Antonio Duato, teólogo, opina que “el celibato empobrece tremendamente a la Iglesia”

“Al Papa le puede pasar como al Concilio: que sea más renovador por lo que no dice que por lo que dice”

“Hablar de la voluntad de Jesús respecto al sacerdocio de la mujer es sencillamente blasfemo”

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La prueba de que el sacerdocio femenino no es un tema cerrado es que tengan que estar repitiendo continuamente que es un tema cerrado / José Manuel Vidal

Antonio Duato ha marcado una época en la Iglesia española. Como teólogo, como pensador y como editor. Fue uno de los teólogos que más se distinguió en la recepción y aplicación del Vaticano II en España. Y se mantuvo fiel a ese espíritu durante toda su vida. 50 años después, secularizado y con familia, sigue en la brecha. La primavera de Francisco ha vuelto a llenar su vida de ilusiones, que alimenta desde su portal Atrio, desde ‘Iglesia viva’ y desde su editorial ADG-N.

En cuanto a moral sexual, cree que al Papa Francisco “le puede llegar a pasar lo mismo que al Concilio: que fue más renovador por lo que no decía que por lo que decía”.

No está de acuerdo con que el sacerdocio femenino sea un tema “cerrado”: “La prueba de que no es un tema cerrado es que tengan que estar repitiendo continuamente que es un tema cerrado”, ironiza. Considera “blasfemo” que se hable de la voluntad de Jesús o de Dios respecto al sacerdocio de la mujer, “porque no hay ningún motivo teológico que lo impida”, al igual que defiende que “el celibato empobrece tremendamente a la Iglesia, porque la gente más valiosa acaba por dejar el ministerio por ese motivo”.

Es partidario del celibato opcional, porque “nadie debería tener que renunciar al ministerio solamente por seguir esa llamada de Dios que está inserta en la naturaleza y en lo más profundo del ser, y que es el amor y la vida en pareja”; y rechaza la pretensión de reducir lo católico a “la liturgia esclerotizada y las opciones políticas de derechas”.


¿Cómo te encuentras en estos momentos? ¿Sigue valiendo la pena esa mística de la resistencia activa que has practicado durante todos estos años?

Sin duda, mucho. Éste es para mí un momento de consuelo, de ver por fin esa primavera que tanto nos ha hecho esperar. En los libros de guerra y de reyes las temporadas duraban años y años. Lo mismo parece que ha pasado con el invierno de la Iglesia, que ha durado tanto. Por eso ahora que despunta la primavera, nos trae una esperanza muy grande.
Ya soy mayor, pero todavía espero ver muchas cosas. Tanto a nivel de mi familia, porque tengo dos hijos todavía jóvenes, como a nivel de esta Iglesia, que siempre he querido mucho. Aunque algunos lo duden porque haya discrepado de ella. Y espero que estos primeros gestos y estas primeras palabras del Papa vayan cuajando en una renovación verdadera.

¿Te esperabas un Papa así?

La verdad es que no. recuerdo muy bien el día de la elección, la hora y pico que pasó desde la fumata blanca hasta que anunciaron el nombre del Papa. Tardó mucho en salir al balcón. Yo lo estaba siguiendo por televisión, por la Republica, y todos los del periódico estaban seguros de que iba a salir Scola. La rapidez con que se había dado el cónclave parecía confirmar esas previsiones. Y yo cada vez me inquietaba más, porque, conociendo la trayectoria de este personaje, que proviene de Comunión y Liberación… me carcomía por dentro. Así que cuando salió Jorge Bergoglio di un grito y salí a buscar a mi mujer para darle la gran noticia. Ella me decía: “¿Estás loco? Si luego va a seguir siendo todo lo mismo…”. Pero yo intuía que algo no iba a ser igual. Y efectivamente, así ha sido. Creo que hay muchas cosas que no son igual, aunque todavía no se puedan definir bien cuáles. Pero esos son los síntomas de una renovación, que no se puede hacer totalmente desde arriba, pero que desde arriba puede ser animada.

