Salmo XCIV,
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón»

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.

Demos vítores a la Roca que nos salva;
No salva al hombre la supuesta roca ni de Moisés ni de Pedro, sino Dios.

No endurezcáis el corazón como en Meribá,
Meribá, nombre dado por Moisés a un lugar cerca del monte Horeb, en el que los hijos de Israel murmuraron contra él cuando necesitaron agua, y donde, por indicación de Dios, golpeó la roca de la cual fluyó en abundancia (Ex. 17:1-7).

Luis Alemán