pues no estáis aquí a otra cosa sino a pelear. Y con ir siempre con esta determinación de antes morir que dejar de llegar al fin del camino, si os llevare el Señor con alguna sed en esta vida, en la que es para siempre os dará con toda abundancia de beber y sin temor que os ha de faltar. Plega al Señor no le faltemos nosotras, amén.

Camino 21 Que dice lo mucho que importa comenzar con gran determinación a tener oración, y no hacer caso de los inconvenientes que el demonio pone.

1. No os espantéis, hijas, de las muchas cosas que es menester mirar para comenzar este viaje divino, que es camino real para el cielo. Gánase yendo por él gran tesoro, no es mucho que cueste mucho a nuestro parecer. Tiempo vendrá que se entienda cuán nonada es todo para tan gran precio.

2. Ahora, tornando a los que quieren ir por él y no parar hasta el fin, que es llegar a beber de esta agua de vida, cómo han de comenzar, digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo, como muchas veces acaece con decirnos:

«hay peligros», «fulana por aquí se perdió», «el otro se engañó», «el otro, que rezaba mucho, cayó», «hacen daño a la virtud», «no es para mujeres, que les podrán venir ilusiones», «mejor será que hilen», «no han menester esas delicadeces», «basta el Paternóster y Avemaría».

3. Esto así lo digo yo, hermanas, y ¡cómo si basta! Siempre es gran bien fundar vuestra oración sobre oraciones dichas de tal boca como la del Señor. En esto tienen razón, que si no estuviese ya nuestra flaqueza tan flaca y nuestra devoción tan tibia, no eran menester otros conciertos de oraciones, ni eran menester otros libros. Y así me ha parecido ahora (pues,) como digo, hablo con almas que no pueden recogerse en otros misterios, que les parece es menester artificio y hay algunos ingenios tan ingeniosos que nada les contenta), iré fundando por aquí unos principios y medios y fines de oración, aunque en cosas subidas no me detendré; y no os podrán quitar libros, que si sois estudiosas, y teniendo humildad, no habéis menester otra cosa.

4. Siempre yo he sido aficionada y me han recogido más las palabras de los Evangelios que libros muy concertados. Allegada, pues, a este Maestro de la sabiduría, quizá me enseñará alguna consideración que os contente.

Mª Rosa Bonilla Pérez