La Iglesia en general debiera estar permanentemente sometida a un serio y actualizado examen de teología, con cuantos aspectos y compromisos exige y reclama su constitución al servicio del pueblo de Dios. Los Papas, los obispos, la Curia Romana, organismos e instituciones, ideas, programas y comportamientos ético-morales… son –debieran ser-, sujetos y objetos de sucesivas pruebas, análisis, vigilancias, escrutinios y reconocimientos a la luz de la crítica –”krinein”, adoctrinada y vivida por Cristo Jesús. Órdenes y Congregaciones Religiosas, en la pluralidad de formulaciones y modalidades, previo el reconocimiento y proyección populares, con preferente mención para el Opus Dei, siempre noticia, y más en vísperas de nuevas beatificaciones-canonizaciones, con perfiles y rasgos polémicos, no permanecerán exentos del correspondiente y preceptivo examen teológico.

La teología, en los ámbitos bibliográficos del Opus, no destaca precisamente por “tesaurizar” temas, títulos y autores con cierto relieve. Es pobre y anodina. Raramente disfruta del reconocido merecimiento de la cita “a pie de página” en manuales y tratados nacionales e internacionales. Se limita a reeditar al “Doctor Angélico, santo Tomás de Aquino, con alusiones discretas, – a veces, sesgadas-, al espíritu, documentos y conclusiones que definieron, y siguen definiendo, al Concilio Vaticano II. El dato de que el Código de Derecho Canónico y el libro “Camino” alcancen en la “Obra” devoción y acogida tan fervorosa o más que el santo evangelio, resulta ser para muchos prueba inequívoca de incoincidencias teológicas.

También lo es para otros la persistente reducción de la teología a ceremonias y ritos piadosos, al igual que su preocupación por ser y vivir su propia Iglesia dentro de la Iglesia de todos los demás, intensificando en mayor proporción su condición de ultra conservadora y autoritaria. “Endiosar” y “endiosarse” solamente concuerda y concilia con “humanizar” y “humanizarse”. Se consideran los más píos, y mejores observantes los que sistemáticamente recusen toda relación con el “resto”, dado que, por definición, todos estos son, o serán, pecadores o próximos aspirantes a serlo.

Partir de la necesidad de la renovación de la teología de la mujer, patrocinada por el Opus, es hoy artículo de primera necesidad dentro y fuera de la Iglesia. El “apostolado de la limpieza”, la servidumbre -que no el servicio-, al marido y a los hijos, con sacrosanta y feliz referencia al principio de que el estado habitual de la mujer casada es el embarazo, la moral familiar que se dicta, predica e impone en su organigrama como “religiosa”, no siempre es estimado por buena parte de los demás cristianos como único y ejemplar y en consonancia con las posibilidades y demandas de la sociedad actual, que rechaza el lema de que “no hace falta que las mujeres sean sabias, sino que basta y sobra con que sean discretas”.

Quienes decidieron afrontar y analizar con veracidad y evangelio la mayoría de los artículos – ideas- mensajes del libro “Camino”, llegaron con facilidad al convencimiento de que sobre el mismo es difícil e inextricable fundamentar un programa de religión y de vida. Idéntica conclusión alcanzaron quienes estudiaron otros escritos y enseñanzas, con inclusión de pautas de comportamientos, que al menos pudieron hacer dudar a otros de la conveniencia de su beatificación- canonización. Esto no obstante, son muchos los cristianos satisfechos al comprobar que precisamente también los defectos e imperfecciones de la vida no dificultan los procesos a seguir para en su día alcanzar “el honor de los altares”.

La atención que en el Opus se le presta a la teología del laicado es timorata y escasa. En la misma, por ejemplo, a ellos, a los laicos, no se les permite emitir y tener en cuenta su opinión en relación con la moral sexual y, a la vez, se justifica que su desmesurada atención contribuya a disminuir la de la moral social. La “obediencia ciega” es base, ordenanza y garantía de fecundidad sobrenatural, con sistemático y automático acatamiento a las órdenes de los superiores jerárquicos, “siempre fieles e infalibles intérpretes de la voluntad del Señor”, sin salirse un ápice de la estructura teocrática.

Es generalizada la impresión que se tiene fuera de la “Obra”, de que la teología, por muy sagrada que sea, habrá de establecerse y actuar tan solo en el umbral, o a las puertas, de la economía y de la política. Las letras “SA” pospuestas empresarialmente a las de “MATE”, “RUMA” y otras, no estarán relacionadas con el Reino de Dios, aunque serios y documentados indicios lo afirmen y confirmen, sino con los intereses personales y de grupos integrados en los “ámbitos terrenales”, regidos por normas y cánones ajenos a los espirituales. “De política et negotiis, ¡líbera nos Dómine¡” debiera ser la jaculatoria que amparara toda actividad que se intitule “religiosa”, por naturaleza y definición.

Los métodos de proselitismo de miembros de la “Obra” – “cabeza, corazón y buena “pinta”-, aseguran muchos que reclaman revisión y penitencia profundas a la luz del evangelio y de los ejemplos que protagonizaron los discípulos captados -“pescados”- por Cristo. El glosario de la terminología empleada por el Opus Dei “para andar por casa” constituye un tratado veraz de teología y convivencia digno de atención y de estudio.

“Cuidar la vista, la revista y la entrevista”, es factible que para algunos haya sido el marco apropiado para insertar estas sugerencias, aunque a otros—los más-, estas les hayan parecido útiles y provechosas, sin más protección que la gracia de Dios, la inocencia, la buena intención y la devoción a la sagrada libertad de expresión.

“EL Padre”, rótulo y título que cobija la lápida sepulcral del “descanso eterno” del Fundador de la “Obra”, es síntesis de espiritualidad y vivencia religiosa discutible para unos, sin que esto sea óbice para que el rezo “por las intenciones del Padre- San Josemaría”, sea expresión ascética y mística, sometida como tantas otras a la cirugía escrupulosa de alguna de la quíntuple “corrección fraterna” cotidianamente establecida y reglamentada.