Nadie se esperaba que 115 cardenales de la época anterior dieran lugar a una elección que abriría la puerta a tal periodo de cambio…

Sí. Además, la figura de Bergoglio parecía ya gastada, porque había sido uno de los candidatos posibles en el cónclave anterior, del que salió elegido Benedicto. Pero yo creo que la situación de la Iglesia fue lo que llevó a esto. Estaba mucho peor que en el 2005, que ya estaba mal. Entonces se acudió a un papa que fuera seguro y que pudiera solucionar la cosa, como fue Ratzinger. Pero en este pasado cónclave, tras el efecto de la dimisión, que fue un efecto depresivo para la mayoría de los obispos, se podía esperar cualquier cosa. La Iglesia estaba mucho peor.
Entonces, creo que los cardenales buscaron algo nuevo. Creo que todos estaban deseando un cambio, y que el cambio pudiera hacerlo alguien nuevo.
Creo que son las conversaciones entre obispos las que preparan los papados. Y que el Espíritu Santo, si actúa, actúa muy desde lejos. ¿Cómo fue posible entonces esto? Creo que se les fue de las manos a los del Opus Dei, que son los que habían configurado los anteriores papados. En el sentido de que los motivos por los cuales preparaban sus coaliciones no les funcionaron. En cambio, funcionó la idea de votar a Bergoglio, que no sé ni a quién se le ocurrió ni cómo se fue difundiendo la onda, pero daba la sensación de ser un valor seguro y renovador a la vez.

¿Crees que la renuncia de Benedicto fue un gesto revolucionario, una manera de tirar la toalla? ¿Cuál crees que fue la causa?

Creo que verdaderamente fue un gesto revolucionario, pero fruto de un sentimiento de impotencia. No se sentía capaz de regir la Iglesia en esos momentos. Creo que no hubo una sola causa ni un solo motivo. No fue solamente la pederastia. Se vio impotente de gobernar en unos momentos en que le estaban fallando todos los valores más serenos que él tenía. Así que pienso que tirando la toalla demostró su honestidad y su honradez.
La situación de la Iglesia era muy mala, sobre todo en las grandes cúspides. Todo lo que sucedió con el mayordomo y demás asuntos le tuvo que hacer mucho daño psicológico. El tema del IOR y los diferentes implicados… Es decir, que renunció por la situación de la Iglesia. No por problemas de salud.

¿Estás de acuerdo con que el “péndulo eclesial” se había desplazado tanto a la derecha, que no cabía esperar otra cosas más que se recentrase? ¿Crees que la Iglesia se caracteriza por la sucesión de ciclos reformistas y ciclos conservadores?

Sí. Sobre todo porque la última elección papal había sido pensada para asegurar la ortodoxia, la enseñanza y la validez de la doctrina; y se vio que con la doctrina y con la ortodoxia la Iglesia hacía aguas por todas partes. Por lo tanto, se vio que no había que ir por ahí, que ésa no era la solución.
Yo lo que más esperaría del Papa Francisco, a parte de ese nuevo espíritu de seguimiento de Jesús en pobreza, y de una Iglesia de los pobres y para los pobres, es que fuese capaz de legitimar un pluralismo mayor. Es decir, que tampoco vaya demasiado hacia la izquierda pretendiendo unificar a todos. Creo que la Iglesia tiene que ser mucho más plural, y no puede subsistir si no acepta ese pluralismo. Si no acepta la sinodalidad, la corresponsabilidad, la descentralización. De ahí que Francisco se haya centrado sobre todo en la curia.
Pero esa descentralización tiene que hacerse renunciando a las peleas de excomunión entre sectores.

Es decir, ¿qué hay que sumar?

