V CENTERANIO DE SANTA TERESA

Los tres primeros grados de oración los hemos visto cada uno en un solo comentario, pero en este último voy a detenerme algo más porque creo que es necesario dejar bien clarificado lo que Teresa enseña antes de pasar a otra de sus obras para ver lo que en ella dice sobre la oración.

Teresa intenta describir lo que “siente” en esta oración, tal vez a aquellos que no lo hayan experimentado y lo lean, pueda extrañarle, como ella misma dice, es difícil de entender para quien no lo haya experimentado. Pero su descripción viene a explicar los efectos corporales que siente, es un estado de relajación o introspección. Hoy, que está tan de moda tantas técnicas y muchas de ellas orientales, todas nos llevan a esta “suspensión de las potencias donde sola la voluntad ama y entiende sin entender“.

Pero Teresa no se queda aquí, sino que estando su corporalidad en este estado de meditación/relajación busca una presencia: Cristo y describe con palabras de san Pablo lo que experimenta “soy yo, pero ya no soy yo quien vive en mí, sino Aquel que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Teresa nos remite a una experiencia básica del cristiano: el encuentro personal con el Resucitado.

Veíamos en el último capítulo del libro de la Vida que esta “presencia” deja una gran “certeza“. Son palabras claves en la experiencia de oración y en la pedagogía de Santa Teresa. Porque las palabras a veces no nos alcanzan a describir lo que experimentamos. Ella lo describe en muchos de sus escritos, por eso hoy vamos a hacer un alto en la lectura del libro de la Vida para pasar a sus poesía y otros escritos breves.

Textos para la lectura.

Poesía “Alma buscarte has en mí”

Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.
De tal suerte, pudo amor,
alma, en Mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar. 
 
Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y así
en mis entrañas pintada,
si te perdieres, mi amada,
alma, buscarme has en Mí. 
 
Que yo sé que te hallarás
en mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves holgarás
viéndome tan bien pintada.
 
Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí.
no andes de aquí para allí,
sino, si hallarme quisieres,
a Mí buscarme has en ti. 
 
Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así llamo en cualquier tiempo,
si hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.
 
Fuera de ti no hay buscarme,
porque para hallarme a Mí
bastará solo llamarme,
que a ti iré sin tardarme,
y a Mí buscarme has en ti. 

EXCLAMACIONES DEL ALMA A DIOS

I

2.- ¡Oh Dios mío y misericordia mía!, ¿qué haré para que no deshaga yo las grandezas que Vos hacéis conmigo? Vuestras obras son santas, son justas, son de inestimable valor y con gran sabiduría, pues la misma sois Vos, Señor. Si en ella se ocupa mi entendimiento, quéjase la voluntad, porque querría que nadie la estorbase a amaros, pues no puede el entendimiento en tan grandes grandezas alcanzar quién es su Dios, y deséale gozar y no ve cómo, puesta en cárcel tan penosa como esta mortalidad. Todo la estorba, aunque primero fue ayudada en la consideración de vuestras grandezas, adonde se hallan mejor las innumerables bajezas mías.

3. ¿Para qué he dicho esto, mi Dios? ¿A quién me quejo? ¿Quién me oye sino Vos, Padre y Criador mío? Pues para entender Vos mi pena, ¿qué necesidad tengo de hablar, pues tan claramente veo que estáis dentro de mí? Este es mi desatino. Mas ¡ay Dios mío!, ¿cómo podré yo saber cierto que no estoy apartada de Vos? ¡Oh vida mía, que has de vivir con tan poca seguridad de cosa tan importante! ¿Quién te deseará, pues la ganancia que de ti se puede
sacar o esperar, que es contentar en todo a Dios, está tan incierta y llena de peligros?

XVII

1. ¡Oh Dios mío y mi sabiduría infinita, sin medida y sin tasa y sobre todos los entendimientos angélicos y humanos! ¡Oh Amor, que me amas más de lo que yo me puedo amar, ni entiendo! ¿Para que quiero, Señor, desear más de lo que Vos quisiereis darme? ¿Para qué me quiero cansar en pediros cosa ordenada por mi deseo, pues todo lo que mi entendimiento puede concertar, y mi deseo desear, tenéis Vos ya entendido sus fines, y yo no entiendo cómo me aprovechar? En esto que mi alma piensa salir con ganancia, por ventura estará mi pérdida. Porque, si os pido que me libréis de un trabajo y en aquél está el fin de mi mortificación, ¿qué es lo que pido, Dios mío? Si os suplico me le deis, no conviene por ventura a mi paciencia, que aún está flaca y no puede sufrir tan gran golpe; y si con ella le paso y no estoy fuerte en la humildad, podrá ser que piense he hecho algo, y hacéislo Vos todo, mi Dios. Si quiero padecer, mas no querría en cosas en que parece no conviene para vuestro servicio perder el crédito, ya que por mí no entienda en mí sentimiento de honra, y podrá ser que por la misma causa que pienso se ha de perder se gane más para lo que pretendo, que es serviros.

2. Muchas cosas más pudiera decir en esto, Señor, para darme a entender que no me entiendo; mas como sé que las entendéis, ¿para qué hablo? Para que cuando veo despierta mi miseria, Dios mío, y ciega mi razón, pueda ver si la hallo aquí en esto escrito de mi mano. Que muchas veces me veo mi Dios, tan miserable y flaca y pusilánime, que ando a buscar qué se hizo vuestra sierva, la que ya le parecía tenía recibidas mercedes de Vos para pelear contra las tempestades de este mundo. Que no, mi Dios, no; no más confianza en cosa que yo pueda querer para mí. Quered Vos de mí lo que quisiereis querer, que eso quiero, pues está todo mi bien en contentaros. Y si Vos, Dios mío, quisiereis contentarme a mí, cumpliendo todo lo que pide mi deseo, veo que iría perdida.

3. ¡Qué miserable es la sabiduría de los mortales e incierta su providencia! Proveed Vos por la vuestra los medios necesarios para que mi alma os sirva más a vuestro gusto que al suyo. No me castiguéis en darme lo que yo quiero o deseo, si vuestro amor (que en mí viva siempre), no lo deseare. Muera ya este yo, y viva en mí otro que es más que yo y para mí mejor que yo, para que yo le pueda servir. El viva y me dé vida; El reine, y sea yo cautiva, que no quiere mi alma otra libertad. ¿Cómo será libre el que del Sumo estuviere ajeno? ¿Qué mayor ni más miserable cautiverio que estar el alma suelta de la mano de su Criador? Dichosos los que confuertes grillos y cadenas de los beneficios de la misericordia de Dios se vieren presos e inhabilitados para ser poderosos para soltarse. Fuerte es como la muerte el amor, y duro como el infierno.

Mª Rosa Bonilla