V CENTENARIO SANTA TERESA

“Es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre”

La propuesta de Teresa: “orar es tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”. Y a amar se aprende en la vida y en el mismo trato, por eso ella nos enseña con su propia manera de orar, y así nos sorprende con exclamaciones a Dios en medio de los textos.

Para que este trato y amistad crezca hace falta:

1º.- Tener “una determinada determinación”. Es decir: Perseverancia, estar con él, con este amigo, todos los días.

2º.- Por tanto, buscar tiempo para la soledad y el silencio para ir conociendo a este “buen amigo Cristo”, porque él siempre busca nuestra compañía.

3º.- Porque nos hace falta educar la mirada para saber verle en cada circunstancia de la propia vida. y educar el oído para escuchar y entender lo que quiere decirnos.

4º.- Tratar con él con total confianza, como con amigo, como con hermano, como con maestro, como con esposo… Porque jamás hay que olvidar que tratamos con Cristo, verdadero “hombre”.

Teresa no se sube a la parra de un espiritualismo desencarnado donde el trato de amistad es con ángeles. No, mire usted, este que se pone a nuestro lado y camina junto con nosotros, se hizo hombre y no hay que tener miedo de tratar con un hombre, al fin y al cabo todos somos hijos de esta carne. Dios nos hizo con un cuerpo que nos da una identidad propia y es a través de nuestro cuerpo, de nuestros sentimientos que podemos ver y tocar a Dios.

Porque la oración no es cuestión de tiempo, ni de espacio. La oración, no debemos olvidar nunca, es un trato de amistad, una relación entre personas, que viven en un cuerpo.

Textos para la lectura:

Vida 8,6-9: “¡Oh bondad infinita de mi Dios, que me parece os veo y me veo de esta suerte! ¡Oh regalo de los ángeles, que toda me querría, cuando esto veo, deshacer en amaros! ¡Cuán cierto es sufrir Vos a quien os sufre que estéis con él! ¡Oh, qué buen amigo hacéis, Señor mío! ¡Cómo le vais regalando y sufriendo, y esperáis a que se haga a vuestra condición y tan de mientras le sufrís Vos la suya! ¡Tomáis en cuenta, mi Señor, los ratos que os quiere, y con un punto de arrepentimiento olvidáis lo que os ha ofendido! He visto esto claro por mí, y no veo, Criador mío, por qué todo el mundo no se procure llegar a Vos por esta particular amistad: los malos, que no son de vuestra condición, para que nos hagáis buenos con que os sufran estéis con ellos siquiera dos horas cada día, aunque ellos no estén con Vos sino con mil revueltas de cuidados y pensamientos de mundo, como yo hacía. Por esta fuerza que se hacen a querer estar en tan buena compañía, miráis que en esto a los principios no pueden más, ni después algunas veces; forzáis vos, Señor, los demonios para que no los acometan y que cada día tengan menos fuerza contra ellos, y dáisselas a ellos para vencer. Sí, que no matáis a nadie -¡vida de todas las vidas!- de los que se fían de Vos y de los que os quieren por amigo; sino sustentáis la vida del cuerpo con más salud y dáisla al alma…

Esta fue toda mi oración y ha sido cuando anduve en estos peligros, y aquí era mi pensar cuando podía; y muy muchas veces, algunos años, tenía más cuenta con desear se acabase la hora que tenía por mí de estar, y escuchar cuándo daba el reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme a tener oración…

Porque de estos gustos que el Señor da a los que perseveran en la oración se tratará mucho, no digo aquí. Sólo digo que, para estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí, es la puerta la oración: cerrada ésta, no sé cómo las hará; porque, aunque quiera entrar a regalarse con un alma y regalarla, no hay por dónde; que la quiere sola y limpia y con gana de recibirlos. Si le ponemos muchos tropiezos y no ponemos nada en quitarlos, ¿cómo ha de venir a nosotros?

Vida 22, 10: “Nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuerpo. Querernos hacer ángeles estando en la tierra –y tan en la tierra como yo estaba- es desatino, sino que ha menester tener arrimo el pensamiento para lo ordinario. Ya que algunas veces el alma salga de sí o ande muchas tan llena de Dios que no haya menester cosa criada para recogerla, esto no es tan ordinario, que en negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se puede tener tanta quietud, y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía y, habiendo costumbre, es muy fácil hallarle cabe sí, aunque veces vendrán que lo uno ni lo otro se pueda. Para esto es bien lo que ya he dicho: no nos mostrar a procurar consolaciones de espíritu; venga lo que viniere, abrazado con la cruz, es gran cosa. Desierto quedó este Señor de toda consolación; solo le dejaron en los trabajos; no le dejemos nosotros, que, para más sufrir, El nos dará mejor la mano que nuestra diligencia, y se ausentará cuando viere que conviene y que quiere el Señor sacar el alma de sí, como he dicho.

Mucho contenta a Dios ver un alma que con humildad pone por tercero a su Hijo y le ama tanto, que aun queriendo Su Majestad subirle a muy gran contemplación -como tengo dicho-, se conoce por indigno, diciendo con San Pedro: Apartaos de mí, que soy hombre pecador.

Esto he probado. De este arte ha llevado Dios mi alma. Otros irán – como he dicho- por otro atajo. Lo que yo he entendido es que todo este cimiento de la oración va fundado en humildad y que mientras más se abaja un alma en la oración, más la sube Dios. No me acuerdo haberme hecho merced muy señalada, de las que adelante diré, que no sea estando deshecha de verme tan ruin. Y aun procuraba Su Majestad darme a entender cosas para ayudarme a conocerme, que yo no las supiera imaginar.

Mª Rosa Bonilla Perez