Eso es. Yo comprendo que hay mucha gente que está enamorada de la liturgia antigua y que recibir la misa así. Me parece muy bien. Pero hay otra gente que por sus experiencias y por sus temperamentos tiende hacia el liberalismo y hacia regímenes dictatoriales. Es normal que existan esas opciones. Pero lo que no se puede es confundir a la Iglesia con esa liturgia esclerotizada, con esas opciones políticas concretamente de derechas y pretender que eso exclusivamente es lo católico. No. Lo católico es lo universal. Y por tanto, tiene que representar a todos.

¿Hacer realidad aquello de que “Iglesia somos todos”, y no sólo un determinado sector o un determinado modelo?

Pues sí, Iglesia somos todos. También el movimiento “Somos Iglesia”, aunque acaben de excomulgar a una de sus responsables austríacas.

¿Te llamó la atención ese caso?

Sí. Me sentó muy mal. Pero creo que una de las muestras más importantes que está habiendo ya de ese pluralismo del que hablaba es la pugna de dos cardenales titanes, alemanes, que con toda su fuerza se están enfrentando: Müller y Kasper.
Kasper, elegido por el Papa para la ponencia del Sínodo en el Consistorio de cardenales, y que fue presentado precisamente por tener una postura bastante abierta a la comunión de los divorciados casados. Y Müller, al cual confirmó muy pronto como cargo el Papa Francisco. Yo me pregunté por qué haría eso este Papa, si sería un gesto para aplacar a las derechas que ya le estaban empezando a criticar dentro del Vaticano, de una manera escandalosa. Como no se ha hecho nunca con ningún papa, prácticamente llamándole hereje. Y por parte de sectores muy ligados a la curia.
Entonces, pensé yo que sería una forma de aplacar a la derecha, porque Müller va en la línea de ser muy frígido en algunas cosas.

¿Crees que hay una pugna abierta entre los distintos sectores?

Sí, tan abierta como la que están protagonizando estos cardenales. Es muy significativo.

¿Va a tener fuerzas el Papa para superar eso?

Yo espero que sí. Una de las críticas que se le hicieron fue que, aun habiendo sido siempre jesuita, fue un hombre ambicioso de poder. Y que sabía llevar los hilos del poder. Entonces, eso que algunos decían como crítica, a mí me causó una gran satisfacción. Porque no nos hace falta un hombre tan ingenuo como las palomas y tan sencillo como él se muestra, sino que a la vez sepa con quién trata y tenga capacidad de gobierno. Entonces, aunque su experiencia de gobierno con los jesuitas haya sido discutida, tanto ésa como su experiencia de gobierno en la archidiócesis de Buenos Aires, y todo su talante, incluso el lema que tiene como obispo y como papa “Con misericordia, y haciendo opciones”, son muy significativos. Y desde luego que, desde que ha sido elegido, está teniendo que tomar opciones.
Eso lo sabe bien por la espiritualidad de San Ignacio: las normas para alcanzar acuerdos o para tomar decisiones. Normas para saber discernir, para elegir bien. Es decir, que los jesuitas son educados precisamente para saber tomar decisiones y hacerse cargo de la situación.

¿El cambio de rumbo ha quedado suficientemente marcado?

Creo que, con lo que supone la Evangelii Gaudium en cuanto a tomar opción por el documento de Aparecida, hay una tendencia bastante marcada.

Temen los más críticos que se vaya a quedar “sólo en gestos”…

Para mí los gestos son muy importantes. Me parecen una manera muy importante de predicar y establecer doctrina. La aparente “ligereza” con la que Francisco hace las ruedas de prensa y habla con los periodistas, tienen tan poco que ver con las ruedas de prensa que hacía Benedicto… Es un cambio de modos. Y eso ya es muy importante. Al igual que las entrevistas que ha concedido hasta ahora, que han sido decisivas. Y aunque no lo parezca, ha sentado doctrina. Por más que luego digan que el Papa no pensó bien lo que tenía que decir o que el periodista ha tergiversado sus respuestas. Pero es que eso es lo realmente importante: que el Papa pueda decir cosas sin pensarlas demasiado, y sin pasarlas por todos los filtros de sus diversos asesores.

