“ES MI INTENCIÓN ENGOLOSINAR LAS ALMAS”

V CENTENARIO DE SANTA TERESA

Ya estamos en el último peldaño de este camino de oración que Santa Teresa presenta en este libro de la Vida, el primero que escribió. Trata este cuarto grado de oración, bajo el símil del cuarto modo de regar el huerto, desde el capitulo 18 hasta el 21. Al comenzar dice: “para que se esfuercen a llegar a tan alto estado“, ¿Cómo dice Teresa que se esfuercen si es Dios quien ya lo da todo? ¿Cae en una contradicción? No, este es el permanente diálogo de oración: dar y recibir. A medida que más se recibe más se da de sí mismo. Y Dios a medida que más da, más necesita recibir nuestra libre voluntad de seguir en este empeño.

Teresa después de justificarse por la dificultad de explicar este grado de oración desde términos teológicos, (algo que tenía que hacer ante aquellos que iban a leer y juzgar este escrito), deja clara su intención: “Lo que yo pretendo declarar es qué siente el alma cuando está en esta divina unión”. Este es el recurso principal de su pedagogía: no hablar de teorías, ni de doctrinas, sino compartir su experiencia. Y para que quede constancia va y se pone a hablar con Dios, en una oración espontanea (V 18,3).

Más adelante sigue diciendo: “También pretendo decir las gracias y efectos que quedan en el alma, y qué es lo que puede de suyo hacer, o si es parte para llegar a tan gran estado”. Esta es la más clara señal que tenemos para saber si vamos por el buen camino de la oración: los efectos que quedan. Es una constante en los escritos de Teresa. Sabemos si estamos unidos al querer de Dios si cuanto hacemos día a día no es por interés propio, sino para bien de los demás. Es la disposición para servir que se traduce en una atención constante y consciente a lo que los otros necesitan, no lo que yo quiero darles, lo que yo creo que es lo mejor, sino lo que realmente están necesitando y pidiendo. Para esto es la oración, para tener una disposición capaz de captar lo que los demás necesitan, saber siempre escuchar y procurar complacerles para hacerles más agradable la vida.

Es tan cierta esta experiencia que ha cambiado la vida de Teresa que su verdadero propósito cuando escribe o habla de oración es uno: “engolosinar”, es decir, contagiar, despertar en los demás el deseo de este trato de amistad que es la oración y lleva a una actitud constante de servicio.

Textos para la lectura

Vida 18.3- Lo que es unión ya se está entendido, que es dos cosas divisas hacerse una. ¡Oh Señor mío, qué bueno sois! ¡Bendito seáis para siempre! ¡Alaben os, Dios mío, todas las cosas, que así nos amasteis, de manera que con verdad podamos hablar de esta comunicación que aun en este destierro tenéis con las almas!; y aun con las que son buenas es gran largueza y magnanimidad. En fin, vuestra, Señor mío, que dais como quien sois. ¡Oh largueza infinita, cuán magníficas son vuestras obras! Espanta a quien no tiene ocupado el entendimiento en cosas de la tierra, que no tenga ninguno para entender verdades. Pues que hagáis a almas que tanto os han ofendido mercedes tan soberanas, cierto, a mí me acaba el entendimiento, y cuando llego a pensar en esto, no puedo ir adelante. ¿Dónde ha de ir que no sea tornar atrás? Pues daros gracias por tan grandes mercedes, no sabe cómo. Con decir disparates me remedio algunas veces.

4.-
No pongáis, Criador mío, tan precioso licor en vaso tan quebrado, pues habéis ya visto de otras veces que le torno a derramar. No pongáis tesoro semejante adonde aún no está…en fin, mujer, y no buena, sino ruin. Parece que no sólo se esconden los talentos, sino que se entierran, en ponerlos en tierra tan astrosa. No soléis Vos hacer, Señor, semejantes grandezas y mercedes a un alma, sino para que aproveche a muchas. Ya sabéis, Dios mío, que de toda voluntad y corazón os lo suplico y he suplicado algunas veces, y tengo por bien de perder el mayor bien que se posee en la tierra, por que las hagáis Vos a quien con este bien más aproveche, porque crezca vuestra gloria».
5. Estas y otras cosas me ha acaecido decir muchas veces. Veía después mi necedad y poca humildad. Porque bien sabe el Señor lo que conviene, y que no había fuerzas en mi alma para salvarse, si Su Majestad con tantas mercedes no se las pusiera.

