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3 de agosto. Tiempo ordinario. Domingo 18

Mt 14,13-21

Al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado.

Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.

Despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»

Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»

Les dijo: «Traédmelos.» Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente.

Al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Jesús había centrado su misión en Galilea, al norte de Palestina donde vivían familias de judíos, generalmente pobres que cultivaban las tierras de los judíos ricos que vivían en Jerusalén. La política se “cocía” en la capital, Jerusalén. Criticar a los sacerdotes y senadores en Jerusalén era jugarse la vida. A Jesús le llegó la noticia de que al Juan se lo habían cargado. Seguro que pensó que también a él le llegaría la hora. Pero eso ocurriría cuando subiera a Jerusalén.
Por ahora marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado.

Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.
“Gentío”, “cinco mil hombres”. Los números tienen unos sentidos teológicos propios de especialistas. Lo llamativo es esa “lástima” de Jesús que en su literalidad es conmoción de sus entrañas al ver un pueblo que le sigue a pesar del hambre y desamparo social. No basta con parábolas ni de reinos de Dios. Es el ahora lo que hay que afrontar. El Templo con sus políticas y los clérigos con sus sacrificios no sentían lástima ni se les conmovían las entrañas ante el espectáculo lamentable del “pueblo escogido”.

«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» No habla Jesús de ninguna institución. No exige que la sinagoga se haga cargo. No critica a Roma que actuaba como dueña de los judíos. No clama contra los sacerdotes que se reparten las buenas carnes de los sacrificios o son propietarios de las tierras. El gentío tiene hambre y les dice a los que le siguen: dadles vosotros de comer”, con lo poco o lo mucho que haya.

Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: «Traédmelos.» Mandó a la gente que se recostara en la hierba. Alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. ¿Fue una eucaristía? Fue una comunidad de seguidores de Jesús. ¿Fue un milagro? Fue Jesús que estaba en medio de ellos. Si se distribuye lo que hay, comerán todos. ¿Acaso lo seguimos dudando? Pues si alguno lo duda, que no se acerque a la mesa a recoger su trozo.

Luis Alemán Mur