V CENTENARIO STA TERESA: “NO APOCAR LOS DESEOS”

 

Para seguir la propuesta de oración de Teresa veíamos que nos hace falta, perseverancia, soledad, silencio ¿para qué? Pues para educar la mirada y el oído. Y es por una razón muy concreta: “no estamos huecos”

La oración es un camino de conocimiento de nuestro amigo interlocutor que es Dios, pero si el otro interlocutor, que soy yo no está a la altura, es decir, no se conoce a sí mismo, no puede haber una relación.

Y para conocernos tenemos que mirar dentro de nosotros, en nuestro interior para descubrir el milagro que somos como criaturas, los dones y cualidades que hemos recibido y hemos ido desarrollando a lo largo de la vida y también entrar en esas zonas oscuras que no nos gusta reconocer. Porque somos débiles, imperfectos, frágiles y vulnerables y sentimos pánico a asomarnos a esa zona que en psicología se llama subconsciente.

No temáis, “yo estoy contigo” nos dice Jesús, él también fue hombre, también sintió la fragilidad de nuestra condición y nos enseña a enfrentarnos a nuestros propias oscuridades, o, como dice Teresa en el lenguaje de su época, a nuestros demonios.

Vivir desde la confianza de sabernos siempre acompañados por nuestro “buen amigo Cristo” nos da seguridad, y esa seguridad y confianza nos da un “ánimo animoso” para vivir en la esperanza, lo que se traduce en una vida afable, feliz y plena, llena de la alegría de saberse agarrados de la mano de quien nos ama. Esa es una oración permanente en la vida cotidiana.

 

Textos para la lectura:

Vida 10, 4-6: “No cure de unas humildades que hay, de que pienso tratar, que les parece humildad no entender que el Señor les va dando dones. Entendamos bien, bien, como ello es, que nos los da Dios sin ningún merecimiento nuestro, y agradezcámoslo a Su Majestad; porque si no conocemos que recibimos, no despertamos a amar. Y es cosa muy cierta que mientras más vemos estamos ricos, sobre conocer somos pobres, más aprovechamiento nos viene y aun más verdadera humildad. Lo demás es acobardar el ánimo a parecer que no es capaz de grandes bienes, si en comenzando el Señor a dárselos comienza él a atemorizarse con miedo de vanagloria.

Es cosa muy clara que amamos más a una persona cuando mucho se nos acuerda las buenas obras que nos hace. Pues si es lícito y tan meritorio que siempre tengamos memoria que tenemos de Dios el ser y que nos crió de nonada y que nos sustenta y todos los demás beneficios de su muerte y trabajos, que mucho antes que nos criase los tenía hechos por cada uno de los que ahora viven… forzado convida a amar, que es todo el bien de la oración fundada sobre humildad”.

Vida 13, 1-5: “Pues procúrese a los principios andar con alegría y libertad, que hay algunas personas que parece se les ha de ir la devoción si se descuidan un poco…

Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco, aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con su favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y poco a poco a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere Su Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza de sí. Y no he visto a ninguna de éstas que quede baja en este camino; ni ninguna alma cobarde, con amparo de humildad, que en muchos años ande lo que estotros en muy pocos. Espántame lo mucho que hace en este camino animarse a grandes cosas; aunque luego no tenga fuerzas el alma, da un vuelo y llega a mucho, aunque -como avecita que tiene pelo malo- cansa y queda.
Estas primeras determinaciones son gran cosa, aunque en este primer estado es menester irse más deteniendo y atados a la discreción y parecer de maestro”.

Fundaciones 12, 1: “Entró en este monasterio por monja una doncella llamada doña Beatriz Oñez… Y afirman las monjas y priora, que en todo cuanto vivió, jamás entendieron en ella cosa que se pudiese tener por imperfección, ni jamás por cosa la vieron de diferente semblante; sino con una alegría modesta, que daba bien a entender el gozo interior que traía su alma… En todas las cosas era extraño su concierto interior y exteriormente. Esto nacía de traer muy presente la eternidad y para lo que Dios nos había criado. Siempre traía en la boca alabanzas de Dios y un agradcimiento grandísimo. En fin, una perpetua oración”.