¿Crees que podría llegar a replantear la moral sexual?

Creo que sí, tanto en el decir como en el no decir. O sea, o bien diciendo cosas positivas, o bien no diciendo, o no insistiendo, en las cosas negativas. Eso le sucedió al Concilio: fue más renovador, también en sus textos, por lo que no decía que por lo que decía.
Creo que de ese modo se van a renovar muchas cosas. Lo que espero es que Dios le dé salud y que no nos lo ahoguen demasiado pronto. Que no le metan temor.
Juan XXIII duró poco, pero en ese poco tiempo creó un nuevo estilo. Este Papa no va a hacer un Concilio, pero está haciendo una renovación de la curia, creando un comité internacionalizado que ya se está institucionalizando, queriendo varias mucho el instrumento del Sínodo (ya le empiezan a acusar de que el Sínodo “no está para eso”), etc. Si consiguiera tener algún gesto en alguna de las sesiones del Sínodo que pareciera indicar una variación en la moral sexual (por ejemplo, dejar comulgar a los divorciados casados), sería un paso gigante. Si no deja que esto sea la hipocresía de siempre de anular matrimonios a través de la Rota y de los instrumentos jurídicos, sino que deja la “nulidad real” de los matrimonios a las conciencias y al buen parecer de cada párroco.
No irá directamente contra el dogma de la indisolubilidad, buscará otras salidas. Pero sería desde luego un paso gigante.

¿Crees que él mismo va poco a poco rompiendo tabúes? Como por ejemplo, al volver de Tierra Santa, cuando habló del celibato…

Sí, y creo que lo hace muy conscientemente. Algunos dicen que eso no significa nada porque, al fin y al cabo, no es un tema dogmático. Pero la realidad es que él mismo ha abierto “el melón”, y ha dicho que la puerta está abierta. Igual que ha dicho de los homosexuales “¿Quién soy yo para poder juzgarles?”. Ha dicho cosas que pesan y pesarán, porque están dando prioridad a la lógica de la conciencia sobre la jurisdicción. Y son temas que están teniendo mucha repercusión en los medios, porque en el fondo son temas de conciencia.
¿Qué sentido tiene una excomunión como la de la señora austríaca de la que hablábamos antes? Si ella en conciencia creía que estaba haciendo bien al hacer memoria de Jesús con las mismas palabras de Jesús, celebrando en comunidad, se pareciese o no a una misa… Ahí no hay excomunión que valga. Porque no hay pecado. Y la excomunión siempre supone que haya pecado.
Si la declaran a ella en excomunión, tendrían que excomulgar a infinidad de hombres y mujeres de la Iglesia. Lo mismo pasa con el aborto.

¿Estás de acuerdo con el celibato opcional?

Totalmente de acuerdo. Por un sentido de salvación de la Iglesia. Creo que la Iglesia se empobrece tremendamente por ese motivo, porque mucha gente acaba por dejar el ministerio por ese motivo. Y generalmente, ésa es la gente más valiosa.
Cuando alguien es capaz de tomar una decisión libremente, por amor, para poder luego engendrar hijos y ser padre de verdad… la madurez que tiene esa persona es mucho mayor que la que habría demostrado guardando una ley para la que tal vez no estaba llamado.
Yo sigo creyendo que el celibato puede ser una opción, ni mejor ni peor, para algunos llamados a ello. Sólo si es así, al acabar su vida la gente dirá “ha sido célibe, pero se ha completado su vida”.

¿O sea que no debería ser un carisma impuesto?

Eso es. No debería ser condición sine qua non para tener un puesto de responsabilidad en la Iglesia. Porque en general, una persona que ha seguido los pasos del enamoramiento, del compromiso matrimonial con una mujer, de la vida en común, de la paternidad, de todos los cuidados y responsabilidades que implica la paternidad… tiene unas capacidades de madurez, de interioridad y de vivencia mística muchísimo mayores y muchísimo más auténticas. Y es una pena que mucha de esta gente se aparte de los ministerios y de las responsabilidades de la Iglesia sólo por ese hecho. Cuando Pablo decía que debería ser incluso una prueba para ser candidato a ocupar ministerios.

