JUNTAMENTE VIDA ACTIVA Y CONTEMPLATIVA”

V CENTENARIO SANTA TERESA

Teresa advierte que son muchos los que llegan al segundo grado de oración y pocos los que pasan adelante. En el capítulo 16 y 17 del Libro de la Vida trata del tercer modo de regar el huerto. Se trata de algo totalmente nuevo y desconocido que llega a sorprender, pero que se refleja en un modo diferente de afrontar la vida. Ahí radica la dificultad: lo nuevo, por ser desconocido, da miedo y no se tiene “ánimo” de afrontarlo, por eso es necesario tener una “determinada determinación”.

Una advertencia, Teresa habla con frecuencia de los “ardides del demonio”, (vuelvo a recordar que no ha de asustarnos su lenguaje, sino ir al fondo de su mensaje) Con estas expresiones se refiere a todas aquellas dificultades que surgen en nuestro interior contrarias al amor, toda inclinación al egoísmo, la soberbia, presunción, envidia, discordia… la lista es larga y la conocemos bien si de verdad somos sinceros con nosotros mismos. Son nuestras sombras, aquello que nos daña a nosotros mismos y a los demás.

Por otro lado ella habla de las mercedes de Dios, que son sobrenaturales y pueden incluir fenómenos como arrobamientos. No debemos pararnos en ellos, esto no es lo importante y ella misma lo advierte. Lo que realmente debe importar son los efectos que la oración produce, Teresa dirá en otros escritos que las obras son el indicativo de la autenticidad de la oración. Insistimos en lo dicho al principio: la mística no es para elevarnos espiritualmente, sino para hacernos más profundamente humanos, pisar el suelo de esta tierra con nuestra carne.

Lo novedosos en este grado de oración es el abandono en las manos de Dios y la confianza absoluta en él. ¿Por qué? Se produce un cambio de protagonista: ahora la persona no es el centro, Dios es quien polariza toda la existencia hasta “descentrarnos” y desde ahí nacen las verdaderas obras llenas de amor y desprovistas de egoísmo o vanagloria, servir a los demás sin interés propio.

Al final del capítulo 17 una curiosa explicación sobre el problema de las distracciones en la oración que tanto inquietan. La solución es sencilla y nos muestra una vez más la clarividencia de la experiencia de esta gran mujer.

Textos para la lectura

Vida 16, 1. Vengamos ahora a hablar de la tercera agua con que se riega esta huerta, que es agua corriente de río o de fuente, que se riega muy a menos trabajo, aunque alguno da el encaminar el agua. Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano de manera que casi El es el hortelano y el que lo hace todo… Yo no sé otros términos cómo lo decir ni cómo lo declarar, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si hable ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial locura,adonde se deprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar el alma.

3.- Háblanse aquí muchas palabras en alabanzas de Dios sin concierto, si el mismo Señor no las concierta. Al menos el entendimiento no vale aquí nada. Querría dar voces en alabanzas el alma, y está que no cabe en sí; un desasosiego sabroso. Ya ya se abren las flores, ya comienzan a dar olor. Aquí querría el alma que todos la viesen y entendiesen su gloria para alabanzas de Dios, y que la ayudasen a ella, y darles parte de su gozo, porque no puede tanto gozar. Paréceme que es como la que dice el Evangelio que quería llamar o llamaba a sus vecinas… 4. ¡Oh, válgame Dios! ¡Cuál está un alma cuando está así! Toda ella querría fuese lenguas para alabar al Señor. Dice mil desatinos

5. ¡Oh verdadero Señor y gloria mía! ¡Qué delgada y pesadísima cruz tenéis aparejada a los que llegan a este estado! Delgada, porque es suave; pesada, porque vienen veces que no hay sufrimiento que la sufra, y no se querría jamás ver libre de ella, si no fuese para verse ya con Vos. Cuando se acuerda que no os haservido en nada, y que viviendo os puede servir, querría cargarse muy más pesada y nunca hasta el fin del mundo morirse. No tiene en nada su descanso, a trueco de haceros un pequeño servicio. No sabe qué desee, mas bien entiende que no desea otra cosa sino a Vos.

Vida 17, 1. Razonablemente está dicho de este modo de oración y lo que ha de hacer el alma o, por mejor decir, hace Dios en ella, que es el que toma ya el oficio de hortelano y quiere que ella huelgue. Sólo consiente la voluntad en aquellas mercedes que goza. Y se ha de ofrecer a todo lo que en ella quisiere hacer la verdadera sabiduría, porque es menester ánimo, cierto. Porque es tanto el gozo, que parece algunas veces no queda un punto para acabar el ánima de salir de este cuerpo. ¡Y qué venturosa muerte sería!

2. Aquí me parece viene bien, como a vuestra merced se dijo, dejarse del todo en los brazos de Dios
Haga Su Majestad como de cosa propia; ya no es suya el alma de sí misma; dada está del todo al Señor; descuídese del todo. Digo que en tan alta oración como ésta, que cuando la da Dios al alma puede hacer todo esto. Y mucho más que éstos son sus efectos. Y entiende que lo hace sin ningún cansancio del entendimiento. Sólo me parece está como espantada de ver cómo el Señor hace tan buen hortelano y no quiere que tome él trabajo ninguno.

3. En fin, es que las virtudes quedan ahora más fuertes que en la oración de quietud pasada, que el alma no las puede ignorar, porque se ve otra y no sabe cómo. Comienza a obrar grandes cosas… aunque ve muy bien que no las podía ella -ni ha podido- ganar en muchos años, y que en aquello poquito el celestial hortelano se las dio. Aquí es muy mayor la humildad y más profunda que al alma queda, que en lo pasado; porque ve más claro que poco ni mucho hizo, sino consentir que la hiciese el Señor mercedes y abrazarlas la voluntad. Paréceme este modo de oración unión muy conocida de toda el alma con Dios, sino que parece quiere Su Majestad dar licencia a las potencias para que entiendan y gocen de lo mucho que obra allí.

4.- Esto, aunque parece todo uno, es diferente de la oración de quietud que dije, en parte, porque allí está el alma que no se querría bullir ni menear, gozando en aquel ocio santo de María; en esta oración puede también ser Marta. Así que está casi obrando juntamente en vida activa y contemplativa, y entender en obras de caridad y negocios que convengan a su estado, y leer, aunque no del todo están señores de sí, y entienden bien que está la mejor parte del alma en otro cabo.

5.- La imaginación, como se ve sola, es para alabar a Dios la guerra que da y cómo procura desasosegarlo todo. A mí cansada me tiene y aborrecida la tengo, y muchas veces suplico al Señor, si tanto me ha de estorbar, me la quite en estos tiempos. Alguna veces le digo: «¿Cuándo, mi Dios, ha de estar ya toda junta mi alma en vuestra alabanza y no hecha pedazos, sin poder valerse a sí?»… que no parece sino de estas maripositas de las noches, importunas y desasosegadas: así anda de un cabo a otro. En extremo me parece le viene al propio esta comparación, porque aunque no tiene fuerza para hacer ningún mal, importuna a los que la ven. Para esto no sé qué remedio haya, que hasta ahora no me le ha dado Dios a entender; que de buena gana le tomaría para mí, que me atormenta, como digo, muchas veces. El postrer remedio que he hallado, es lo que dije en la oración de quietud: que no se haga caso de ella más que de un loco, sino dejarla con su tema, que sólo Dios se la puede quitar.

Mª Rosa Bonilla