8.-
No diré cosa que no la haya experimentado mucho. Y es así que cuando comencé esta postrera agua a escribir, que me parecía imposible saber tratar cosa más que hablar en griego, que así es ello dificultoso. Con esto, lo dejé y fui a comulgar. ¡Bendito sea el Señor que así favorece a los ignorantes! ¡Oh virtud de obedecer, que todo lo puedes!: aclaró Dios mi entendimiento, unas veces con palabras y otras poniéndome delante cómo lo había de decir, que, como hizo en la oración pasada, Su Majestad parece quiere decir lo que yo no puedo ni sé. Esto que digo es entera verdad, y así lo que fuere bueno es suya la doctrina; lo malo, está claro es del piélago de los males, que soy yo. Y así, digo que si hubiere personas que hayan llegado a las cosas de oración que el Señor ha hecho merced a esta miserable –que debe haber muchas- y quisiesen tratar estas cosas conmigo, pareciéndoles descaminadas, que ayudara el Señor a su sierva para que saliera con su verdad adelante.

9. Ahora, hablando de esta agua que viene del cielo para con su abundancia henchir y hartar todo este huerto de agua, si nunca dejara, cuando lo hubiera menester, de darlo el Señor, ya se ve qué descanso tuviera el hortelano… siempre ha de haber cuidado de cuando faltare la una agua procurar la otra. Esta del cielo viene muchas veces cuando más descuidado está el hortelano. Verdad es que a los principios casi siempre es después de larga oración mental.

10. Estando así el alma buscando a Dios, siente con un deleite grandísimo y suave casi desfallecer toda con una manera de desmayo que le va faltando el huelgo y todas las fuerzas corporales, de manera que, si no es con mucha pena, no puede aun menear las manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar, o si los tiene abiertos, no ve casi nada; ni, si lee, acierta a decir letra, ni casi atina a conocerla bien; ve que hay letra, mas, como el entendimiento no ayuda, no la sabe leer aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye. Así que de los sentidos no se aprovecha nada, si no es para no la acabar de dejar a su placer; y así antes la dañan. Hablar es por demás, que no atina a formar palabra, ni hay fuerza, ya que atinase, para poderla pronunciar; porque toda la fuerza exterior se pierde y se aumenta en las del alma para mejor poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente es grande y muy conocido. 11. Esta oración no hace daño, por larga que sea. 12… Bien se entiende en la sobra de las mercedes que ha sido grande la claridad del sol que ha estado allí,

14.-
Estaba yo pensando cuando quise escribir esto, acabando de comulgar y de estar en esta misma oración que escribo, qué hacía el alma en aquel tiempo. Díjome el Señor estas palabras: Deshácese toda, hija, para ponerse más en Mí. Ya no es ella la que vive, sino Yo. Como no puede comprender lo que entiende, es no entender entendiendo. Quien lo hubiere probado entenderá algo de esto, porque no se puede decir más claro, por ser tan oscuro lo que allí pasa. Sólo podré decir que se representa estar junto con Dios, y queda una certidumbre que en ninguna manera se puede dejar de creer.

15. Acaecióme a mí una ignorancia al principio, que no sabía que estaba Dios en todas las cosas. Y como me parecía estar tan presente, parecíame imposible. Dejar de creer que estaba allí no podía, por parecerme casi claro había entendido estar allí su misma presencia. Los que no tenían letras me decían que estaba sólo por gracia. Yo no lo podía creer; porque, como digo, parecíame estar presente, y así andaba con pena. Un gran letrado de la Orden delglorioso Santo Domingo me quitó de esta duda, que me dijo estar presente, y cómo se comunicaba con nosotros, que me consoló harto. Es de notar y entender que siempre esta agua del cielo, este grandísimo favor del Señor, deja el alma con grandísimas ganancias, como ahora diré.

Rosa Bonilla