¿Crees que se podría recuperar a esas personas que han abandonado la Iglesia a causa del celibato?

Supongo que los más jóvenes serían recuperables, pero otros estamos ya demasiado maduros y nos hemos ido separando demasiado. Pero pienso que a muchos se les podría recuperar para todo tipo de ministerios, por ejemplo para dirigir una comunidad o una parroquia.
Otra opción sería empezar ordenando a los que están ya casados, como se hace en la Iglesia oriental. Pero una vez que se eso se hiciera, que se aceptara ordenar a personas ya casadas, necesariamente se tendría que aceptar el caso contrario: que cuando uno descubre que su proyecto de vida pasa por el amor y por la vida en pareja, no tuviese que renunciar al ministerio solamente por seguir esa llamada de Dios que está inserta en la naturaleza y en lo más profundo del ser.

¿El sacerdocio de la mujer es por ahora un tema cerrado?

Eso dicen, pero la prueba de que no es un tema cerrado es que tengan que estar repitiendo continuamente que es un tema cerrado. Si de verdad fuera un tema cerrado nadie tendría que repetirlo tantas veces. El tema está ahí, y es sangrante. No hay ningún motivo teológico para impedirlo. Ni siquiera la experiencia de tantos años de toda la Iglesia, que sería muy discutible. Ni mucho menos la voluntad de Jesús. Hablar de la voluntad de Jesús o de Dios respecto a ese tema, para mí es sencillamente blasfemo. Jesús no puedo decir que 20 siglos después la comunidad de los que creen en él tuviera que excluir a las mujeres de tener responsabilidades en la Iglesia.
Por eso el tema no está ni mucho menos cerrado, sino que cada vez se irá haciendo más angustioso. Por más que excomulguen a quienes defienden el sacerdocio femenino, este tema no lo podrán cerrar. 

El Papa Francisco ha pedido que se profundice en la teología de la mujer. No que se adapte el rol de la mujer a la teología que nosotros hemos tenido hasta ahora, sino que se haga nueva teología de la mujer. Y si pensamos en eso con seriedad, no podemos confundir la teología del orden sagrado con el gobierno.
Los sacramentos, por ejemplo, fueron definidos por Trento. Sin embargo, en la liturgia de los orientales, el bautizo se hace a la vez que la confirmación. ¿Por qué no podrían conferirse con el bautismo todas las capacidades, ya que con el bautismo comienzas a formar parte de una comunidad sacerdotal? ¿Por qué no podría ser conferido a todos el ministerio sacerdotal, para que todos, hombres o mujeres, tuvieran esa potencialidad?
Si molesta la teología del orden, sencillamente que se supla esa necesidad de tener orden, o que se dé el sacramento del orden a todas las personas, para que todas tengan la capacidad de dirigir la liturgia, las ceremonias y los demás sacramentos.

¿La exclusión de la mujer del sacerdocio es un “anti-signo” de los tiempos?

Totalmente. Hace muchos años que escuché a Adela Cortina, del Consejo de Iglesia Viva, decir que, o bien la exclusión de la mujer de los cargos de responsabilidad en la Iglesia no es palabra revelada, y entonces se puede cambiar, digan lo que digan; o bien es palabra revelada, y entonces es mucho peor, porque no nos fiaremos de esa revelación. ¿Cómo fiarnos del Dios que ha dicho eso?
Otra cosa es que por prudencia se puedan admitir plazos o términos.

¿Crese que el Papa Francisco se atreverá a dar ese paso?

No hasta que no esté convencido de que la mayoría del pueblo de Dios lo apoyo. Ya ha dado algunos cargos importantes a mujeres. Lo que pasa es que, ahora que el Papa es más joven que yo, a mí me entra la impaciencia y me gustaría que fuera más rápido. Pero entiendo que el ritmo tiene que ser el que es, sobre todo por la oposición que está teniendo desde dentro.

¿Sigues escribiendo en alguna revista?

Desde que Frontera desapareció, hace ya cuatro años, estoy en Iglesia Viva, luchando para que no desaparezca. Cuando acabe el 2015 cumplirá sus 50 años de publicación. Su primer director fue Fernando Sebastián, hoy cardenal, al cual en el año 71 le sustituí yo como director. Todo su equipo tuvo la osadía de hacer la revista para impulsar el Concilio y su mentalidad en la sociedad española, que entonces estaba dominada por el nacionalcatolicismo. El gran mérito de Fernando Sebastián fue mantener la revista como un grupo libre, privado, sin arropar a congregaciones ni a universidades.
Hoy día somos una asociación, y seguimos sin estar fijados a ninguna institución que nos pueda controlar. Así hemos continuado, y nuestro objetivo sigue siendo el mismo: actualizar y defender el Concilio. Y nos guiamos por la fidelidad al Evangelio y a las realidades de ahora, especialmente pendientes de lo que supone la nueva etapa abierta por el Papa Francisco. Por eso queremos acogernos a todos los retos que él propone: impulsar el pluralismo, investigar todas las posibilidades de relación entre ciencia y fe, la nueva teología de la mujer…

¿Es decir, contribuir a su primavera?

Eso es. No a su persona, sino a su programa.

¿Tenéis previsto algún tipo de celebración para los 50 años?

Queremos tener digitalizados para entonces todos los números de Iglesia Viva, para ponerlos a disposición de todo aquel a que le interese, porque creemos que en ellos hay un contenido tan grande de vida de la Iglesia y de la sociedad española, que es un tesoro maravilloso.

¿Crees que este tipo de Iglesia tiene ahora el viento a favor?

Sí, y hay que aprovecharlo, después de tanto tiempo que lo hemos tenido en contra… Pero hay que evitar todo tipo de revanchismo. No podemos arremeter ahora contra “los carcas” o contra quienes nos han impedido tantas cosas. Tenemos que seguir al Papa Francisco con libertad, yendo un poco por delante, y “haciendo lío”, como dice él.

¿Sigues adelante con “Atrio”?

Sí. Atrio fue una especie de desahogo personal mío, para salirme de la rigidez del grupo. Porque en Iglesia Viva, al ser una obra colectiva, necesariamente hay que atenerse al consenso. También queríamos que los destinatarios no fueran sólo cristianos, y que el medio en sí no fuera estrictamente cristiano.
Queríamos un lugar de encuentro entre lo sagrado y lo profano, que incluyera a creyentes y no creyentes. No queríamos ser una voz de Iglesia.
Y la verdad es que la cantidad de visitas que tenemos en Atrio y la participación activa que se da en sus coloquios, ha sido enorme. Y se ha llegado a crear una cosa que al principio yo no pretendía: una especie de comunidad virtual entre aquellos que son más asiduos.
A veces organizamos cursos o talleres, encuentros…

¿Cómo te encuentras a nivel personal?

Esperanzado y feliz. Mi familia me da las mayores alegrías, aunque también sé, por la experiencia, que cuando uno se casa, tiene que estar preparado para lo mejor, pero también para lo peor. Y la edad te enseña que la vida puede empezar en cualquier momento, incluso cuando crees que ya se va a acabar todo.
Doy gracias a la naturaleza y a Dios por quienes me ayudaron a tomar las decisiones más importantes de mi vida, porque no me arrepiento de ninguna. Y lo que pienso hacer cuando sea un poco más mayor es, quizás, escribir un libro mío. Porque he editado muchos de otras personas, y he colaborado en cantidad de libros, pero uno mío nunca he escrito.

¿Te planteas escribir unas memorias?

No, memorias no. Me resultaría difícil. Y tampoco me gustaría dedicar tanto tiempo al propio ego.